Los recientes eventos en los Balcanes están generando una nueva ola de preocupación en lo referente al futuro de la seguridad regional. Desde la crisis política en Bosnia y Herzegovina, pasando por las tensiones entre serbios y albanokosovares o la pequeña “carrera armamentística” entre Croacia y Serbia. Es esta última cuestión la que está captando menos atención mediática, pese a que sirve para comprender parte de la narrativa sensacionalista que suele articular la política doméstica de la zona.

Uno de los puntos a tener en cuenta a la hora de abordar la región y la tensión existente es el clásico empeño de los estados por sacar músculo y distraer a su población de los problemas internos. La retórica acalorada de competencia militar erosiona la confianza mutua y suscita sospechas sobre el posible paso de simple retórica a realidad.


 

El origen y aspectos de la “mini carrera armamentística”

 

Los gastos militares de los estados de los Balcanes Occidentales han aumentado de forma constante durante los últimos años debido al crecimiento del PIB. En 2019, los presupuestos de defensa se dispararon en toda la región: 9,8 % en Albania, 14 % en Montenegro, 20,3 % en Croacia, 27,7 % en Macedonia del Norte y 35 % en Serbia. Todo esto ha permitido a estos estados invertir más en la modernización militar. Los estados de la región han acelerado la modernización militar. Esto ha creado la impresión de una carrera armamentista inminente. Sin embargo, ni la cantidad ni la calidad de las armas adquiridas socavan, por ahora, el equilibrio militar. Todas las fuerzas convencionales están todavía por debajo de los límites establecidos por el Acuerdo de Florencia.

La discusión acerca de una carrera armamentística regional comenzó en 2015, cuando Croacia solicitó a los Estados Unidos más de una docena de sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple M270. Aleksandar Vucic, entonces primer ministro serbio, respondió anunciando que si los croatas no cambiaban de opinión, Serbia se vería obligada a responder. Serbia acudió a Rusia en busca de esa respuesta. Durante una visita a Belgrado en enero de 2016, el viceprimer ministro ruso de defensa aumentó las expectativas serbias al obsequiar a Vučić una maqueta del sistema ruso de defensa antimisiles S-300. En el transcurso del año siguiente, la retórica sensacionalista aumentó cuando el gobierno croata especuló con que las adquisiciones de equipamiento por parte de Serbia constituían un motivo para restablecer el servicio militar obligatorio. Al final, el pequeño bolsillo frenó las aspiraciones de Zagreb y Belgrado, ya que no estaban en condiciones de adquirir los M270 ni los S-300, sistemas que además requieren la adquisición de otros tantos como complemento para poder emplearlos de manera efectiva en el campo de batalla. No obstante, Belgrado y Zagreb perseveraron en su búsqueda, gastando grandes cantidades de dinero en acuerdos de defensa. En 2019 Serbia gastó 1.140 millones de dólares en su ejército, un aumento del 43 % con respecto a 2018 según SIPRI. Huelga decir que no fue el mayor incremento de la región de los Balcanes en su conjunto, Bulgaria gastó un 127% más en el mismo periodo debido a la adquisición de nuevos cazas de combate. Por su parte, Croacia se fijó como objetivo a largo plazo aumentar su gasto militar tras años de descenso casi constante.

Entre 2018 y 2020 Serbia gastó más de tres mil millones de dólares en su sector de defensa, aunque es comprensible teniendo en cuenta la tendencia bajista que tuvo lugar desde principios de los 2000. Este gasto representa actualmente algo más del 2% del PIB. Para aumentar sus capacidades de vigilancia aérea, Serbia ha recibido algo más de una docena de cazas MiG-29, usados y actualizados por Rusia y Bielorrusia. A través de una combinación de ventas y donaciones, Rusia ha ido proporcionando, a cuentagotas, helicópteros multipropósito Mi-35 y Mi-17, tanques T-72MS, vehículos BRDM, misiles antitanque Kornet y un sistema de misiles antiaéreos Pantsir S1. Sistemas de defensa rusos como el S-300 o S-400 han participado en ejercicios conjuntos con las fuerzas serbias en su territorio, pero pese a las diversas especulaciones y promesas, todavía no ha habido acuerdos relevantes sobre ellos. Serbia cuenta con la ventaja de que Rusia le ofrece contratos muy favorables en comparación a otros países, aunque no está claro que esto sea del todo beneficioso para Moscú a la larga, teniendo en cuenta el carácter de vectores múltiples de la política exterior serbia. También cabe destacar que durante los últimos años Serbia ha diversificado sus adquisiciones. Acude a países de la UE como Francia en busca de misiles, a China en busca de drones y se ha interesado también por armamento de fabricación israelí.

