El conflicto armado del 2020 en el Alto Karabaj ha llegado a su fin, por el momento. El acuerdo que ha puesto un punto y aparte conlleva una serie de cambios territoriales que revierten en gran medida el resultado de la contienda de los 90. No obstante, muchos no parecen ponerse de acuerdo con el alcance, las consecuencias y el tamaño de la derrota o victoria, según el contendiente. Múltiples analistas de todas las esferas y ámbitos ideológicos están divididos. Es cierto que Armenia es la gran derrotada, pero, ¿en qué medida afecta el resultado de esta contienda a Turquía, Azerbaiyán y sobre todo a Rusia?


El origen del conflicto entre azeríes y armenios ha sido explicado a grandes rasgos por diversos medios, por tanto, se recomienda la lectura previa del artículo publicado en julio en caso de no estar familiarizado con el tema. El conflicto de 2020 por el Alto Karabaj se caracteriza por haber sido relativamente rápido e intenso, con muchas bajas en ambos bandos. A su vez, ha sido un conflicto retransmitido a golpe de misil, debido al gran uso de drones por parte del bando azerí y la perfecta capacidad que tenían estos para grabar la destrucción y pérdidas de material y vidas humanas que ocasionaban en el bando armenio. La presencia de yihadistas en el bando azerí, al principio meros rumores, se tornó en realidad, aunque más allá de su empleo como carne de cañón, es evidente que éstos no han sido los que alteraron la balanza de la contienda. Ésta balanza ya estaba en contra de los armenios desde el principio, Azerbaiyán triplica el PIB armenio y gasta cinco veces más en defensa que ésta. Diversos factores internos (mala gestión de las FF.AA durante los años previos a la época Pashinian, corrupción, dejadez etc.) en Armenia también favorecieron su derrota o, al menos, su debilidad previa al conflicto. Todo esto, ya se ha analizado en gran medida y será familiar para aquellos que han seguido los enfrentamientos de manera regular. Resumiendo, los armenios han combatido durante 44 días en una guerra que estaba perdida desde el principio a menos que interviniese por la fuerza una potencia o la comunidad internacional, potencialmente escalando el conflicto. 

Antes de continuar, conviene consultar el acuerdo alcanzado el 9 de noviembre entre Armenia, Rusia y Azerbaiyán, directo resultado de la situación sobre el terreno:

  • Se acuerda un alto el fuego completo y el cese de todas las hostilidades en el Alto-Karabaj. Las fuerzas tanto de Armenia como de Azerbaiyán se detienen en sus posiciones.
  • Armenia debe devolver Agdam a Azerbaiyán antes del 20 de noviembre de 2020.
  • Un contingente de fuerzas de paz de Rusia se desplegará a lo largo de la línea de contacto en el Alto Karabaj y a lo largo del corredor de Lachin (5 km de ancho y que une el Alto Karabaj con Armenia).
  • Las fuerzas de paz rusas permanecerán en la región durante 5 años, con posibilidad a una prórroga automática de otros 5. Todo esto si ninguna de las partes declara, 6 meses antes del vencimiento del periodo la intención de finalizar la aplicación de la disposición. 
  • Se establecerá un centro de mantenimiento de la paz para controlar el cumplimiento del alto el fuego. 
  • Armenia devolverá la región de Kelbajar a Azerbaiyán antes del 15 de noviembre de 2020 (plazo extendido al 25 de noviembre) y la región de Lachin antes del 1 de diciembre de 2020. El corredor de Lachin estará bajo el control de las fuerzas de paz de Rusia. 
  • Durante los próximos tres años se iniciará un plan para construir una nueva ruda a lo largo del corredor de Lachin que una el Karabaj con Armenia. Ésta ruta estará supervisada también los las fuerzas de paz rusas. 
  • Armenia garantiza el flujo y tránsito de personas, vehículos y mercancías por el corredor de Lachin. 
  • La Oficina del Alto Comisionado de NN.UU para los Refugiados controlará que los desplazados internos y refugiados regresan al Alto Karabaj y áreas adyacentes. 
  • Intercambio de prisioneros, rehenes, heridos y cadáveres de combatientes. 
  • Armenia garantizará el desbloqueo de los enlaces de transporte y económicos en la región. A su vez, Armenia permitirá la conexión entre las recién adquiridas regiones occidentales de Azerbaiyán con el exclave azerí de Najicheván. El Servicio de Fronteras del FSB ruso supervisará ésta conexión. Armenia también facilitará la construcción de una nueva ruta de transporte entre las regiones que adquiere Azerbaiyán y el exclave.

