La Iniciativa Tres Mares (Three Seas Initiative) es un proyecto de unión económico-tecnológica que engloba a 12 estados miembros de la UE situados entre el mar Báltico, mar Adriático y el mar Negro. El proyecto se origina debido a la experiencia histórica de los estados de la región, siempre sujetos a la influencia o dominio de las potencias del momento. Sobre el papel, el objetivo es fortalecer el comercio y la cooperación en diversos ámbitos de norte a sur de la región y combatir intereses externos. A pesar de ello existe el riesgo de que potencias como EE.UU, que ya han mostrado interés en el proyecto, lo influencien a su antojo, así como que Rusia y Turquía traten de desbaratarlo, aprovechando las horas bajas de la UE. A su vez, el proyecto podría tornarse en una reagrupación ideológica de los países de la mitad este en contra de una UE con la que hay varias desavenencias.


 

Los estados miembros del proyecto son: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Austria, Croacia, Rumanía y Bulgaria. 

La Iniciativa Tres Mares (I3M) nace en 2015 como una idea de los círculos políticos de Polonia y Croacia, bajo el paraguas de los presidentes de dichos países, Andrzej Duda y Kolinda Grabar. La motivación es la de incrementar la cooperación económica y política, la cual durante la época de la Guerra Fría estaba fuertemente ligada a la Unión Soviética, lo que creó una dependencia de los países hacia esta y también un corredor comercial este-oeste que sigue vigente hoy en día. El proyecto por ello busca incentivar, en primer lugar, la modernización de las infraestructuras de los países miembros del proyecto, lo cual dará paso a las consiguientes fases de cooperación en los planos energético, de transporte, comunicación digital y ciberseguridad, restándole importancia a la ruta este-oeste en favor de la norte-sur, otorgando con ello más poder a los países miembros del proyecto.

 

 

La iniciativa se dirige, en parte, contra la Federación Rusa y su creciente proyección en Europa, así como la dependencia energética de los países orientales de la energía rusa. Se busca también dinamitar los intentos de Turquía de ganar de nuevo peso en la región balcánica, especialmente con la finalización de proyectos como el Turk Stream o la infiltración ideológica de ésta en la región, jugando la carta de las minorías musulmanas en los países balcánicos. A pesar de ello, si este proyecto continúa adelante y resulta exitoso, podría también significar el inicio de un suicidio estratégico en la región para una Unión Europea que, como hemos estado viendo recientemente, se encuentra en un serio momento de debilidad interna, agravado por la presente pandemia del coronavirus y por el vacío de poder que ocasiona el abandono del Reino Unido. La conflictividad que la UE mantiene con el grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, Rep.Checa y Eslovaquia), el cual, tiene un gran peso en la I3M, podría significar el “casamiento” de las perspectivas ideológicas de dicho grupo con el proyecto I3M. Por si fuera poco, el cada vez más marcado conflicto entre EE.UU y China, ambos con sus respectivos intereses de defensa y comercio en la región, relegaría de nuevo a la UE a un segundo plano.

 

 

 La primera reunión de los estados miembros tuvo lugar en Dubrovnik en agosto de 2016. Allí se adoptó una declaración con los objetivos ya nombrados y una declaración de intenciones en la que se expresaba la voluntad de que el centro y este de Europa se convertiese en una región más segura y competitiva, fortaleciendo así a toda la Unión Europea. La siguiente reunión tuvo lugar en Varsovia en julio de 2017, a dicha reunión acudió el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien afirmó:   

“La Iniciativa Tres Mares no solo empoderará a vuestros pueblos para que prosperen, sino que también asegurará que vuestras naciones permanecen soberanas, seguras y libres de coerción extranjera. Las naciones de los tres mares serán más fuertes que nunca.”

Lo que se esconde tras este tipo de declaraciones es que los propios EE.UU tienen un gran interés en emplear el proyecto como una plataforma para su política exterior y sus planes geopolíticos para Europa Oriental, lo cual subordinaría el proyecto a una potencia valedora, en este caso los EE.UU, para quien los estados parte son meras piezas del tablero en la pugna que sostiene con sus rivales. 

Volviendo al análisis del proyecto y como se ha explicado anteriormente, uno de los deseos de los estados parte es suplir la desventaja de la ruta de comercio este-oeste y desarrollar la norte-sur. La falta de integración en los suministros de energía y transporte convierte a la región en un punto vulnerable que los países miembros del proyecto quieren suplir. Esto engloba no solo al suministro de energía (oleoductos o gaseoductos) sino también las carreteras, vías de ferrocarril y la telecomunicación. 

