Tras la desintegración del Rus de Kiev y el asentamiento del poder e influencia mongoles en los territorios del norte y noreste, las antaño prósperas y fértiles tierras del sur que hoy constituyen la actual Ucrania fueron objeto de pugna entre diversos actores. Los mongoles sufrieron derrotas a lo largo de los siglos XIV y XV, su poder e influencia se redujeron y la identidad nacional rusa empezó a florecer, principalmente debido a dos potencias clave: la República de Nóvgorod y el Principado de Moscú. No obstante, en las tierras de Ucrania el panorama era muy distinto.


Tal y como se expuso en la parte primera de esta serie de artículos, potencias como Lituania, Polonia o Hungría ya habían empezado a ejercer su influencia sobre el oeste de Ucrania durante las etapas de conflictos internos en el Rus de Kiev. Cuando el Rus de Kiev se rompió, estas potencias se lanzaron al ataque. Durante el siglo XIV, Polonia y sobre todo Lituania lanzaron una serie de ofensivas contra los principados de Galitzia-Volinia y Kiev respectivamente. A finales del siglo XIV, Lituania y Polonia llegaron a enfrentarse entre sí por un conflicto de sucesión en esos territorios, siendo cada una de ellas apoyada por diferentes nobles locales, así como por potencias externas, incluidos los mongoles.

No hay que olvidar que aparte de la fragilidad interna y la falta de un gobierno propio que ocasionaba el dominio extranjero, la población local, la cual practicaba el cristianismo ortodoxo y guardaba todavía similitud cultural con los principados del norte, se empezó a ver sometida a un proceso de alteración cultural por parte de las potencias católicas. La presencia de nobles polacos y lituanos que practicaban otra rama del cristianismo comenzó a hacer mella. Por si esto no fuera suficiente, la gran devastación ocasionada por las guerras y la invasión mongola hizo que lituanos, pero sobretodo polacos, enviasen a sus compatriotas a repoblar los nuevos territorios conquistados y reconstruir las ciudades, lo cual tenía como objetivo incrementar el proceso de asimilación de la antigua población del Rus de Kiev.

Polonia y Lituania comenzaron un proceso de unión dinástica en Krewo (1385), el cual más tarde sería ampliado por otros procesos de unión y fusión nobiliaria a lo largo del siglo XV y que desembocaría en la Unión de Lublin en 1569 y la creación de la República de las Dos Naciones (Mancomunidad Polaco-Lituana).

Mientras esto sucedía en la mitad oeste de Ucrania, la mitad este, el sur y Crimea cayeron bajo el control de la Horda de Oro, un estado mongol que se origina como consecuencia del reparto del Imperio Mongol entre los sucesores de Gengis Kan. La Horda de Oro, a pesar de lo que pudiera parecer no fue un simple estado étnicamente mongol; si bien es cierto que los nobles mongoles ocupaban los cargos políticos y militares, no tuvieron problemas en mezclarse con la inmensa mayoría de población no mongola, así como adoptar costumbres de los locales o influir culturalmente sobre los mismos.

Los mongoles ejercían dominio no sólo sobre la población eslava local, sino también sobre los diversos pueblos nómadas de las estepas que poblaban parte de esas tierras antes de su llegada: cumanos, kazajos, kirguises y diversos pueblos del Cáucaso. Curiosamente, esta mezcla influenció, muy probablemente, el origen de los tártaros, un nombre colectivo empleado para designar a pueblos nómadas (mayoritariamente de religión musulmana suní) que abarcan desde el este de Ucrania y Crimea, pasando por el sur de Rusia, Asia central y el sur de Siberia. El origen del término y su significado es objeto de múltiples debates y teorías, pero a ciencia cierta y hasta donde le compete a este artículo, se puede afirmar que engloba a toda una serie de gentes que encuentran su origen en la mezcolanza de eslavos y pueblos nómadas (túrquicos o no) cuyos destinos se entrelazaron a lo largo de muchas etapas de migraciones y conquistas en la extensísima estepa.