 

El primer mapa representa la situación al momento de estallar el conflicto el 27 de septiembre. Pero el que nos interesa es el segundo, que explica, de forma más o menos sencilla, los cambios a raíz del conflicto. Siguiendo la leyenda de la parte inferior, en franjas amarillas-verdes está marcado el territorio bajo control militar azerí al momento de firmarse el acuerdo tripartito Armenia-Rusia-Azerbaiyán. Los azeríes consiguieron capturar la ciudad de Shushi y situarse prácticamente a las puertas de Stepanakert, lo cual es un enorme golpe moral para Armenia. En amarillo está señalado el territorio que se debe ceder a Azerbaiyán el 15 de noviembre, 20 de noviembre y 1 de diciembre, como se ha explicado anteriormente. En naranja está representado el territorio original (salvo lo perdido) del Alto Karabaj que se libra de la ocupación y en el que se desplegarán parte de las fuerzas de paz rusas. Con el contorno rojo se señala el territorio que comprendía el Alto Karabaj al comienzo del conflicto. Hay que recordar que prácticamente la totalidad de lo que recupera Azerbaiyán son los territorios (azeríes según el derecho internacional) adyacentes al Alto Karabaj, ocupados por Armenia durante la guerra de los 90 y de los que se expulsó a la población azerí, al igual que en su día los azeríes expulsaron a los armenios. De ésta forma, Azerbaiyán acaba con las zonas tapón que creó Armenia. El Alto Karabaj queda unido a Armenia por el corredor de Lachin, señalado con la línea azul superior y controlado por el servicio de fronteras del FSB, pero se deberá construir uno nuevo, como ya se ha mencionado. Pese a esto, la supervivencia económico-política del Alto Karabaj se vuelve casi inviable. La línea azul inferior representa el corredor que unirá el exclave de Najicheván con el territorio azerí recién adquirido, que obviamente pasará a través de territorio armenio. 

 

A raíz del acuerdo ha habido múltiples análisis. Artículos procedentes de rusófilos, rusófobos, izquierda, derecha, nacionalistas, neoeurasianistas, en resumen, para todos los gustos. Algunos artículos evidencian muchas emociones crudas y declaraciones hiperbólicas, pero, en general, pocos argumentos perspicaces. A pesar de haber una amalgama de comentarios procedentes de distintas visiones, a grandes rasgos hay dos corrientes de pensamiento mayoritarias que se van a resumir brevemente.

Corriente 1:

Vencedores: Azerbaiyán y Turquía.

Derrotados: Armenia y Rusia. 

Armenia es obviamente la parte derrotada, no hay forma de argumentar lo contrario. Junto con las pérdidas territoriales, las humanas y de material, la situación es digna de un desastre nacional a gran escala. A pesar de que el país intentó desplegar una campaña mediática a su favor, pocas voces se han pronunciado a su favor. La abrumadora mayoría de los estados han llamado a ambas partes a frenar el conflicto, a pesar de haberse producido tímidas declaraciones escoradas en favor de Armenia desde Francia o Grecia, entre otros, no ha habido nada decisivo. Los defensores de ésta corriente de opinión han adoptado una postura marcadamente favorable y, en general, bastante idealizada de Armenia. Han sido muy críticos con la “traición” de Rusia y han denunciado, con razón, la presencia de yihadistas en el terreno, además de los roles de Azerbaiyán y Turquía. Si bien Armenia forma parte del OTSC, Rusia no ha respondido a la agresión azerí. Es cierto que oficialmente Rusia (ni ningún otro estado) reconocían el Alto Karabaj y el territorio adyacente como armenio, por ende, no tenían obligación de actuar.

Este detalle ha importado poco o ha sido minimizado, arguyendo que Azerbaiyán y Turquía estaban cimentando su poder en el Cáucaso, una zona en la que se espera que Rusia proyecte su poder y lo defienda. Se ha afirmado que el envío de fuerzas de paz rusas no representa en absoluto una victoria para dicho país, sino todo lo contrario. Permaneciendo inmóvil y mediando tímidamente entre ambos bandos (con un alto el fuego que fracasó en octubre) Rusia ha dañado su influencia y prestigio en la región, evidenciando una clara debilidad. El último día del conflicto incluso se llegó a derribar un helicóptero militar ruso por parte de Azerbaiyán. Rusia se conformó con las disculpas azeríes aun cuando dos de sus militares perdieron la vida. 