 

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Del mismo modo, en Croacia el gasto en defensa ha ido en aumento poco a poco, algo más de dos mil millones y medio de dólares entre 2018 y 2020 y de camino a representar el 2% del PIB. No obstante, es notable que los gastos e inversiones croatas están plagados de algunas promesas rotas y contratos inconclusos. Se estuvo especulando durante varios años con la compra y modernización de múltiples vehículos de combate Bradley, algo que se ha terminado por confirmar a principios de 2022. Se han firmado contratos para la modernización de tanques de fabricación nacional, adquisiciones de sistema antiaéreos y helicópteros estadounidenses Kiowa o la actualización de la pequeña flota marítima. Todo esto con la colaboración de los Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania, entre otros. Algo que causó muchos quebraderos de cabeza fue la sustitución de los desfasados MiG-21. En un primer momento pareció segura la compra varios F-16 a Israel, pero EE.UU presionó para frustrar el acuerdo debido a que estos cazas contaban con modificaciones israelíes, lo cual no gustó en Washington. Es por ello que a finales de 2021 Zagreb alcanzó, tras otras operaciones frustradas, un acuerdo con Francia para adquirir una docena de cazas Rafale usados por unos 1.200 millones de dólares. 

 

 

La realidad tras el sensacionalismo

 

Las preocupaciones sobre conflicto en la región siempre están presentes, pero también se nutren de una visión demasiado alarmista. A su vez, eso se ve empeorado por algunas declaraciones incendiarias de integrantes de los diversos gobiernos de la región balcánica o los medios locales. Justificar el aumento del gasto y las adquisiciones aludiendo a amenazas sobredimensionadas, o incluso diciendo que se busca la superioridad militar, funciona mejor de cara al electorado antes que reconocer que ni siquiera existe el personal suficiente para manejar los modernos sistemas. El constante declive demográfico y los problemas socioeconómicos son omnipresentes y no se solucionarían con acciones militares. Croacia avanzó hacia un ejército profesional en 2008, abandonando el sistema de conscriptos. Serbia hizo lo mismo en 2011.

Serbia y Croacia están (re)construyendo sus respectivos arsenales, describir esto como una carrera armamentista es un tanto simplista. Se está dando una modernización del equipo militar obsoleto de la era yugoslava, Belgrado y Zagreb no están motivados tanto por un conflicto entre sí, más bien, las élites de ambos países están utilizando el proceso de compra de nuevas armas para promover objetivos de política exterior más amplios y, lo que es más importante, mejorar su posición política interna. Es necesario considerar que la disolución de Yugoslavia quebró en gran parte la antaño próspera industria militar. Si bien Serbia y Croacia cuentan con restos de la misma, son altamente dependientes de otros actores a la hora de modernizar muchos de sus equipos o hacerse con otros nuevos, lo cual explica parte de lo que se está viendo.

Los objetivos de rearme serbios, tal y como se enmarca en su Estrategia de Seguridad Nacional, tienen más que ver con una preocupación por dos factores más importantes que Croacia. En primer lugar, las tensiones político-administrativas que afectan a República Srpska dentro del cada vez más tenso panorama de Bosnia-Herzegovina. En segundo lugar, y más importante, la decisión de Kosovo de formar un ejército a partir de las Fuerzas de Seguridad (FSK). Este último hecho es considerado por Serbia como una violación de la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La creación de este ejército fue incluso criticada por la OTAN, ya que se anunció “en un mal momento”. Si bien, cabe mencionar que las autoridades de Kosovo justificaron su movimiento arguyendo que se sentían amenazados por Serbia. En septiembre de 2021 ya hubo varias semanas de cruces de acusaciones, bloqueos de carreteras y simbólicos despliegues militar-policiales entre Serbia y Kosovo. El origen de todo fue la exigencia de Pristina de sustituir las matrículas serbias por kosovares para los vehículos que ingresaban en su territorio, si bien esto se produjo dentro de un creciente clima de presión sobre la población serbia que todavía reside en el norte de Kosovo. La situación se saldó con un acuerdo temporal, pero requirió la mediación del KFOR.