La Horda de Oro vivió una etapa de cierta prosperidad hasta que divisiones internas entre las clases dirigentes motivaron que algunos de los clanes optasen por mudarse a Crimea y abandonasen del todo su modo de vida nómada. Decidieron nombrar a un gobernante e invitaron al trono a Haci I Giray, un rival de la clase dirigente de la Horda de Oro y lejano descendiente de Gengis Kan. Haci I Giray fundó el Kanato de Crimea en 1449, después de una guerra de independencia contra la Horda de Oro en la que contó con apoyo de Lituania. A los pobladores de este Kanato se les conoce desde entonces como los tártaros de Crimea. Tras la muerte de Haci, el Imperio Otomano aprovechó la inestabilidad interna del Kanato para intervenir en el mismo y convertir a dicho territorio en un protectorado.

El Kanato de Crimea sirvió como punta de lanza de los intereses otomanos en la zona. El pillaje y los saqueos de la temida caballería tártara sembraron el caos en las estepas de la mitad sur y este de Ucrania. La esclavización de campesinos eslavos era algo habitual entre los siglos XV y XVII y fue una fuente de ingresos para los tártaros. Ni siquiera los dominios de Polonia-Lituania estaban exentos de estos ataques. Durante casi tres siglos una inmensa cantidad de población estuvo a merced de los asaltos y esclavización tártara.

Extensión del ‘Campo Salvaje’

Historiadores como Mijaíl Kizilov consideran que los saqueos y el consecuente comercio de esclavos a los que fueron sometidos los territorios de Ucrania, Rusia y Polonia-Lituania conllevaron la “exportación” de varias millones de personas, recordemos, durante casi tres siglos. Los esclavos eran confinados en el Kanato de Crimea o llevados al Imperio Otomano u otros puntos de comercio con la colaboración de comerciantes venecianos y genoveses. Los hombres eran utilizados principalmente para tareas pesadas y como esclavos en galeras. Las mujeres por su parte, eran víctimas de la explotación sexual. Otros historiadores como Valeri Vozgrin minimizan el impacto de este comercio y considera que es sobredimensionado por gran parte de los autores.

El área donde operaban los tártaros de Crimea era conocida como “El Campo salvaje”. En ese amplio territorio se desarrollaron gran parte de las luchas entre los distintos actores que pugnaban por su control. También fue en esta zona donde surgieron los cosacos, elemento clave en la formación y consolidación de la identidad nacional ucraniana posterior al Rus de Kiev.

No existe una fuente que nos provea de la información suficiente sobre el origen exacto de los cosacos. No obstante, lo más probable es que tengan su origen en una mezcla de campesinos eslavos, hombres libres y diversos grupos de nómadas o incluso tártaros que optaron por forjar su propio destino en una época de conflictos y peligros continuos.

Gran parte de la historia temprana de los cosacos fue contada por cronistas polacos, rusos o incluso turcos. Uno de ellos es Marcin Bielski, según quien, durante el siglo XVI la cantidad de cosacos empezó a aumentar de forma significativa. Los cosacos crearon diversos Sich fortificados en la cuenca inferior del Dniéper y sus rápidos. Allí se dedicaban a la pesca, caza y a la apicultura durante el verano. Durante el invierno se dispersaban entre las zonas urbanas del norte y oeste de Ucrania. El principal centro cosaco se situó en la moderna región de Dnipropetrovsk. La localización exacta del bastión del Sich de Zaporozhia se encuentra hoy en día inundada por la reserva natural de Kakhova. Desde allí otras fortificaciones importantes fueron creadas a lo largo de los años.

Si bien gran parte de los cosacos eran étnicamente eslavos y de religión cristiano ortodoxa, se caracterizaban por ser una comunidad libre que normalmente aceptaba entre sus filas a cualquiera que desease seguir su modo de vida. Los cosacos habitaban las tierras del Campo Salvaje, donde constituyeron muchas de sus comunidades, pero algunos se desplazaron hacia otras zonas. Los grupos de cosacos más notables fueron los del Dniéper, Don o Volga, pero los que marcaron gran parte de la historia ucraniana fueron los cosacos de Zaporozhia o “Zaporogos”.