Azerbaiyán y Turquía ven como su influencia y su poder crece en el “patio trasero” ruso. Ahora hay otros actores que pueden alterar por su cuenta las fronteras postsoviéticas, ya han actuado una vez sin muchas consecuencias y podrán volver a hacerlo, ya pueden hablar al gigante ruso en otro tono. Si bien Rusia forma parte del acuerdo tripartito y ha mantenido a Turquía relativamente lejos de éste, Turquía ha conseguido forzar un formato fuera de la OSCE Minsk, que tanto criticó en su día. También consigue conectar con Azerbaiyán a través del corredor que unirá Najicheván con el resto del territorio azerí, significando esto vía libre para la expansión del panturquismo hacia Asia Central y sus ricos recursos. 

En resumen, se trata de un gran desastre geopolítico no solo para Armenia, sino también para Rusia y para una comunidad internacional que muestra poco o ningún interés. 

Corriente 2:

Vencedores: Azerbaiyán y Rusia.

Victoria parcial: Turquía.

Derrotados: Armenia.

La segunda corriente de opinión que nos concierne destaca por tener una postura más crítica y menos idealizada de Armenia. A su vez, está más interesada en ahondar en las causas de su derrota, que mucho tiene que ver con los problemas internos de los armenios. Durante el conflicto de los 90, Armenia ya estaba en inferioridad numérica frente a Azerbaiyán, pero el mal desempeño de éstos últimos les condenó a la derrota. Desde entonces y durante los últimos 26 años, Armenia ha tenido tiempo para compensar la brecha económico-militar a través de una mejora diplomática o una mejor eficacia en el ámbito armamentístico, ha fallado en ambos aspectos. Ha habido una serie de polémicas con el desempeño militar de los armenios y hasta qué punto se han involucrado en el conflicto para ayudar a los habitantes del Alto Karabaj. 

En medios más especializados con el ámbito militar se han llegado a cuestionar las tácticas empleadas por las tropas armenias, al compartirse imágenes de puestos defensivos o trincheras que dejaban poco que desear para el estándar de una guerra moderna. También ha sido muy comentado el hecho de que las tropas armenias en Karabaj cayesen una y otra vez en las trampas de los azeríes. Éstos últimos llegaron a emplear biplanos An-2 modificados para volar de forma autónoma, las tropas responsables de las defensas áreas en Karabaj (evidenciando falta de experiencia y entrenamiento) tomaban a estos biplanos por drones y los derribaban, delatando así su posición a las fuerzas azeríes, que contraatacaban, haciendo mucho daño. 

Es cierto que Armenia no goza de los recursos económicos de su rival y menos aún si éste es apoyado por Turquía, pero a pesar de eso, la duda respecto al compromiso defensivo y la dejadez sigue presente. Es cierto que los anteriores gobiernos armenios (Sargsyan, Karapetyan, Abrahamyan, Margaryan) no son precisamente un ejemplo de transparencia, compromiso, eficacia o poca corrupción, por ello mucha de la culpa podría recaer sobre ellos, ya que al fin y al cabo Pashinian llegó al poder en 2018. La postura que adoptaron Pashinian y su ministro de defensa, Tonoian, conllevó muchas reformas político-militares y una postura más proactiva.

Aliyev simplemente aprovechó las circunstancias que habían catapultado a Azerbaiyán a obtener la superioridad económico-militar para recuperar las tierras perdidas en los 90.

En el caso de Turquía, ésta es vista como un actor que obtiene ganancias limitadas. Si bien su apoyo clave a Azerbaiyán ha conllevado la victoria y la ruptura del statu quo 1994, éste era visto como insostenible. Los defensores de ésta segunda corriente de opinión creen que los éxitos turcos en Karabaj son pocos, ya que existen sobre el papel, pero no son palpables, al menos, por ahora. Turquía ha quedado fuera del acuerdo tripartito, también parece haber quedado fuera de la misión de paz, al obtener solamente la dirección compartida (con Rusia) de un puesto de observación del cese de hostilidades que se instalará en territorio azerí (quizás dentro del territorio recién adquirido).

Rusia es vista como vencedor, si bien ésta visión se enmarca (para algunos) dentro de una postura contraria al gobierno de Pashinian, al considerarlo “cercano a Occidente y contrario a los intereses rusos”. La mayor presencia de tropas rusas en el Cáucaso es vista positivamente, ya que se produce un desplazamiento hacia Azerbaiyán y representa un hito que no se veía desde los tiempos de la URSS. Estos analistas consideran que ahora Rusia tiene más voz y voto sobre el terreno y está aún más implicada en el conflicto, al llevar la voz cantante en el acuerdo que pone punto y aparte a este conflicto. Que el FSB vaya a controlar dos arterias importantes como son el corredor Azerbaiyán-Najichevan y el de Lachin se incluye también entre los éxitos. 

