El Cáucaso septentrional sigue siendo una parte especial de la Federación Rusa. A pesar de algunas mejoras, gran parte de la región sigue rezagada respecto al resto del país. La combinación de crecimiento demográfico continuo, bajos ingresos per cápita y alto desempleo crea las condiciones para el aumento del descontento social. También ha tenido lugar un pico de violencia y todavía hay cuestiones territoriales pendientes por resolver. Las autoridades centrales apuestan por llevar a cabo una política más proactiva, llegando a reconocer que la estrategia puesta en marcha en 2010 ha fracasado.

 

Este Distrito federal engloba diversas entidades subnacionales: seis Repúblicas (Daguestán, Ingusetia, Chechenia, Kabardino-Balkaria, Karacháyevo-Cherkesia, Osetia del Norte-Alania) y un Krai (Stavropol). No obstante, desde un punto de vista político y económico, el Cáucaso Norte o septentrional incluye también el Krai de Krasnodar, la República de Adigueya y el Óblast de Rostov, las cuales pertenecen administrativamente al Distrito federal sur.

La región es conocida mediáticamente por los dos conflictos chechenos y la marcada insurgencia que ha afectado en su mayor medida a las seis repúblicas mencionadas al principio. También está caracterizada por albergar a una parte importante de la población musulmana de Rusia, a excepción de Osetia del Norte-Alania, las otras cinco repúblicas cuentan con entre un 60-90%, siendo Ingusetia, Chechenia y Daguestán las más destacables. 

 

Tímidos cambios en el poder

 

El Primer Ministro ruso, Mijaíl Mishustin, realizó una visita a la localidad de Piatigorsk (Stavropol) el 15 de junio y llevó a cabo un discurso en el que calificó a La Estrategia de Desarrollo del Norte del Cáucaso 2010 como un programa ineficaz en la esfera económica para unas regiones que todavía están por detrás del resto del país en diversos indicadores. Mishustin llamó a diseñar un nuevo plan de desarrollo económico para la zona. No obstante, reconocer esto no significa que el Kremlin planee tocar todos los pilares fundamentales en la región. A finales de junio, Vladimir Putin reafirmó su apoyo al líder checheno Ramzan Kadyrov, quien se presentará y, sin lugar a dudas, logrará su cuarta reelección este septiembre.

Kadyrov ya hizo en el pasado algún que otro amago en el que afirmó que abandonaría el poder- Es la cabeza visible de Chechenia sin mucha posibilidad de que surja una oposición que dispute al férreo control del clan gobernante y la chechenización que llevan impulsando durante más de 15 años. Más allá de las recurrentes noticias que ponen el foco en los derechos humanos, lo cierto es que Kadyrov acabó con todo rastro de competencia incluso entre los sectores favorables al Kremlin que podían disputarle el poder, entre ellos los hermanos Yamadayev, una de las familias que cambió de bando durante la Segunda Guerra Chechena casi al mismo tiempo que los Kadyrov. Los Yamadayev dirigían  las unidades Vostok y Zapad, formaciones militares de composición chechena bajo control directo del ejército ruso, pero cayeron en desgracia durante la primera década de los 2000. Como éste, hay muchos otros ejemplos de las luchas de poder internas.

A pesar de que Kadyrov afirme servir “como un fiel soldado”, la mayoría de los rusos saben que es el gobierno central el que en diversas ocasiones se tiene que plegar ante el control e influencia regional del líder checheno, quien recibe una gran cantidad de fondos federales a cambio de mantener la estabilidad. Lo cierto es que en el Cáucaso el Kremlin tiene en cuenta los riesgos, no los rublos.

Otro político que probablemente logrará mantenerse en su puesto, ya que por ahora cuenta con el apoyo de Rusia Unida, será Mahmud-Ali Kalimatov. Kalimatov es líder de Ingusetia desde que Yunus-bek Yevkurov se viese obligado a dimitir, tras once años de gobierno, por las presiones políticas y populares a raíz de diversos casos de corrupción y la polémica gestión de los acuerdos fronterizos entre los pueblos checheno e ingusetio en 2019, que, si bien no conllevaron el traspaso de zonas habitadas de Ingusetia a Chechenia, generaron malestar entre la población por llevarse a cabo y acordarse a puerta cerrada.