El nombre de estos cosacos está asociado a la frontera natural que constituyen el Río Dnieper y la frontera de los bosques de la mitad oeste de Ucrania con el comienzo de la estepa de la parte sureste del actual país. “Za Parozhi”, traducido como “tras los rápidos” o “tras el umbral”, según otras interpretaciones, hace referencia a esta área del Campo Salvaje donde se refugiaban aquellos que huían del feudalismo Polaco-Lituano o de la esclavitud Tártara. En esta tierra se establecieron, fuera de toda jurisdicción, diversos Sich, sustantivo proveniente del verbo сѣчь, que significa “cortar” y que muy probablemente se refiere a las picas o estacas afiladas de madera que se podían encontrar alrededor de sus asentamientos y que hacían las veces de sistema defensivo.

El museo de Jortitsya, una pequeña recreación del aspecto que tenían los Sich cosacos. Se encuentra en la isla de Jortitsya cerca de la ciudad de Zaporizhia y de la localización de la primera fortaleza cosaca erigida en el siglo 15.

Los cosacos no servían a nadie; solamente a sí mismos y, como se ha mencionado anteriormente, debían vivir entre varias potencias que pugnaban entre sí. Es por ello que solían aliarse tanto con la Mancomunidad Polaco-Lituana, como con los Tártaros de Crimea o con Rusia según les convenía. Si podían aprovechar para saquear los dominios de alguno de sus rivales lo hacían, y también podían recurrir a la piratería en contra de los intereses tártaros y otomanos. A su vez, una de las posibles motivaciones para constituirse en asentamientos era la de defenderse de los ya mencionados pillajes tártaros que buscaban esclavizar a la población campesina.

Los cosacos, conscientemente o no, se alzaron como los defensores de la población del Campo Salvaje o “tierras libres” y con ello contribuyeron al posterior nacimiento de la identidad nacional ucraniana que consecuentemente pugnaría por conseguir la independencia y la paz en sus tierras, libres del sometimiento de cualquier potencia exterior.

Los cosacos tenían una serie de comandantes en jefe, siendo el de mayor rango el hetman o atamán. Este cargo se otorgaba por decisión de un consejo integrado por los cosacos más experimentados. El hetman hacía las veces de Jefe de Estado, pero no tenía poder absoluto; las decisiones importantes debían ser aprobadas por una asamblea llamada rada (o krug). El hetman también podía actuar como dictador electo (similar al caso romano) en caso de guerra. A su vez, un hetman podía ser destituido si se consideraba que no obrara correctamente. Es más, otro cosaco podía postularse a hetman en caso de considerar que podría hacerlo mejor. No obstante, este cambio estaba sujeto, como siempre, a la decisión y votación de la asamblea.

Pocos movimientos nacionales modernos se basan realmente en una conciencia étnica primigenia. Al contrario, a menudo se crea sobre la marcha, y a veces, pecando de racismo. Algo característico de los cosacos es que en gran medida excluyeron la etnicidad o la estirpe común en su definición propia. Al ser campesinos libres y luchadores sus orígenes, como ya se ha expuesto, tenían su base en una gran mezcolanza de gentes. Lo que les unía no era la sangre, sino las creencias.

“Los cosacos zaporogos escriben una carta al sultán turco”. Pintura de Ilya Repin. Este es uno de los cuadros más famosos y que representa a los cosacos en todo su esplendor. A pesar de que las tropas otomanos fuesen derrotadas en batalla, el sultán turco exigió la rendición de los cosacos. Estos, con gran júbilo, le contestaron en una carta llena de burlas e insultos»

A finales del siglo XVI y con la consolidación de la Mancomunidad Polaco-Lituana, los cosacos llegaron a un acuerdo con el Rey Segismundo II -Rey de Polonia y gran duque de Lituania-, según el cual cierto número de cosacos pasarían a formar parte de la caballería ligera de la Mancomunidad, defendiéndola de las incursiones de los tártaros de Crimea, así como evitando revueltas entre el campesinado. Estos cosacos engrosarían un registro especial y gozarían de una serie de privilegios y recompensas por su servicio, posesiones y tierras.