Detalles a destacar.

Habiendo analizado brevemente éstas dos corrientes, conviene sacar en claro diversos datos y ampliarlos.  

Es importante retornar al tema de los cambios que introdujeron Pashinian y su ministro de defensa. En 2019, Tonoian llega a decir que su visión no era “tierras a cambio de paz,” tal y como había sido durante los anteriores gobiernos, sino “nuevas tierras en caso de una nueva guerra”. Con esto, Tononian reconoció que Armenia no cedería siquiera el territorio azerí adyacente al Alto Karabaj ocupado en los 90. Este cambio de postura y compromiso en el liderazgo armenio no es baladí y tiene un gran peso en la decisión azerí de atacar. 

En 2013, el coronel Andrei Ruzinski, comandante de las tropas rusas estacionadas en Gyumri (Armenia) aseguró que: “Si Azerbaiyán decide restaurar su jurisdicción sobre el Alto Karabaj por la fuerza, la base rusa puede unirse al conflicto armado de acuerdo a las obligaciones de la Federación Rusa en el marco del OTSC”. 

Como hemos visto, tal intervención no se ha producido, ¿cuál podría ser la razón? Hay más preguntas que posibles respuestas. Desde que Pashinian llegó al poder, se han producido acciones que Rusia ha podido considerar, cuanto menos, rebeldes. Tras la revolución de 2018, muchas figuras que mantenían conexiones con Rusia (ya fuesen mera simpatía o de naturaleza sospechosa para las nuevas autoridades armenias) han sido perseguidas. Yuri Khachaturov, secretario general del OSTC, o el expresidente Robert Kocharian fueron detenidos. Se les acusó de acciones anticonstitucionales durante las polémicas elecciones de 2008, que desembocaron en grandes protestas y represión. Pashinian afirmó que Armenia aumentaría el nivel y la calidad de sus relaciones con Rusia, pero también añadió que el gobierno “está guiado por los intereses nacionales de Armenia”. Sin duda, fue un toque de atención sutil por parte del primer ministro armenio que con seguridad no gustó a ciertos sectores en el Kremlin, que están acostumbrados a tener cierta influencia en países de su entorno (como cualquier potencia). Pashinian tampoco es del todo cómodo, siendo un líder que encabezó una revolución contra las autoridades, ya es sabido cual es la postura de Rusia respecto a tales acciones. La detención de Kocharian, que gobernó Armenia de 1998 a 2008, fue especialmente criticada por Rusia, durante una visita de Putin a Ereván en octubre de 2019, el presidente ruso propuso reunirse con la esposa de Kocharian para intentar mediar y conseguir la liberación de éste. Durante su estancia en prisión (a la espera de juicio) Kocharian ejerció presión en algunos medios rusos, afirmando que Pashinian había llenado el país de ONGs occidentales y de organismos favorables a sacar a Armenia de la esfera rusa. Pashinian siempre negó tales acusaciones, afirmando que tanto en tiempos de Kocharian como de Sarkisian, muchos organismos occidentales se establecieron en el país sin que éstos líderes hiciesen nada para impedirlo. 

Aparte de todo lo mencionado, se produjeron purgas dentro de las fuerzas armadas y de seguridad. Jefes de policía, miembros del equipo de seguridad nacional o incluso el Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Movses Hakobyan, fueron relevados de sus puestos. En abril de este mismo año, Pashinian volvió a la carga afirmando que “probablemente ya sea hora de que se realicen purgas reales dentro del gobierno”. En junio, el sucesor de Hakobyan, Artak Davtyan, fue cesado. La justificación para expulsar al nuevo Jefe de Estado Mayor de las FF.AA fue que había incumplido el protocolo anticovid durante la boda de su hijo, un evento (Armenia estaba en cuarentena) al que acudieron diversos miembros de los servicios de seguridad o del ejército. Pashinian arguyó que los altos cargos debían dar ejemplo. Sin duda, es un motivo cuanto menos curioso para despedir a semejante figura del ejército, pero puede llegar a ser comprensible, ya que Pashinian inició una campaña para señalar públicamente en redes sociales aquellos que incumplían las restricciones. Por si no pareciese suficiente, Artak Davtyan fue sustituido por Onik Gasparyan, quien nació en la misma localidad que Pashinian, suscitando sospechas de nepotismo. También fueron destituidos el Jefe de Seguridad Nacional, Eduar Martirosian y el Jefe de Policía Arman Sargsian. Justo al mes siguiente (12-16 de julio) se produjo el conflicto fronterizo con Azerbaiyán.