Kalimatov procede de una familia bien conectada regionalmente y que jugó un papel clave para la conformación de la República de Ingusetia a principios de los noventa. Ocupó el puesto de fiscal general entre 2004-2007 y su hermano fue agente del FSB hasta su asesinato en 2007. Mahmud abandonó Ingusetia a raíz de un conflicto con el predecesor de Yevkurov y fue precisamente seleccionado debido a su carácter de figura externa, no envuelta en ninguno de los escándalos que han sacudido recientemente la república. El perfil de silovik de la familia Kalimatov es seguramente otro factor que jugó a favor del nombramiento. A su vez, existían rumores acerca del deterioro de las relaciones entre Yevkurov y Kadyrov. La continuidad de Kalimatov en el cargo posiblemente dependa en cierta medida de las relaciones con su vecino oriental, pero su perfil da margen de maniobra el gobierno central.

Hay que destacar que la designación de Kalimatov en Ingusetia desechó algunas de las dudas acerca de un posible cambio de estrategia orientado al nombramiento de rusos étnicos para dirigir las repúblicas caucásicas, siendo ejemplo de ello Vladimir Vasiliev en Daguestán. No obstante, sí parece haber un interés en situar a algún silovik afín. Vasiliev renunció a finales de 2020, tras tres años en el poder, y su sucesor fue Serguei Melikov, militar y antiguo Subdirector del Servicio Federal de la Guardia Nacional, entre otras responsabilidades. Mientras en otras partes del país los cargos de carácter tecnocrático están sustituyendo a los silovikí, el Kremlin sigue recurriendo a éstos últimos para el Cáucaso Norte. Se rumoreó que el nombramiento de Melikov, con ascendencia lezguina, podría estar también relacionado con la influencia de Azerbaiyán, reforzada por el reciente resultado en la guerra con Armenia. La intención sería ejercer contrapeso sobre los lezguinos, grupo étnico presente en Daguestán que ocupa zona fronteriza con Azerbaiyán, país en el cual también se les puede encontrar. En el pasado, se organizaron algunos movimientos de carácter separatista proazerí entre ellos.

 

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La economía no termina de despegar.

 

La crisis económica parece haber despertado cierto interés entre las autoridades centrales para atar en corto a algunas de las repúblicas. Ingushetia se enfrenta a una pérdida de su autonomía financiera debido a la pésima situación económica. A través de medidas tomadas por orden de Mishustin, el gobierno de Ingusetia no puede tomar dinero por prestado o atraer inversiones sin la aprobación de un enviado especial de Moscú, que controla todos los gastos de la república. Por otro lado, empresas clave para el turismo en Kabardino-Balkaria fueron transferidas al control federal, en especial Resort Elbrus. El gobierno central decidió invertir varios millones en la infraestructura para aumentar las ganancias del turismo, una de las principales fuentes de ganancias. Las autoridades centrales no parecen fiarse mucho de la gestión que se pueda hacer del dinero por parte de los locales y prometieron compensarlo a medio plazo.

La violencia en la región es baja si la comparamos con hace unos años, especialmente con la gran ola de ataques insurgentes de 2010, que tuvo lugar apenas 9 meses después del final oficial de la Segunda Guerra Chechena. La oposición política no está movilizada, si bien los afines a Alexei Navalny organizaron algunas acciones en Majachkala (Daguestán) y han intentado expandirse por las repúblicas vecinas, se han enfrentado a las duras respuestas de los locales y las autoridades. Pese a ese factor represivo, la presencia de la oposición liberal hace unos años habría sido aún más inimaginable y los intentos por ganar terreno son muestra de que perciben cierta estabilidad.

 

 

Un signo beneficioso para la región es el crecimiento del turismo interno, ya sea para los que buscan las playas, los entornos montañosos o el turismo étnico, también llamado “etnoturismo”. Si bien el atractivo no es todavía comparable al de otros destinos, las autoridades han invertido grandes cantidades de dinero en la infraestructura local para soportar unos niveles considerables de visitantes. Los JJ.OO de invierno celebrados en Sochi en 2014 fueron una buena maniobra publicitaria para la región, a pesar de que se llegó a afirmar que los resorts de la costa acabarían siendo ciudades fantasmas. No obstante, ha sido un éxito a medias, ya que no se han alcanzado los niveles esperados en todos los sujetos federales y los responsables de los resorts en Krasnodar y el Mar Negro han llevado a cabo una política de cabildeo que ha evitado que su atractivo turístico sea disputado por sus vecinos sureños. El turismo en el Cáucaso Norte ha aumentado, pero no se ha producido un crecimiento paralelo en los puestos de trabajo dedicados a ese sector. Con la implementación de una política estatal efectiva y un aumento en la inversión, la agricultura y el turismo en el Cáucaso Norte pueden aumentar significativamente. Sin embargo, esto no es suficiente para alcanzar metas económicas a largo plazo. Un aumento de población significa que aquellos sectores de la economía que generan una gran cantidad de puestos de trabajo deben desarrollarse de manera prioritaria en la región. El norte del Cáucaso también se enfrenta a una rápida urbanización, ya que la población de las grandes ciudades está aumentando.