Hay que mencionar que la Mancomunidad Polaco-Lituana fundó un sistema político denominado Zlota Wolnosc (Libertad de oro). Este sistema constituyó una especie de República donde había elecciones, un parlamento y una clase oligárquica denominada szlachta (alta burguesía). La szlachta provenía del feudalismo medieval, servía como contrapeso al poder del Rey, participaba en la política, y podía optar a diversos cargos militares además de poseer tierras.

Con el tiempo la szlachta fue ganando en poder y podía llegar a amenazar el poder real. Otro punto importante y habitualmente ignorado es el de la comunidad judía en la Mancomunidad, especialmente en Polonia. Muchos judíos, víctimas de persecución en el resto Europa, huyeron a Polonia (entre ellos muchos sefardíes) y allí gozaron de bastantes derechos y protección por parte de la corona. Pudieron practicar libremente su religión y prosperar en la sociedad polaca. La contribución a la cultura fue especialmente destacable. No obstante, es aquí donde llega uno de los puntos históricamente conflictivos. Los judíos de Polonia podían elegir a un Rabino jefe que gozaba de poderes jurídicos y financieros. Es más, las autoridades polacas permitieron que la comunidad judía y sus altas esferas se hiciesen cargo de parte de las finanzas, la recaudación de impuestos y que actuasen como prestamistas. Esto tuvo un fuerte impacto entre el campesinado ucraniano, entre los cuales se formó una mala imagen de los judíos, vistos también como parte del sistema de opresión. Si bien gran parte de lo que los judíos recaudaban era para la Corona, es probable que fuese un germen para el consecuente antisemitismo y los pogromos contra la población judía.

Las circunstancias socio-económicas y políticas de la Mancomunidad Polaco-Lituana disgustaban a los cosacos. El poder oligárquico llegó a imponer la servidumbre con el fin de incrementar la producción y con ello las ganancias que obtenía de la agricultura en las fértiles tierras ucranianas. Esto conllevó una seria pérdida de libertades entre la población campesina. A su vez, como se mencionó con anterioridad, se trató de convertir a la población ortodoxa al catolicismo y a polonizarla. La presencia polaca en el oeste de Ucrania motivó la implementación de la Iglesia Católica Oriental o Iglesia Uniata (peyorativo). Es una iglesia que forma parte del cristianismo católico y a diferencia de las iglesias ortodoxas orientales, las cuales son autocéfalas, la autoridad dominante es el Papa. Esta iglesia formó parte del intento de la Mancomunidad Polaco-Lituana de convertir y asimilar a la población local ortodoxa. Hasta hoy en día esta iglesia domina en la parte occidental de Ucrania, la cual permaneció durante más tiempo bajo el dominio y la influencia polaca.

Esta situación motivó aún más que campesinos huyesen al Campo Salvaje y erigió a los cosacos como defensores del campesinado ante las tropelías de la Mancomunidad. La situación conllevó una importante serie de rebeliones contra el poder de la misma. Entre 1591 y 1638 tuvieron lugar cerca de 8 rebeliones, si bien algunas obtuvieron un éxito inicial, todas acabaron siendo reprimidas. A pesar de esto, el constante conflicto no evitó que los cosacos luchasen de parte de la Mancomunidad Polaco-Lituana en varias guerras contra el Zarato Ruso, Suecia o el Imperio Otomano. Es más, los cosacos tuvieron un impacto en la Smutnoe vremya (época tumultuosa) en Rusia. Un periodo entre la muerte del último ruríkida, en 1598, y la llegada al trono de los Romanov en 1613. Durante estos años la Mancomunidad llegó a ocupar el propio Kremlin en Moscú, y junto con la intromisión de otras potencias como Suecia, que atacó por el norte, Rusia estuvo al borde de la disgregación y desaparición.