Tantos cambios en las cúpulas armenias y en el modo de afrontar el conflicto congelado en el Alto Karabaj no pasó desapercibido en Moscú, pero tampoco en Bakú. Los azeríes estaban pendientes de los movimientos entre los altos cargos armenios y decidieron tantear el terreno, encontrando múltiples debilidades. Se puede iniciar un profundo debate sobre los motivos y justificaciones que empleó Pashinian. Él mismo ha reconocido querer acabar con todo rastro del anterior sistema y obviamente ha buscado rodearse de personas cercanas en las que confiar, no sería el primer ni el último líder en hacer tal cosa. Armenia intentó compensar sus debilidades con cambios rápidos y drásticos, pero no lo consiguió, la ventaja que la separa de Azerbaiyán es simplemente demasiado grande. Se podría decir que al no disponer Armenia de recursos energéticos, no hay intereses extranjeros y por tanto no hay interés. A pesar de que intentó apelar a la vía diplomática, ha resultado que Armenia no tiene ningún estado amigo dispuesto a ayudar directamente, esto evidencia una falta de atención a la diplomacia por parte de la clase política armenia durante muchos años. Hacen falta más y mejores contactos. Se han intentado apoyar en sus valores y avances democráticos frente a la agresión de un estado autoritario, pero eso tampoco ha servido para convencer a la comunidad internacional. Al fin y al cabo, el derecho internacional favorecía a Azerbaiyán respecto a la recuperación del territorio perdido en los 90. 

Se podrá criticar en gran medida a Pashinian por firmar el acuerdo tripartito, pero ya sabemos cómo funciona eso, criticar desde casa y lejos del frente es algo muy fácil para todos. El descalabro armenio podría haber sido mucho mayor, el propio Pashinian reconoció que cerca de 25.000 soldados habrían quedado rodeados a raíz de la ofensiva azerí durante los días previos a la firma del acuerdo. Las protestas de la oposición y de sectores de la población son, en parte, comprensibles, porque durante mes y medio las autoridades han dado una imagen de la guerra que no se correspondía a la realidad. El propio Tonoian, artífice de la postura proactiva en Armenia, reconoció que el cambio de estrategias no sirvió para nada: “las armas de quinta generación que Azerbaiyán usó con el apoyo de Turquía hicieron que para nosotros fuera imposible atacar”. Es difícil predecir si Pashinian será expulsado del poder, aunque es evidente que a la oposición que se ha organizado contra él solo le importa el poder y en realidad no tiene ninguna propuesta para revertir esta derrota a corto-medio plazo. Pashinian tratará de aferrarse a su puesto, todavía cuenta con el apoyo de parte de la nación. No obstante, el presidente ya se ha manifestado en su contra y se ha sumado a aquellos que buscan destituirle. Múltiples cargos armenios ya han renunciado a su puesto y una grave crisis política y civil asola el país. Los distintos clanes políticos que se han visto perseguidos por Pashinian desde 2018 intentarán cobrarse su venganza. Armenia debe reorganizarse e introducir muchas reformas que llevarán un tiempo considerable, las propuestas sobre modificar el acuerdo tripartito o incluso revertir las pérdidas territoriales ahora son pura propaganda además de irreales. 

En el plano militar, habría que exigir responsabilidades a cargos militares armenios ante su evidente falta de visión respecto a la situación real del país y sus capacidades, muchas vidas de jóvenes soldados han sido malgastadas a raíz de una mala planificación y preparación. Ahora que la guerra ha finalizado, momentáneamente, las carencias armenias quedan aún más evidentes. Con ello, empiezan a aflorar más razones para la no intervención rusa. Aparte del ya mencionado detalle de que Rusia no reconocía el Alto Karabaj como territorio armenio y por ende no estaba obligada a intervenir, en Moscú sabían que Armenia no podría hacer frente a Azerbaiyán y que la política proactiva de Tonoian estaba condenada desde el principio. Éste no hizo más que tensar la situación. Rusia discrepó con este cambio en la mentalidad y decidió no arriesgar la vida de sus tropas más de lo necesario en un conflicto que podría haber escalado e incendiado todavía más la región. Según la lógica de Rusia, Azerbaiyán ya tendría lo que quiere. En una reciente entrevista Vladimir Putin afirmó que entre el 19-20 de octubre había convencido a Aliyev para frenar los combates. Armenia perdería territorio en el sur y debería permitir el retorno de refugiados azeríes a Shushi, Pashinian se habría negado a tal cosa y el acuerdo no fructificó. El presidente también criticó los intentos de la oposición armenia por señalar a «traidores» (en referencia a Pashinian) en un momento en el que el país debe permanecer unido. 