 

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Croacia, como se ha mencionado con anterioridad, busca alcanzar el 2% de gasto del PIB en defensa, acorde a las directrices de la alianza atlántica. Esto último lo ha conseguido con la adquisición de los cazas Rafale. Su Estrategia de Seguridad Nacional también menciona a Bosnia-Herzegovina como un factor a tener en cuenta y alude a los múltiples intereses presentes en su “vecindario suroriental”, aludiendo de manera velada también a Serbia.  

Tanto Croacia como Serbia han tenido cuidado a la hora de no violar el artículo IV del Anexo 1B de los Acuerdos de Dayton y del acuerdo de Control de Armas Subregional suscrito en Florencia en 1996, el cual también incumbe a Bosnia-Herzegovina y Montenegro. Las adquisiciones realizadas se encuentran dentro de los límites establecidos en todas las categorías del acuerdo (carros de combate, vehículos blindados, artillería, aviones y helicópteros de combate). Todos los estados mencionados tomaron el control del acuerdo en enero de 2015, ya que anteriormente los mecanismos de verificación y transparencia eran ejercidos por la OSCE. El control regional de armas se sigue cumpliendo, pese a la erosión a la que se ve sometido por el sensacionalismo.

Para los que suscriben el discurso belicista, en caso de que estallase un conflicto, nada impediría que Serbia emplease sus nuevos sistemas Sumadija, con más de 250 km de alcance, para lanzar ataques devastadores contra los países vecinos que pusiesen en peligro su integridad. A su vez, su creciente fuerza de drones podría ser empleada en Kosovo o Bosnia. Nada impediría a una Croacia ampliamente armada y apoyada por países de la OTAN realizase incursiones en la frontera con Serbia o defendiese sus intereses en Bosnia. Ahora, un conflicto entre ambos países, es, como se ha dicho, irreal. Después de la Operación Tormenta, que provocó la expulsión de cientos de miles de serbios de Croacia, ya casi no hay minoría Serbia en dicho país. A su vez, la minoría croata en Serbia tampoco es relevante, nadie saldría ganando. Serbia, que cada vez cuenta con más influencia euroatlántica y sigue renovando el Plan de Acción de Asociación Individual con la OTAN, no tiene razones para atacar a una Croacia integrada en la alianza atlántica. Cierto es que el problema político en Bosnia, en caso de degenerar hacia la violencia, acabaría por involucrar potencialmente a Croacia y Serbia, pero Bosnia ha permanecido un tanto al margen de toda la retórica anteriormente mencionada. Ha quedado también demostrado que es muy difícil controlar territorios con población hostil, la propia OTAN era reacia a realizar una incursión terrestre en Yugoslavia en 1999 debido a los problemas que ocasionaría la resistencia local que encontraría. En el caso de Kosovo, pese a todas las quejas procedentes de Serbia, todavía quedan efectivos de la OTAN, que sirven de instrumento disuasorio. Cabe decir, sin embargo, que esto último es empleado por la política exterior albanesa para avanzar en lo relativo a la absorción de Kosovo.

Ambos países emplean la modernización de sus fuerzas armadas con fines de política exterior en un entorno cada vez problemático entre las diversas potencias. Croacia emplea su reciente adhesión a la UE y la OTAN para presentarse como el principal foco de los valores euroatlanticos en el proceso de expansión por los Balcanes Occidentales. En términos de poder, juega un rol importante contra el aliado regional de Rusia, Serbia. Esta última, por su parte, emplea su política de múltiples vectores para jugar con los miedos de unos y otros en la balanza. Serbia busca desarrollar buenas relaciones con todos, sea la Uinón Europea, Estados Unidos, Rusia o China. En Belgrado son cada vez más conscientes de que tienen nulas posibilidades de recuperar Kosovo, pero el factor de apoyo ruso les sirve para atraer la atención occidental a la hora de discutir la seguridad regional.

