Luego de unos intensos diálogos en La Habana, Cuba, que tomaron cerca de cinco años, el Gobierno de Colombia en cabeza del expresidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron un acuerdo de paz que pretendía acabar con medio siglo de confrontación armada.


 

A partir de este acuerdo se otorgó participación política a los exguerrilleros a través de la constitución de un movimiento político que mantuvo las mismas siglas de la antigua organización, pero con un diferente significado (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común). De forma paralela se creó una justicia transicional para garantizar la verdad, la justicia y reparación a las víctimas de los crímenes más atroces con ocasión al conflicto armado. 

De acuerdo con el ultimo informe entregado por el grupo de verificación de la Misión de la ONU en Colombia, el grupo guerrillero entregó 8.112 armas, 293.803 municiones de diferentes calibres de armas ligeras, 22.077 kilos de explosivos diversos, 25.216 metros de cordón detonante, 3.957 granadas de mano y de 40 mm, 1.846 minas antipersonal, 27.282 iniciadores-estopines y 1.130 municiones de mortero, entre los que se identifican de 81 mm, 60 mm y cohetes.  

En los primeros meses a la firma del acuerdo se destinaron unos territorios especiales donde estarían albergados la gran mayoría de excombatientes llamados Zonas Veredales de Transición y Normalización (ZVTN) que luego pasaron a llamarse Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR). Sin embargo, mientras todo esto pasaba surgió uno de los principales retos en materia de seguridad para lo que ha sido denominado el “posacuerdo” o “posconflicto” en Colombia. Desde mediados de 2016, un gran cumulo de guerrilleros del Frente 1 de las FARC anunció que se apartaba del proceso de paz.

Este rechazo al proceso de paz puso sobre la mesa uno de los riegos al momento de implementar el acuerdo y es que antiguos combatientes no estuviesen de acuerdo con lo negociado y volvieran al monte a delinquir. Este temor obedece a incumplimientos del Gobierno, pocos incentivos para permanecer en el proceso y lentitud en las fases tempranas de reincorporación. 

La firma de la paz trajo al país cafetero una reducción de la violencia homicida, secuestro, extorsión, y otros delitos que encabezaron las listas estadísticas durante varios años. Lo que no se tuvo en cuenta es que la retaguardia organizacional de aquellos disidentes de las FARC se volcaría a luchar a muerte por los territorios que contaron con la presencia histórica del grupo guerrillero. Se ha demostrado que incluso existen pactos de no agresión y cooperación con otras estructuras armadas para lograr el control territorial de portafolios de economías criminales.

Aunque no hay certeza de cuántos son los disidentes de las FARC, el Gobierno colombiano estima que hay entre 1.200 y 1.500 hombres. No obstante, algunas cifras extraoficiales hablan de al menos 3.000 hombres divididos en 30 estructuras a lo largo del país. Se hace difícil cotejar el pie de fuerza de las disidencias por las diferentes trayectorias que siguieron los integrantes de las FARC durante y después del proceso de negociación y de implementación del acuerdo. 

Otro factor que permite entender el por qué del surgimiento y evolución de las disidencias es que en algunos territorios no ha llegado la paz debido al abandono estatal, caldo de cultivo para la presencia de grupos subversivos en el que se ha presentado el fenómeno del “cambio de brazalete”, por el cual se pasa de un mando rebelde a otro a través de la ocupación de territorios y rutas de narcotráfico.

Este grupo de integrantes que se revelaron y mostraron inconformidad con el mando central de las FARC ahora expanden su empresa criminal por todo lo largo y ancho del país. El modus operandi de estos grupos sigue el curso de operatividad militar que regía al antiguo grupo guerrillero. Si bien son minoritarios en comparación con las FARC en su mejor momento o el ELN, han logrado ejecutar hostigamientos y ataques terroristas desde junio de 2016 a la fecha.

A medida que avanza la implementación del acuerdo, el poder y capacidad de desestabilización de estos grupos ilegales ha aumentado hasta el punto de que países como Ecuador y Venezuela estén sufriendo los “coletazos” del posconflicto, que consiste básicamente en una lucha por la suplantación organizacional armada. Incluso se habla que también operan y reclutan en territorio venezolano, específicamente en Táchira, Zulia, Apure y Amazonas.

Es el caso del grupo disidente de las FARC, Frente Oliver Sinisterra, comandado por alias Guacho, a quien se atribuye el secuestro y asesinato de tres periodistas del diario El Comercio en Ecuador y otros ataques en ese país demuestra que los diferentes frentes disidentes están siendo liderados por hombres con experiencia en guerra que antes manejaban los mandos medios de esa guerrilla. Los disidentes cuentan con un mando, un territorio de influencia y acciones sostenidas, mientras las otras estructuras solo son un grupo de “delincuentes” que se dedica al narcotráfico, según una directiva del Ministerio de Defensa de Colombia. 

El malestar por el programa de sustitución de cultivos ilícitos también los habría llevado a rearmarse con el fin de retomar el control del microtráfico y así poder regular la compra y venta de pasta de coca y cocaína. De acuerdo con el sistema SIMCI de la ONU en el país hay un sembrado histórico de 177 mil hectáreas de coca, cifra que no concuerda con las estimaciones de Washington que apunta a ser más de 222 mil hectáreas, por lo que se ha pedido endurecer la lucha contra el narcotráfico en el país. 

Su presencia en zonas estratégicas y corredores de narcotráfico se debe también al objetivo de frenar la presencia de crimen organizado o paramilitares, grupos que históricamente han sido rivales, aunque no en todos los casos al haber alianzas de división sectorial. 