Aquellos que afirmen que Armenia debe romper con Rusia a raíz de la “traición”, quizás deberían volver a pensar en todo lo anterior, ¿qué estado estará dispuesto a ayudar directamente? ¿Grecia, Francia, Irán, India? Armenia sin duda comenzará a tejer relaciones más profundas con otros estados, el tiempo dirá si tienen éxito. La popularidad de Rusia en el país se verá obviamente dañada y podría surgir una clase política más hostil a su vecino eslavo. Pese a ello, no hay que hacerse muchas ilusiones a corto plazo, no parece que el panorama de alianzas vaya a verse muy alterado. Rusia seguirá manteniendo su base en Armenia y también siendo un importante vendedor de armamento, romper con Rusia no cambiaría la realidad en la que se encuentra el país. 

Dejando ya de lado el papel armenio, toca indagar en el resto. Se ha llegado a decir que el despliegue de tropas rusas representa un “éxito”, ya que toda expansión o incremento de tropas en la región es por ende, una victoria. Es cierto que ahora Rusia cuenta con fuerzas de paz en el Alto Karabaj y que tal cosa no se logró en los 90, ¿pero acaso alguien contemplaba una situación distinta? Se da por hecho que la derrota armenia o la expansión de la influencia turca en el Cáucaso/Asia Central era inevitable, hubiese guerra o no, ya que Azerbaiyán es superior en diversos ámbitos a Armenia y Turquía lleva años expandiendo el panturquismo. Mientras, Rusia nunca ha alcanzado el potencial de la URSS, aun cuando a muchos en Rusia u Occidente les hagan creer lo contrario para labores de propaganda y contrapropaganda. De la misma forma que lo anterior, el despliegue de tropas rusas no es precisamente nuevo. Era algo totalmente predecible en caso de producirse una guerra que ya se daba por inevitable. La propia Rusia ya se ofreció a enviar fuerzas de paz en múltiples ocasiones durante el mes de octubre. Rusia cuenta con una base en Armenia y es todavía una de las potencias con voz en la región, por tanto, ¿dónde está la novedad en el despliegue? No es que estemos precisamente ante un gran vuelco en la balanza o ante una táctica magistral en la que Putin se haya sacado un as de la manga. 

Puede que Rusia haya aumentado su presencia militar en territorio armenio y azerí, controlando a su vez dos corredores importantes y atando en corto a las autoridades armenias, pero esto también significa que la apuesta rusa es mayor y por ende el riesgo. El tiempo dirá si todos los costes derivados de la inacción, que son muchos, han valido la pena. Aparte de esto, Rusia ha conseguido mandar un mensaje al público doméstico, las revoluciones (en referencia a Armenia 2018) sólo traen caos, desgobierno y derrotas. 

El mensaje que se manda a Azerbaiyán es que ésta tiene más libertad de acción. A diferencia de estados de la antigua URSS como Ucrania o Georgia, que despliegan políticas percibidas como rusófobas/hostiles, Azerbaiyán no hace tal cosa. Es un buen cliente comercial y ha sido recompensado por ello, aunque eso no significa que el vínculo entre Moscú y Bakú aumente. No se debe pasar por alto que los azeríes siguen su propio camino y tienen proyectos propios que les alejan cada vez más de Rusia. El clan Aliyev sale muy reforzado y gana en popularidad en medio de una pandemia que afecta a su principal medio de subsistencia, la venta de recursos energéticos. Ahora que la influencia turca aumenta, queda por ver hasta qué punto está Aliyev dispuesto a convertirse en un peón de Ankara. 