La prosperidad en la que se hallaba la Mancomunidad motivó una mayor presión hacia los cosacos de zaporozhia, quienes en 1648 y liderados por el hetman Bogdan Hmelnitsky se alzaron en una rebelión. Los cosacos se vieron apoyados por el campesinado ucraniano y por los tártaros de Crimea. La rebelión fue un duro golpe contra el poder de la szlachta polaca. La  rebelión se extendió por todo el territorio de la actual Ucrania, llegando hasta las actuales Bielorrusia y Moldavia. El conflicto se prolongó hasta 1657, y durante el mismo muchas, masacres tuvieron lugar. En esas masacres, tanto población civil polaca como clérigos católicos y judíos sufrieron persecuciones. Si bien no es justificable, debemos ver esto desde la perspectiva amplia ya explicada: la larga etapa de dominación, represión y excesos por parte de la Mancomunidad Polaco-Lituana tuvo su igual respuesta y por desgracia, sentó las bases para futuros excesos de unos sobre otros.

Con el inicio de la rebelión se declaró la constitución del Hetmanato cosaco, que se extendió entre las regiones centrales de la actual Ucrania. Bogdan Hmelnitsky estaba a la cabeza del mismo. En 1654 Hmelnitsky se reunió con el Zar Alexei I de Rusia en Pereyaslav con el objetivo de tratar la rebelión contra la Mancomunidad, un asunto en el que Rusia estaba evidentemente interesada. Los cosacos ya no podían confiar en sus ambivalentes aliados tártaros de Crimea debido a sus excesos sobre la población, y optaron por asegurarse el apoyo ruso. La naturaleza final del acuerdo es discutida por historiadores rusos y ucranianos. Supuestamente Hmelnitsky pidió asistencia militar y protección a Rusia a cambio de una alianza y posterior juramento de lealtad al monarca ruso, lo cual sentó las bases para la futura integración del Hetmanato dentro de Rusia. La historiografía ucraniana considera que el tratado era una mera alianza militar y muestra sus dudas acerca del alcance del juramento, argumentando que fue el principio de una situación de desigualdad de Ucrania respecto a Rusia.

“Para siempre con Moscú. Para siempre con el pueblo ruso”. Pintura de Mikhailo Jmelko. Este cuadro es una representación de la firma tratado de Pereyaslav. Recordemos que es un momento controvertido en la historia. Unos consideran que fue un momento clave para fortalecer la unión ucraniano-rusa. Otros consideran que fue una vasalización.

Sea como fuere, el tratado conllevó al inicio de la guerra Ruso-Polaca (1654-1667), lo cual constituyó a su vez un añadido a la época de “El Diluvio” (potop szwedzki). El Diluvio constituyó el principio del fin de la Mancomunidad Polaco-Lituana como la potencia reinante en el Este de Europa.

Igual que hizo contra Rusia durante su época tumultuosa, Suecia aprovechó la debilidad de la Mancomunidad para atacar junto con sus respectivos aliados, luchando en varios frentes. A pesar de contar con sus respectivos aliados y de intentar firmar el tratado de Hadiach con los cosacos, la Mancomunidad salió mal parada del conflicto. En el tratado de Andrusovo entre Rusia y la Mancomunidad se estableció que los territorios del margen izquierdo norte del Dniéper, partes de la actual bielorrusia y Kiev serían para Rusia. A su vez, se estableció que el Hetmanato cosaco sería un condominio donde tanto Rusia como la Mancomunidad ejercerían su influencia.