La ya mencionada falta de crecimiento económico lastra los planes del gobierno. Los planes puestos en funcionamiento en 2010 tenían previsto reducir el desempleo, que ha azotado duramente la región. Hay que mencionar que, a mediados de los 2000, en repúblicas como Ingusetia el desempleo rozaba el 50% y en Daguestán uno de cada cuatro se hallaba en la misma situación. A principios de 2021 todavía se observaban datos que, si bien son mucho mejores que hace quince años (en parte debido a la emigración a grandes urbes al norte), indican que queda un largo camino por recorrer: un 16,3% en Kabardino-Balkaria, 15,3% en Karachayevo-Cherkesia, 20,6% en Chechenia, 16,3% en Daguestán, 14,9% en Osetia del Norte-Alania y un 31,6% en Ingusetia, de los peores resultados en toda la Federación Rusa. En todas las repúblicas la pandemia ha incrementado el desempleo desde un 3% a un problemático 10%, en el peor de los casos (Ingusetia). Si bien en repúblicas orientales como Altai o Tuva, que también dependen en gran medida del apoyo de los fondos federales, el desempleo es también alto, la media del Cáucaso Norte es casi tres veces superior a la nacional, siendo ésta última un 5,8%. 

El Cáucaso ha estado tradicionalmente en el centro de la política económica federal y el gobierno está siempre dispuesto a gastar. A excepción del Krai de Stavropol, entre el 60-80% de los gastos del resto del Cáucaso Norte es a expensas de las transferencias federales. Hablando en claro, sin la compensación presupuestaria a gran escala, los ingresos de la región serían mucho menores y el desempleo, por su parte, aún peor de lo que es. Las razones de la ineficacia pueden parecer complejas, pero entre las principales se encuentran la baja eficiencia en el uso de los fondos recibidos, un alto nivel de nepotismo, crimen organizado y, como siempre, la corrupción. A eso se le suma cierta sensación de inseguridad que todavía lastran muchos inversores privados. Es por ello que, como se ha dicho, la gran parte de las inversiones en el Cáucaso Norte provienen del sector público. En el Lejano Oriente, cada rublo invertido por dicho sector atrae 30 rublos de inversión privada, en las zonas económicas especiales casi 2,5 rublos, en el Cáucaso Norte tan sólo 50 kopeks.

 

 

Problemas fronterizos

 

Otro problema tiene que ver con los límites de las fronteras administrativas. En 2019 la Oficina Presidencial decretó que todas las regiones federales debían definir sus límites antes del final de 2021. Teniendo en mente lo acaecido durante las protestas en Ingushetia en 2018-2019, al Kremlin no le debería sorprender que algunos de los actores regionales intenten resolver sus problemas limítrofes sin supervisión federal. Por lo tanto, las autoridades centrales se arriesgaron intentando influenciar el proceso local de definición, ¿se ha producido un estímulo a favor de la delegación de funciones a las autoridades centrales o la intervención de éstas puede generar animosidad? Sin duda, el coste a nivel político será mayor y los procesos de demarcación acabarán por ser politizados.

El problema fronterizo entre Chechenia e Ingusetia se ha resuelto, por ahora. No obstante, debería haber otra preocupación respecto a la frontera entre Ingusetia y Osetia del Norte, así como la frontera entre Chechenia y Daguestán, complejos problemas administrativos e históricos que la URSS, en cierta medida, heredó de la administración zarista y más tarde terminaron por agravarse con el colapso soviético. La primera disputa provocó un breve enfrentamiento armado en 1992 (Prígorodni Oriental), con medio millar de muertos y cerca de sesenta mil desplazados ingusetios, de los cuales ni la mitad ha regresado a la zona disputada. Si bien recientemente no ha habido problemas notables, las tensiones afloran de forma ocasional y se siguen llevando a cabo esfuerzos para potenciar la integración de los desplazados en los límites de Osetia del Norte. Una de las razones que todavía provoca animosidad entre los dos pueblos es el fracaso a la hora de retornar los restos de los asesinados ingusetios a sus familias. 