Ahondando en las tropas que ha desplegado Rusia en el Karabaj, hay que decir que constan de 1960 militares, 90 vehículos blindados de transporte y 380 vehículos ligeros junto con equipo de apoyo. Son parte de la 15ª Brigada Independiente de Fusileros Motorizados, la cual está subordinada al Distrito Militar central. No son los típicos cascos azules. La 15ª Brigada estuvo presente en el conflicto contra Georgia en 2008, marcando los límites entre abjasios y georgianos. También ha ejercido labores en la frontera con Ucrania y algunos de sus miembros han estado presentes en labores de pacificación en Siria. En resumen, se compone de profesionales con experiencia en mantener la paz, pero también en la “coerción a la paz”. La doctrina militar rusa es principalmente defensiva y acorde a sus capacidades depende del rápido despliegue de tropas mecanizadas dentro de Rusia y en el extranjero cercano. La 15ª Brigada representa una fuerza expedicionaria cuya labor sería resistir en inferioridad numérica hasta que los refuerzos se desplegasen. Aquí juega un rol muy importante la visión del gobierno ruso y de Putin en particular. El derribo del helicóptero Mi-24 ruso, apenas unas horas antes del anuncio del acuerdo tripartito, bien podría haber sido una provocación que buscase una dura e inmediata respuesta rusa, algo que quizás funcione con las autoridades de EE.UU, pero no con Rusia. Que Rusia no actúe no significa que le de igual, guste o no, un resultado ventajoso es la mejor represalia (ya se vio en Siria). Así lo entienden en el Kremlin, son conscientes de sus capacidades reales.  

Las tres crisis que han estallado casi simultáneamente en el espacio postsoviético: Bielorrusia, Alto Karabaj y Kirguistán, han dejado en evidencia una vez más el enfoque que Rusia despliega hacia su vecindario: 

  • El principal interés de Rusia es Rusia. Ante la guerra en Alto Karabaj, Rusia prefirió mantener la estabilidad en casa. Se decidió que intervenir no sería rentable de cara al público doméstico ruso, hastiado por las dificultades económicas y por la ya impopular intervención en Siria. Se mantiene intacta una relación importante con Azerbaiyán y se continúa evitando una colisión regional con Turquía asumiendo el coste del debilitamiento armenio y la pérdida de prestigio. 
  • El «espacio postsoviético» es un término poco útil para los años en los que estamos. En lo que respecta al Kremlin, todos los estados que surgieron de las antiguas repúblicas soviéticas están solos. Para Rusia todos son estados extranjeros, mantienen las emociones al margen de la política. No habrá apegos especiales ni más descuentos. Cada relación bilateral es juzgada por los méritos. 
  • Las relaciones bilaterales con los aliados dependen menos de las personalidades gobernantes y más de los intereses. Esto ya fue evidente en las dos revoluciones kirguisas anteriores (2005-2010), en Ucrania 2014 y en la revolución armenia de 2018. Rusia se preocupa principalmente por sus propios intereses en los países afectados y se centra en protegerlos, aún cuando tenga que asumir ciertos costes según toque. 
  • Los compromisos no son indefinidos, son recíprocos. Rusia hará lo que está obligada a hacer según los acuerdos firmados, pero nada más. Si un aliado se involucra en una política exterior de múltiples vectores, deberá esperar una actitud similar de Rusia.
  • Rusia demuestra tener en cuenta sus limitaciones, ya que adapta sus fines a los medios de los que dispone.

Otro punto a destacar en el caso ruso es que su inacción en el Alto Karabaj puede alimentar el ímpetu ucraniano en Donbass. No es ningún secreto que las autoridades de Kiev están interesadas en adquirir armamento turco, especialmente los drones que tan efectivos han sido contra los armenios. Se han estado preparando durante varios años y es poco probable que esto haya pasado desapercibido a los estrategas del Kremlin. 

Pese a que Turquía reafirma y acelera la expansión de su influencia en la región, se ha llegado a decir que sus ganancias podrían haber sido mayores. A diferencia de lo que se ha visto en los escenarios sirio o libio, Turquía no ha sido tratada del todo como un igual, al no ser incluida en el acuerdo y no contar con tropas sobre el terreno. Esto sin embargo parece que va a cambiar, ya que Turquía acaba de aprobar el envío de tropas de paz a Azerbaiyán (durante 1 año y prorrogable). Turquía también obtiene un muy simbólico puesto en el Centro de Observación de la Paz que se establecerá en el territorio azerí. El personal militar y civil que enviará Turquía a Azerbaiyán se desplegará en dicho centro, pero conforme al Acuerdo de Cooperación y Asistencia Estratégica Turco-Azerí de 2010, ambos estados pueden pactar cualquier otro despliegue. Es decir, puede parecer que Turquía queda supeditada con Rusia a lo que se ha pactado para el Centro de Observación para la Paz, pero por separado con Azerbaiyán puede desplegar las tropas que considere necesarias en territorio azerí, incluyendo también el territorio recién adquirido. El ministro de exteriores ruso, Lavrov, ha negado tal despliegue, pero todo es posible. 

