OPINIÓN | Recuerdo en 2015 cuando los periodistas desde España se permitían celebrar las victorias de Jaysh al-Fatah; una sala de operaciones que juntaba a rebeldes de todo pelaje y los yihadistas de línea más dura, entre los que destacaban Ahrar al-Sham (hoy apoyando la ocupación turca del norte de Siria) y Jabhat al-Nusra (al-Qaeda). 

Recuerdo en 2015 cuando los periodistas más mediocres todavía analizaban la guerra en términos de “buenos” y “malos”, posicionándose con integristas que querían instaurar la sharía en su interpretación más radical, en un país multiétnico y multicultural como lo es Siria. 

Recuerdo en 2015 los desplazamientos forzosos de sirios según avanzaba la horda de Jaish al-Fatah bajo la bandera de la shahadda (declaración de fe). Recuerdo cómo desde España había quienes jaleaban a los que avanzaban al grito de Allahu Akbar. Recuerdo cómo, los activistas pseudohumanitarios, se hicieron los sordos con la masacre de Ishtabraq hace -esta semana- cinco años. 

Llegaron un sábado 25 de abril de 2015, pero no se supo lo que pasó hasta días después, cuando el gobierno sirio describió en una carta para el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas lo que era una flagrante colaboración entre Turquía y grupos terroristas para conquistar la ciudad de Idlib, Jisr al-Shughur e Ishtabraq.

Los organismos que dicen ser humanitarios jamás hablaron de los hechos sucedidos en Ishtabraq. Organismos de propaganda blanda como Aministía Internacional jamás denunciaron la masacre Ishtabraq. Los medios, activistas y periodistas (pseudo)humanitarios jamás tuvieron el más mínimo interés por una de las mayores matanzas sectarias de nuestra época. En Ishtabraq los terroristas (rebeldes moderados, revolucionarios o último bastión de la democracia en Idlib para los más miserables) secuestraron y asesinaron a 200 sirios, muchos de ellos civiles, únicamente por ser alawitas. De los pocos supervivientes que hubo, todavía 17 están secuestrados en centros de detención de los rebeldes. 

Cinco años después, todavía se silencia la masacre de Ishtabraq, la localidad alawita de Idlib a la que los batallones yihadistas entraron a sangre y fuego, secuestrando y ejecutando a civiles locales y soldados que habían huido de Jisr al-Shughour (cabe recordar que Jisr al-Shughour fue escenario de la primera matanza rebelde documentada en la guerra de Siria, cuando en 2011 unos 120 miembros de las fuerzas de seguridad sirias fueron asesinados por los opositores). Una matanza que, aunque documentada y grabada incluso por los propios terroristas, ha quedado en el olvido fuera de Siria.

Maya Ghazwan Atona (13), Iyab Taleb Hrou (22), Maram Ali Khedira (30), Hossam Ahmed al-Masri (44) o Nafilah al-Hayek (65) son algunos nombres de los mártires. Que la masacre no se olvide. Que la masacre no se perdone. Que cada centímetro que avanzan las botas del Ejército Árabe Sirio, sea la venganza de las víctimas de Ishtabraq.