 

 

En la esfera de la energía se pretende unir las terminales de gas natural licuado del noroeste de Polonia (Swinoujscie) con las de Lituania (Klaipeda), así como construir nuevas terminales en Croacia (Krk). También se pretende unir las reservas de hidrocarburos de Rumanía con proyectos destinados a Hungría, Eslovaquia y Polonia, países desde los cuales se continuará el suministro a los respectivos miembros dependiendo de su cercanía geográfica. Otra opción sería la de unir estas reservas de Rumania con el gaseoducto Trans Adriático de Grecia e Italia, el cual provee de gas natural desde el mar Caspio a través de Azerbaiyán y Turquía a Europa Occidental. Conectar todo este entramado perseguiría el objetivo de reducir la dependencia de Europa del Este del suministro de gas ruso. El gas natural licuado que llegaría a las terminales de Polonia y Lituania lo haría de la mano de los EE.UU, quienes están altamente interesados en acceder al mercado europeo de gas. Esta estrategia busca hacer balanza contra el Nord Stream 2, que lleva gas desde Rusia directamente a Alemania a través del Mar Báltico. EE.UU impuso sanciones de manera unilateral contra el Nord Stream 2, ya que Alemania no parecía convencida por la oferta de compra de gas estadounidense. También se podría añadir a este plan el posible interés en desarrollar y modernizar rutas fluviales que unan el Mar Báltico con el Mar Negro, a través de Bielorrusia y Ucrania, atrayendo así a estos dos países a la iniciativa. Bielorrusia ya está recibiendo petróleo estadounidense a través de Lituania. 

En cuanto al transporte, la I3M requeriría toda una revolución de la infraestructura nacional de los países miembros, focalizando los recursos en la planificación, desarrollo y construcción de toda una serie de autopistas que unan de norte a sur a los estados miembros, así como la muy necesitada modernización de las vías de ferrocarril. También se menciona la unión de las vías fluviales de los ríos Danubio, Óder y Elba. 

En la esfera tecnológica y digital se pretende la creación de una nueva plataforma de comunicación que una a los países miembros a través de la fibra óptica y una red 5G.  

En total hay 48 proyectos registrados, unos más grandes que otros. Para la consecución de los fondos necesarios se constituyó el Fondo de Inversión de la I3M, dicho fondo contaba, en verano de 2019 con 500 millones de euros y se esperaba un incremento hasta los 5 mil millones a través del acuerdo con inversores y fondos de capital de Australia, Japón, Israel, Noruega y Corea del Sur, entre otros. El objetivo del fondo es la consecución, a través de la cooperación, de proyectos de infraestructura valorados en hasta 100 mil millones de euros. A pesar de esto, la financiación y consecución de la totalidad de los proyectos se estima que costaría la astronómica cifra de 570 mil millones. 

La falta de financiación es uno de los problemas principales del proyecto, ya que los países miembros no pueden asumir semejantes costes sin ayuda. Se busca la ayuda financiera del Banco Europeo de Inversiones así como del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. El Fondo Estructural y de Inversión Europea ya ha puesto a disposición 2.5 mil millones de euros para financiar proyectos de la I3M. Se pretende también destinar 42.3 mil millones de euros entre 2021 y 2027. 

A pesar de esto, queda por ver si dichas instituciones pueden destinar de forma continuada las ingentes cantidades que requiere el proyecto para poder terminarlo en un plazo razonable. Es más, la pandemia del coronavirus y la consecuente crisis económica que parece avecinarse representan otro problema añadido. Esto conlleva que la I3M quizás necesite la ayuda de una potencia externa, tanto para el plano económico como para el político. Y aquí es donde entran de nuevo en juego los EE.UU. 

En febrero de 2020 el Departamento de Estado de los EE.UU se comprometió a apoyar el proyecto con una primera inyección económica, Mike Pompeo, Secretario de Estado del país afirmó en la Conferencia de Seguridad de Múnich que: 

 

 

“Occidente está ganando, estamos ganando colectivamente, lo estamos haciendo juntos. Como una nueva declaración de nuestro apoyo a la soberanía, prosperidad e independencia energética de nuestros amigos europeos, hoy quiero anunciar que a través de la Corporación Internacional de Financiación del Desarrollo y con el apoyo del Congreso de los EEUU, pretendemos proporcionar hasta mil millones de dólares en financiación para los países de Europa Central y del Este miembros de la Iniciativa Tres Mares.”

Esto refuerza la creencia de que, como se ha mencionado anteriormente, dicho país lleva tiempo apoyando el proyecto e interesándose por el mismo. Los EE.UU parecen dispuestos a financiar la I3M, al menos, mientras vean que la misma sirve a sus intereses en la zona. 

Otro actor clave es Alemania, potencia que siempre ha tenido interés en ejercer su influencia sobre los países de Europa Oriental, ya que esa zona constituye, en gran medida, el campo a través del que proyecta su dominio en la UE. Si bien es difícil que Alemania acceda al proyecto como estado miembro, ya que sería el poder dominante, podría igualmente ejercer influencia sobre la agenda del proyecto gracias a sus inyecciones económicas. La élite en Berlín es consciente de que una I3M independiente o subordinada al interés de otra potencia representaría un gran peligro para el estatus de líder que poseen los germanos. 