El enviado presidencial al distrito federal, Yuri Chaika (antiguo Fiscal General de Rusia entre 2006-2020 y del círculo de confianza de Putin), afirmó hace apenas un año que las nuevas demarcaciones territoriales requerirán una mayor atención y estudio y en ningún caso se deberán tomar decisiones unilaterales.

Respecto al problema fronterizo entre Chechenia y Daguestán, en 2019 hubo un preocupante tono amenazante por parte de las autoridades chechenas respecto a la retirada de señales fronterizas en los distritos de Tarumovsky (Daguestán) y Shelkovskoy (Chechenia) que amenazó con dinamitar las negociaciones que tenían lugar entonces. Las autoridades chechenas, acostumbradas a las prácticas autoritarias sobre su población, se dejan llevar por el temperamento emocional característico de muchos de los pueblos caucásicos e intentar llevar a cabo esas mismas prácticas con sus vecinos, quienes deben responder de manera recíproca para no dar señal de debilidad. Por ello, a veces hasta el más mínimo encontronazo parece amenazar con convertirse en un conflicto de baja intensidad. 

El entonces líder de Daguestán, Vladimir Vasiliev, se retiró de las negociaciones de manera indefinida. Su sucesor, Serguei Melikov, afirmó en junio que estaba listo para reanudar las conversaciones, con Chechenia respondiendo de manera positiva. Las negociaciones, aparentemente, deberán  correr el riesgo de no contar con la supervisión de las autoridades federales. Al Kremlin no le conviene tomar partido por Kadyrov o Melikov, ya que ambos son cómodos para sus planes de futuro en la región.

 

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Radicalización en la región

 

Una posible nueva ola de radicalización representa otro reto para las autoridades. Los esfuerzos interconectados de los sectores público y privado tenían por objetivo aumentar el empleo y mejorar sus condiciones para evitar la radicalización entre las nuevas generaciones. Es bien sabido que un gran número de los yihadistas internacionales que participaron en el conflicto sirio procedían de las antiguas república de la URSS y muchos de ellos precisamente del Cáucaso Norte, especialmente Chechenia. Según un estudio realizado por el Ministerio de Asuntos de la Juventud de Daguestán en 2015, un  8% de los jóvenes estaban dispuestos a unirse al Estado Islámico, mientras que un 30% estaban indecisos. En el caso de Chechenia y acorde a los datos del analista político checheno Mairbek Vatchagaev, cerca de la mitad de los jóvenes chechenos residentes tanto en la propia Chechenia como en Moscú aprobaban las actividades del Estado Islámico en mayor o menor medida, sin grandes diferencias entre el género de los encuestados. La extendida presencia rusa en el conflicto sirio, entre otras razones, tiene también su motivación en el deseo de promover la estabilización de la vecindad cercana ante el fracaso de la estrategia económica en una zona con potencial volatilidad para Rusia. Recientemente ha habido señales que podrían apuntar a una nueva radicalización que podría haberse paliado con el crecimiento económico.

Esto sucede a la vez que se produce un relevo generacional entre los rangos y características de los radicales. No son cifras del todo representativas como para hacer sonar todas las alarmas, pero entre 2016 y 2019 el 90% de los terroristas abatidos tenían menos de 35 años. El más joven de ellos tenía tan sólo 11 años y en septiembre de 2019 fue abatido un joven de 18 años que intentó abrir fuego contra la policía. El secretismo de las autoridades locales en su afán por vender la imagen de estabilidad y lucha efectiva contra el extremismo o la disidencia, a la cual también van destinados unos lucrativos fondos federales, tampoco ayuda la hora de realizar estadísticas procedentes de fuentes no oficiales. Se llega a afirmar que muchos de los jóvenes detenidos por actividades terroristas no están todavía lo suficientemente adoctrinados hasta que son forzados a ello por la actuación de las autoridades, no existiendo mecanismos eficientes y eficaces para lidiar como contrapropaganda a la radicalización de la juventud en la región. La reacción ante la coerción estatal suele ser la protesta, pero esto es algo difícil en el Cáucaso Norte, especialmente en Chechenia o Daguestán, la falta de desarrollo de estructuras para la deliberación y participación pública está ausente o no es efectiva y ahí es donde puede entrar en juego el factor de las estructuras ajenas al sistema, las redes de militantes radicales.