A pesar de esto, a largo plazo la victoria fue para Rusia, ya que obtenía una fuerte influencia sobre el Hetmanato y toda la orilla este del Dnieper y además se erigía como la defensora de la ortodoxía en la zona y el patriarcado de Moscú ganaba poder y relevancia sobre la iglesia ortodoxa ucraniana. Si bien el Hetmanato mantuvo su independencia de facto, a la larga no sería capaz de sostenerse ante un estado ruso con un poder siempre creciente. Una vez el conflicto había terminado, Ivan Mazepa, el hetman entre 1687 y 1708 trajo estabilidad y prosperidad al Hetmanato y se prosperó económica y culturalmente. Aún así, hubo conflictos entre facciones favorables a los polacos, a los rusos y aquellos que preferían mantener un estado independiente. Si bien la gran parte de la población local ucraniana ya no estaba sujeta a una eventual conversión religiosa por parte de Polonia, durante las época de Piotr I y Ekaterina II se llevaron a cabo procesos de integración y asimilación de los territorios del Hetmanato dentro del Imperio Ruso con el establecimiento de distintos Prikaz (representaciones político-militares rusas que fueron reduciendo el papel de los dirigentes cosacos locales). A su vez, el envío de campesinado ruso a esas tierras se hizo algo común, ya sea con intención de rusificar o de repoblar un territorio plagado por el conflicto. Este fue uno de los factores que empezó a determinar una diferenciación étnico-linguística del este y sur ucranianos, más cercanos a Rusia, respecto al centro y oeste del país.

Como apunte destacable, no se puede obviar la mención a la Constitución de Pilip Orlik (secretario de Ivan Mazepa); una constitución escrita en 1710 (de las primeras constituciones estatales en Europa) y que establecía una división de poderes, limitaba el poder del hetman como Jefe de Estado y profundizaba en el desarrollo de la rada (krug) o asamblea existente entre los cosacos. Esta Constitución precedió a algunas de las creaciones teorico-políticas y de derecho comparado en la Francia prerevolucionaria.

Durante la Gran Guerra del Norte (1700-1721) entre Rusia, Suecia y sus respectivos aliados, los cosacos también sufrieron las consecuencias del conflicto, que se desarrolló en parte de su territorio. El hetman Ivan Mazepa intentó mantener su independencia al solicitar una alianza al Rey de Suecia, lo cual a corto plazo, conllevó un pretexto para que Rusia absorbiese el Hetmanato, ya que fue Suecia la que salió derrotada del conflicto. Gran parte de las altas esferas cosacas fueron perseguidas acusadas de traición. Muchos prisioneros de guerra del Hetmanato, que se habían aliado con Suecia en la guerra contra Rusia, fueron usados como mano de obra en la construcción de San Petersburgo. Tras ese conflicto, las esferas políticas en Rusia consideraron que para consolidar el poder de Rusia debían acabar con la autonomía del Hetmanato.

Con Ekaterina II de Rusia el Hetmanato fue finalmente abolido y Ucrania se convirtió paulatinamente en una región dentro del Imperio Ruso. En gran parte de los territorios del antiguo Hetmanato, Rusia creó la Gobernación de Nueva Rusia. El Imperio Otomano y el Kanato de Crimea fueron derrotados en sendos conflictos y Rusia se hizo definitivamente con el control del Campo Salvaje y la península de Crimea. A su vez, antes del final del siglo XVIII, las diferentes particiones de Polonia realizadas por Prusia, Austria y Rusia harían que ésta última se hiciese con el control de gran parte del oeste ucraniano.