 

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El factor político interno también debe ser considerado. Es de sobra conocida la táctica populista de incentivar la tensión regional con retórica nacionalista para movilizar al electorado y distraerlo de los crecientes problemas económicos, el nepotismo o el deterioro de los servicios públicos. El ministerio de defensa serbio se ha visto sacudido por polémicas con sus finanzas y la falta de transparencia. La corrupción no representa un punto a favor de una institución popular como las fuerzas armadas. A su vez, si bien todo conflicto es moralmente cuestionable, durante los últimos años ha habido numerosos ejemplos de armamento serbio apareciendo en entornos más llamativos de lo normal, aunque no son los únicos. En el caso de Croacia, los datos suelen estar más disponibles, pero también se han generado dudas sobre la gestión de las finanzas a la hora de adquirir nuevos equipamientos. Los debates e idas y venidas con los costosos cazas que Croacia buscaba reemplazar se quisieron zanjar aludiendo a la supuesta amenaza militar serbia. Otro apunte a tener en cuenta es que tanto Serbia como Croacia celebraron elecciones parlamentarias durante el año 2016, que coincidieron con el origen de las narrativas belicistas. 

 

 

La invasión rusa de Ucrania dificulta el ambiente

 

Cabe mencionar que la invasión rusa de Ucrania y la reacción de la UE están comenzado a tener efectos en la región balcánica. Varios países se están replanteando aumentar todavía más el gasto en defensa y se han visto en la necesidad de posicionarse de forma clara en un ambiente cada vez más complicado. En Serbia y Montenegro se han producido algunas manifestaciones tanto en apoyo a las tropas rusas como a Ucrania. Mientras, diversos sectores sociales o políticos bosníacos o albaneses se pronunciaron de forma muy clara a favor de la integridad territorial ucraniana. En Albania anunciaron la intención de congelar activos de varios nacionales rusos, mientras que en Montenegro las fuerzas más cercanas a Serbia no se desmarcaron de la política marcada por la Unión Europea y la OTAN. En Kosovo, personalidades como el primer ministro Kurti o la presidenta Osmani, emitieron una declaración condenando la situación. Macedonia del Norte, que normalmente queda englobada en el bloque con tendencias sociales más rusófilas en la región (junto a Montenegro, Serbia, y Bulgaria), tanto la oposición (VMRO-DPMNE) como el presidente Pendarovski llamaron a respetar la integridad territorial de Ucrania. Han surgido a su vez diversas noticias, en ocasiones contradictorias, sobre la presencia de voluntarios croatas o albaneses que han ido a apoyar a las tropas ucranianas. Los Balcanes no son ajenos al flujo de nacionales hacia el conflicto ucraniano o el sirio, contando con un extenso y conflictivo historial. 

Es especialmente la influencia rusa en Serbia y la República Srpska lo que genera preocupación en la UE. Las autoridades serbias expresaron su apoyo a la integridad territorial de Ucrania, pero se abstuvieron de introducir sanciones pese a la presión a la que se ven sometidos por el resto de Europa en este asunto. Rusia estuvo del lado de Belgrado durante el bombardeo de la OTAN en 1999, al que Vuvic aludió como ejemplo de la doble moral occidental. A su vez, una parte importante de la política y sociedad ucranianas también se opusieron a ese ataque. Todo esto condicionó que Serbia votase a favor de la simbólica condena a la invasión rusa en la Asamblea de Naciones Unidas. En Belgrado son conscientes de que deben medir bien sus pasos ya que siempre han contado con el apoyo de Rusia en lo referente a la cuestión kosovar y favorables contratos energéticos o militares. Además, el país balcánico celebrará elecciones parlamentarias en abril y el factor del apoyo ruso siempre es explotado para cuestiones de política interna. Los dirigentes serbios planean pedir fuertes garantías económicas a la UE si esta quiere que se sumen a las sanciones contra Rusia. Al fin y al cabo son conscientes de que un mayor aislamiento de Rusia dejará un tanto lisiada la variada política exterior serbia. Pese a aludir a elementos como el antiatlantismo, Vucic es consciente de que las fuerzas europeístas y contrarias a su gobierno son cada vez más crecientes entre la oposición Serbia. Su posición en Belgrado se debilita paulatinamente gracias también a las polémicas internas.    