 La degradación interna de tipo criminal de varias estructuras de las FARC puso a nuevos hombres que venían jugando un papel importante en la organización guerrillera pero que no hacían parte del Secretariado. “Gentil Duarte” en los departamentos de Meta, Caquetá y Guaviare, o de tipo más criminal como es el caso de “Guacho” en Nariño o “Jhon 40” y “Julián Cholo” en Guainía, en la frontera con Venezuela hicieron que se empezara a hablar de unas FARC 2.0. 

Aparte de las relaciones con las economías criminales, es importante entender el contexto social de cada facción en función de su historia beligerante, el perfil de sus actuales líderes y las trayectorias que siguieron durante y después del proceso de paz. La presencia de narcos locales e incluso internacionales como capos de los cárteles mexicanos ha hecho que se consoliden alianzas transnacionales que buscan en el narcotráfico un botín de guerra confrontando la presencia y acciones de otros grupos insurgentes. 

Según declaraciones del Gobierno y la Fuerza Pública, las disidencias de las FARC confirmadas en el país son las siguientes:

En Nariño: El Frente Oliver Sinisterra (FOS) o Guerrillas Unidas del Sur, liderados por alias ‘Guacho’, quien también ha incursionado con sus hombres en Ecuador y realizados ataques en ese país. Este grupo es integrado por excombatientes del Frente 29, Columna Móvil Daniel Aldana y la Columna Móvil Mariscal Sucre.

 

Excombatientes del Frente 29 y de la Columna Móvil Mariscal Sucre conformarían la Resistencia Campesina y Los de Sábalo.

 

En Cauca: Cuenta con la presencia de los frentes 6 (Norte) y 30 (Norte-Pacífico), y las Columnas Móviles Jacobo Arenas y Miller Perdomo (Norte del Cauca y Sur del Valle).

 

En Antioquia: Integrantes de los frentes 18 y 36 al mando de alias ‘Carnitas’ y ‘Cabuyo’.

 

En Oriente – Sur (Guaviare – Vaupés – Guainía y Sur de Meta – Caquetá – Putumayo):

 

Miembros de los frentes 1, 7, 14, 40 y 62, además habría facciones de los frentes 16 y 44 y la Columna Móvil Acacio Medina.

 

Adicionalmente, de los frentes 7, 14 y 62, en Caquetá, sur de Meta y el occidente de Guaviare, encabezadas por ‘Gentil Duarte’ y quien habría reemplazado a ‘Euclides Mora’, abatido por las Fuerzas Militares.

 

Del frente 40, en Mesetas (Meta), al mando de ‘Calarcá’. Del frente 1 en Guaviare, Vaupés, occidente de Guanía y sur de Meta con contados exintegrantes del frente 44, al mando de ‘Iván Mordisco’.

 

Integrantes del Acacio Medina y frente 16 en Vichada, quienes se estarían moviendo hacia el norte, en límites entre Casanare y Arauca, liderados por ‘John 40’ y ‘Chuspas’, respectivamente.

 

Además de miembros del frente 48 al mando de alias “Wilder” en Puerto Asís, Valle del Guamuez y San Miguel.

La masacre de siete personas en el municipio de Argelia a manos de la guerrilla del Ejercito de Liberación Nacional (ELN) en el que dos eran disidentes de las FARC, la grabación de la amenaza de un comandante paramilitar a una profesora en el Sur de Bolívar, y la sistemática muerte de líderes sociales en el país son hechos que hacen parte de la nueva radiografía del conflicto armado.

A esta radiografía del actual conflicto armado en Colombia, se suma el abandono de exdirigentes guerrilleros del proceso. Según distintas versiones, el exfarc Iván Márquez está acompañado de otro exfarc, alias El Paisa. Ambos estarían moviéndose entre los territorios de Caquetá y Putumayo, o estarían por el lado de Vichada y Guainía, en donde se encuentra el disidente alias Jhon 40, que se mueve en la frontera entre Amazonas, Guaviare y Venezuela. Estos lugares no son elegidos al azar, en esas zonas se han registrado fortalecimiento de las disidencias. 

En el bajo Putumayo existe presencia de disidentes de FARC que comparten frontera con Perú (VRAEM) y se reparten esa zona geopolítica junto con disidentes de la organización guerrillera Sendero Luminoso. En Ecuador (Esmeraldas) donde se han registrado más de 10 ataques terroristas en el curso del 2018, la justicia de ese país determinó que elementos de las Fuerzas Militares estarían vendiendo material de guerra a disidencias de las FARC en Colombia. Por otro lado, en Vichada coexisten disidencias de FARC y ELN y en Vaupés y Guainía se ha documentado la expansión del Frente 1 de las FARC comandado por Gentil Duarte.

La huida de los dos exfarc puede dar paso a una refundación de esa guerrilla, pues no se trata de mandos medios singulares sino de líderes guerrilleros que hicieron parte del Bloque Caribe comandado por Márquez y de la sangrienta Columna Móvil Teófilo Forero en cabeza del Paisa. Pensar entonces en unas FARC 2.0 no es para nada descabellado, las cartas entre alias Guacho y alias Gentil Duarte para unificar las disidencias lo confirman.

Estos dirigentes exfarc aún guardan conexiones, conocimiento de rutas y manejo de portafolio de economías criminales, aún existe convergencia y mando de hombres disciplinados que están dispuestos a seguir en el lucrativo negocio del narcotráfico que no contentos con el acuerdo se han ido apartando de las zonas de concentración.