Pese a que algunos han intentado infravalorar los resultados finales que obtiene Turquía, el avance de las tropas azeríes representa por sí solo una victoria para Ankara, dado el factor de “una nación dos estados” que la une con Azerbaiyán. Turquía también ha conseguido dañar al formato OSCE Minsk (Rusia-Francia-EE.UU), por el que Rusia apostaba, y mantener a los poderes occidentales fuera no sólo de la toma de decisiones, sino también de cualquier consulta o pronunciamiento (que es algo que buscaba Rusia). Esto es también decisivo para Turquía, que, una vez más sale indemne de sus aventuras agresivas. Turquía sigue empleando a Rusia como trampolín para sus aspiraciones, Rusia es a la vez su rival y el medio a través del cual Erdogan demuestra a su población que son un país poderoso que se codea con los grandes. Pese a ello, no se debe ignorar que el líder turco está tensando cada vez más una cuerda que terminará por romperse, es cuestión de tiempo.

La victoria azerí ha alterado el mapa del Cáucaso sur. El éxodo de la población armenia es un hecho, igual que la población azerí huyó en su día. Por ello merece una mención todo lo relativo al legado cultural, que sin duda se verá afectado. El monasterio de Dadivank forma parte de las edificaciones que quedan dentro del nuevo territorio azerí. Los autoridades armenias ya han sacado del mismo todos los elementos de valor que podían moverse sin ser dañados, negándose a dejar su historia en manos azeríes. Los azeríes, a su vez, se han indignado al ver que los armenios destruyen las casas o pertenencias que abandonan, afirmando que Armenia busca provocar un «desastre ecológico». Se publicaron supuestas imágenes de una mezquita en el pueblo de Alkhanli, que en algún momento fue convertida en un corral, causando enfado en Azerbaiyán. No obstante, también causó estupor en el lado armenio un video donde un combatiente, aparentemente azerí, hacía proclamas subido sobre una iglesia armenia, recordando a las imágenes de albaneses destruyendo iglesias serbias en Kosovo a principios de los 2000. El futuro de cementerios, restos arqueológicos o iglesias como la de Gtichavank (del siglo XIII), los restos de la antigua ciudad de Tigranakert (fundada en tiempos de Tigran II, cuando Armenia estaba en la cúspide de su poder), la basílica de Tsitsernavank o el monasterio de Amaras, entre otros muchos, generan gran preocupación en Armenia y en la pequeña parte de la comunidad internacional que todavía presta atención a la preservación del legado histórico. 

El ministro de cultura de Azerbaiyán declaró que consideran a muchos de estos monumentos como herencia de la cultura albana caucásica y no armenia. Esto no es algo nuevo, las tesis que disputan el legado armenio de muchos monumentos de la región fueron impulsadas por el historiador azerí Ziya Buniatov a mediados de los años sesenta del siglo pasado. No habría que descartar una «reconversión». Desde una perspectiva más positiva, durante los últimos años, Armenia restauró la mezquita azul en Ereván, en Karabaj se restauraron dos mezquitas de Shushi, mientras que los azeríes restauraron la iglesia armenia del centro de Bakú, aunque evitaron situar una cruz en ella. 

¿Qué pasará con los monumentos y edificios históricos que cambian de manos? Los más famosos muy posiblemente sean preservados, bajo una historiografía distinta y antiarmenia, obviamente. Pero muchos otros no tan famosos serán destruidos, al igual que fue destruido el cementerio medieval de Julfa en el exclave azerí de Najicheván. Tanto Armenia como Azerbaiyán son miembros de la UNESCO y deben respetar las convenciones internacionales sobre el legado cultural, incluida la convención de la Haya de 1954. Pese a esto, cementerios y pequeñas iglesias serán sin duda las mayores víctimas culturales del cambio territorial. A su vez, mismo destino sufrirán los jachkar o «cruces de piedra», esculpidos a mano y parte del legado del arte armenio presente en el Cáucaso desde la Antigüedad. Éstos serán muy posiblemente destruidos bajo la justificación de que han sido instalados por los armenios para «reclamar una tierra que no es suya». El histórico odio entre las partes no juega a favor de la preservación precisamente. 

No será la última vez que el Alto Karabaj sea motivo de noticias, el conflicto no está en absoluto resuelto y todavía queda mucho por hacer. El alcance de la victoria/derrota de las distintas partes continuará siendo motivo de debates y discusiones, pero muchas personas ya están sufriendo las consecuencias sobre el terreno. 

 

 


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