 

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En República Sprksa, Milorad Dodik aguardó las reacciones de Belgrado. Si bien se negó a condenar las acciones rusas e imponer sanciones, fue un poco más cauteloso. Dodik trató de forzar la abstención de Bosnia y Herzegovina en la resolución de Naciones Unidas que condenaba a Rusia, pero sin éxito. El agravamiento de la situación en Ucrania vivido el 24 de febrero coincidió con el anuncio del envío de 500 tropas más para el contingente de la EUFOR en Bosnia. Algunos analistas o antiguos políticos bosníacos han optado por contribuir a la especulación, afirmando que lo sucedido en Ucrania es solamente el primer movimiento de una guerra que también alcanzará a la región balcánica y que hace falta una mayor militarización regional a cargo de la UE. En el SNSD encabezado por Dodik saben que ahora están en el punto de mira, pero de momento nada indica que vayan a renunciar a sus posiciones o romper con Rusia, esperando observar el eventual desenlace del conflicto en Ucrania. Los dirigentes de Srpska saben que el debate sobre la adhesión a la UE, y sobre todo a la OTAN, todavía generan bastante división. Bosnia y Herzegovina celebrará elecciones generales en octubre de este año y todavía hay expectación sobre el anuncio de que República Srpska planea crear sus propias instituciones en diversos ámbitos (Fuerzas Armadas, poder judicial e impuestos indirectos), algo que podría materializarse en el actual contexto, tras más de una década de amenazas al respecto por parte de Dodik. La atención mediática sobre la guerra en Ucrania ha puesto un velo sobre la tensa situación en torno a la figura del Alto Representante para Bosnia, que es visto como una figura que somete al país a un estatus colonial y sin rendición de cuentas ante una sociedad cada vez más extenuada por la emigración, la pobreza y la corrupción.

La situación con el Alto Representante lleva meses generando críticas por parte de políticos en Srpska e incluso en Rusia, la cual criticó el nombramiento de Christian Schmidt en verano de 2021. En lo referente a este problema, tampoco habría que dejar de mirar a Turquía, actor cada vez más involucrado en los Balcanes Occidentales y que es usado por los bosníacos como contrapeso en la pugna con los serbobosnios.

 

 

Conclusiones

Es necesario tornarse más en serio la región, los mecanismos el enfrentamiento siguen ahí y pueden tener consecuencias explosivas. Los estados de los Balcanes, en concreto los occidentales, deberían mejorar su transparencia en cuanto a la modernización militar. Los gobiernos y medios de comunicación deberían abstenerse de una retórica incendiaria que socave la confianza, alimente las tensiones e impulse los dilemas de la securitización. Hacen falta acuerdos regionales actualizados sobre la adquisición de equipamiento moderno como los drones, visto el efecto que tiene en la forma de librar la guerra entre países pequeños, o sobre la cuestión de las fuerzas armadas kosovares. Se deben apoyar las tareas para el desarrollo de conocimientos técnico-civiles en la región. También se debe frenar todo intento por alterar el equilibrio militar y tener en cuenta las preocupaciones sobre la estabilidad en la zona a la hora de exigir o hablar de un aumento del gasto en defensa. Aunque la carrera armamentística regional sigue siendo mayormente un recurso retórico, no hay que bajar la guardia. El lenguaje de la competencia militar socava la confianza y alimenta los temores que pueden desbaratar fácilmente la paz. Los compromisos europeístas de muchos de los políticos regionales siguen dependiendo del momento geopolítico y la fortaleza de cada potencia. La guerra en Ucrania podría contribuir a un mayor proceso de alineamiento de los estados no miembros hacia posiciones euroatlánticas, no obstante, esto no significa que se reduzcan las posibilidades de espolear una nueva confrontación.