Entre 1768 y 1769 tuvo lugar una importante rebelión cosaca, ésta vez en la ribera occidental del Dniéper. Esta rebelión es un episodio controvertido en la historia entre Ucrania y Polonia. La rebelión estaba encabezada por Maksym Zalizniak e Ivan Gonta, dos líderes cosacos que comandaban a los Haidamaki (Gaidamaki). Los Haidamaki eran grupos de cosacos, campesinos, mercenarios, e incluso nobles que se oponían a los intentos de la maltrecha Mancomunidad Polaco-Lituana por restablecer su poder e influencia en la ribera occidental de Ucrania. Los Haidamaki estaban motivados por las ya conocidas desavenencias, la servidumbre, la opresión, los intentos de conversión religiosa y el sentimiento anti polaco en general. Durante esta rebelión, supuestamente perdieron la vida miles de polacos, ya fuesen civiles, clero o incluso nobles y población civil ucraniana de confesión católica. La población judía tampoco salió muy bien parada y la brutalidad fue grande. Al final, la actuación militar conjunta polaco-rusa acabó brutalmente con la rebelión.

Los autores polacos suelen ofrecer una visión muy sombría de los acontecimientos con cientos de miles de víctimas. Las fuentes ucranianas en cambio, lo ven como otro símbolo de la resistencia nacional frente al dominio extranjero. El poeta Taras Sevchenko, padre de la literatura moderna ucraniana, por no decir del idioma moderno ucraniano escrito, dedicó un poema a esta rebelión.

Entre 1773 y 1775 se produjo la última rebelión organizada de los cosacos. No tuvo lugar en la actual Ucrania, pero de haber triunfado, podría haberla beneficiado. El instigador y líder de la misma fue Emelyan Pugachev, un cosaco de los Urales. Pugachev era un antiguo militar del ejército imperial ruso que aprovechó  la dificil situación de los campesinos durante la guerra que Rusia libraba con el Imperio Otomano y afirmó que era Piotr III (el predecesor y marido de Ekaterina II que, probablemente, fue asesinado por orden de ésta). Pugachev proclamó la abolición de la servidumbre y se le unieron no solo cosacos, sino toda clase de campesinos, miembros desafectos del ejército y personas de todas las etnias, incluso líderes religiosos musulmanes o budistas. Ekaterina II no iba consentir amenazas a su poder. Si bien la rebelión triunfó inicialmente, más tarde la situación se estabilizó y las fuerzas imperiales derrotaron y acabaron con la rebelión. Pugachev fue traicionado y entregado a las autoridades por sus propios compañeros cosacos para acabar siendo ejecutado. Ésta rebelión marcó el inicio de una servidumbre todavía más acuciada en toda Rusia y por ende, en Ucrania, reforzada por Ekaterina II. A pesar del trágico final, fue con seguridad, la primera gran revuelta contra el poder de los Zares en la cual participaron toda suerte de personas, independientemente de su origen étnico o creencias, sentando un precedente.

Gran parte del siglo XIX, ya bajo dominación rusa, transcurrió de forma relativamente pácifica, exceptuando conflictos como la invasión napoleónica o la Guerra de Crimea (1853-1856). Paulatinamente se fue formando una intelligentsia que estaba convencida del proceso de revitalización nacional ucraniana. El ya mencionado Taras Sevchenko, Mijailo Drahomanov, Mijailo Maksimovich o más tarde Mijailo Grushevskii son algunas de las personalidades clave que influirían en esta tarea de revitalización a partir de mediados del siglo XIX y hasta el periodo de la revolución rusa en 1917. La relativa industrialización, agitación y urbanización de la mitad este ucraniana contrastaría con la primordialmente rural y algo más conservadora forma de vida en la mitad oeste. A su vez, las respectivas influencias externas jugaron un papel clave en establecer una debilidad interna en la unidad nacional que siempre ha sido aprovechada por aquellos en busca de beneficio propio en detrimento de todo el país.

La historia determinó que Ucrania sufriría de numerosos y severos males. Años de dominación extranjera y continuas luchas en su territorio entre diferentes actores sentaron las bases de un futuro estado con un sentimiento nacional fácil de quebrar y/o dividir entre las potencias del momento, lo cual le ocasionaría problemas. La Ucrania del siglo XIX se adentraba en la época del romanticismo nacionalista, las revoluciones industriales y los movimientos obrero y sindical con la vista de nuevo puesta en la incertidumbre nacional. La estabilidad, no tardaría en romperse de nuevo.


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