Entre muertos y heridos tanto de las fuerzas de seguridad como combatientes se calcula que se han producido 31 muertos y 13 heridos en 2019; 45 muertos y 11 heridos en 2020; 9 muertos y 10 heridos en lo que va de año. Tan sólo en Ingusetia se produjeron seis ataques contra agentes del orden en medio año. Cuatro de estos ataques tuvieron lugar en diversas localidades rurales durante o tras registros en los que se encontraron armas y munición escondida. Los otros dos ataques consistieron en un atentado contra un vehículo policial, que causó la muerte de un policía, y un secuestro entre clanes familiares rivales que provocó la intervención de la policía y un posterior tiroteo. 

También se produjeron operaciones destacadas en la región a raíz de la reanudación del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán a finales de 2020 y la firme creencia de la presencia de islamistas contratados para luchar del lado azerí. Entre algunas operaciones encontramos que: se abatió a varios extremistas chechenos en Grozni, retornados del conflicto sirio, también hubo arrestos de antiguos terroristas en búsqueda y captura en Daguestán y Moscú.  Se neutralizó a células de Katiba Tawhid wal-Jihad y At-Takfir wal-Hijra. A su vez, la policía del Ministerio de Interior de Chechenia abatió al yihadista Aslan Byutukayev en Qatar-Yurt. Era uno de los brazos derechos de Doku Umarov y comandante del Emirato del Cáucaso.

Es necesario mencionar también otro factor que, si bien no tiene que ver con el terrorismo antes tratado, es una muestra de los variados retos que se presentan. En concreto se trata de la hermandad de los Batalhadzhins (Batlaky), un grupo religioso sunita sufí local de Ingusetia que sigue las enseñanzas del clérigo Batal-Khadzhi Belkharoyev y dice representar a casi el 10% de la sociedad en la república. Batal-Khadzhi encabezó la resistencia contra los zaristas y soviéticos y sus seguidores cuentan con un representante en el parlamento local, así como con figuras afines en el gobierno, abarcando también diversos sectores de la sociedad civil. Algunos miembros del grupo están envueltos en diversos escándalos criminales, asesinatos, tráfico de influencias o supuesta connivencia con Kadyrov en asuntos internos que afectan a la República de Ingusetia. Uno de sus líderes religiosos fue detenido en verano de 2020 acusado de malversación de fondos públicos y la organización está en el punto de mira desde hace varios meses por estar supuestamente involucrada en el asesinato de Ibrahim Eldzharkiyev, jefe del Centro Antiterrorista de Ingusetia.

 

Es indudable que el gobierno central considera muy deseable mantener gran parte del statu quo. Los fracasos en la política económica no han tenido como resultado la dimisión de los gobernadores a gran escala o profundos movimientos entre las élites ya asentadas, pero sí se ha producido cierta reorganización allí donde se ha podido. La nueva estrategia de desarrollo económico podría cambiar las características de los planes a medio y largo plazo, pero el objetivo final sería evitar que un mayor fracaso económico provoque la pérdida de lo que se ha logrado hasta ahora. Si bien con una mirada desde el exterior puede parecer poco, es lo aceptable para el Kremlin. El poder del gobierno central sigue dependiendo de los intermediarios regionales como Kadyrov, con amplio poder de decisión e influencia en la región. Cambiar este arreglo es arriesgado debido a la firme preferencia de la actual clase política por la ansiada «estabilidad». Las heridas de los recientes conflictos todavía no han sanado del todo y existe temor a las consecuencias de alterar unas estructuras familiares, económicas y de poder que llevan años asentadas. Es posible que con el cambio generacional y la decadencia de las estructuras de clanes características del Cáucaso, una nueva clase política que no esté marcada por los años de caos que vivieron sus predecesores puedan afrontar los problemas con una visión distinta. Por ahora sigue abierta la pregunta sobre cómo terminar de salir de la coyuntura en la que se haya el Cáucaso Norte.