Adentrándonos en el campo de la importancia geopolítica del proyecto, uno puede cerciorarse de que la I3M guarda similitudes con el Intermarium (Międzymorze – entre mares). El Intermarium fue un proyecto de corte federalista ideado por Jozef Pilsudski, jefe de estado (1918-1922) y más tarde dictador de Polonia (1926-1935), figura clave en su independencia tras la Primera Guerra Mundial y estadista de gran prestigio en el país. 

 El Intermarium tenía por objetivo emular en parte la extensión territorial de la Mancomunidad Polaco-Lituana, la cual se extendió desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro. El Intermarium debería hacer de contrapeso en Europa frente al poder de Alemania y sobre todo la URSS y convertirse en una potencia independiente.

Por ello, bajo esta federación, evidentemente comandada por Polonia, deberían haberse encontrado los Países Bálticos, Bielorrusia, Ucrania, Hungría, Rumania, Yugoslavia y Checoslovaquia. En versiones posteriores del plan, se llegó a incluir a Bulgaria, Grecia, Italia o incluso al resto de los países escandinavos. El Intermarium obviamente no salió adelante y apenas se materializó más allá de la imaginación de Pilsudski. La oposición evidente de Alemania y la URSS, así como la falta de confianza del resto de países, que no querían verse sometidos a las órdenes de Polonia, frustraron el plan. 

Dicho esto, al igual que el Intermarium en su época, la I3M tiene una serie de motivaciones geopolíticas dirigidas a contrarrestar la influencia de países como Rusia y Turquía, en mayor y menor medida respectivamente. 

En el caso de la primera, el objetivo es el de ejercer una suerte de barrera contra el resurgimiento de Rusia y el ejercicio del poder duro (medios militares y económicos) y poder blando (medios ideológicos, culturales y/o diplomáticos) que esta ha venido empleando en escenarios como Georgia, Crimea o Ucrania. No obstante utilizar este argumento a favor de la necesidad de la I3M nos haría caer en la falsedad, ya que ignora que durante años Rusia se mantuvo en una postura generalmente pasiva frente a un bloque occidental que, comandado por EEUU, ejerció su poder duro y/o blando en el área de influencia histórica rusa (Bombardeo de Yugoslavia 1999, Revolución Naranja 2004 en Ucrania, Revolución de las Rosas en Georgia, Euromaidán de nuevo en Ucrania) y que incluso llegó a invertir ingentes cantidades de dinero destinadas a influenciar a la sociedad civil y política rusa, dinero, por supuesto, proveniente del gobierno estadounidense y sus organizaciones afines, tal y como reconoció Victoria Nuland. 

A su vez, la expansión de la OTAN contra las fronteras occidentales rusas, así como la ruptura unilateral del tratado ABM (tratado sobre misiles antibalísticos) por parte de EEUU y la instalación de un escudo antimisiles (que podría negar una respuesta rusa en caso de ser esta atacada con armas nucleares) con presencia en Europa del Este representan un claro peligro para un país cuya masa poblacional se encuentra mayoritariamente en la parte europea. Habrá quien diga que los estados de la iniciativa, o incluso la propia UE, son susceptibles a una supuesta “invasión rusa”. En realidad es tan sencillo como consultar la dependencia comercial que Rusia tiene con Europa, la comparación actual de las FF.AA de la OTAN y Rusia o el sentimiento, muchas veces negativo, que profesan las élites o la población de diversos países miembros en relación a Rusia. Es más, dejando de lado el poder blando que se emplea en la zona, cualquiera meramente familiarizado con la actuación de la clase dirigente rusa y sus recientes actuaciones en el plano global en respuesta a Occidente se dará cuenta de que detrás del telón de todos los medios de comunicación y la propaganda producidos por uno y otro lado, Rusia solamente está en las condiciones justas como para defender parte de su zona de influencia, pero no para iniciar un empuje ideológico significativo y menos aún militar hacia el oeste. Esto es bien sabido dentro de la élite del país. Es innegable que tanto Occidente como Rusia sacan provecho de la situación de “Guerra Fría” para distraer a sus respectivas poblaciones de los problemas nacionales, un truco muy viejo, pero siempre efectivo. 

Es por ello que la I3M corre el peligro de cometer  un error que se convierte en debilidad. Dirigir parte del proyecto contra Rusia, que ya está contra las cuerdas, puede conllevar poner el mismo todavía más en manos de otra potencia, en este caso los EE.UU, quienes están por supuesto muy interesados, como ya se ha dicho, en combatir a Rusia en Europa del Este y crear un sentimiento de “peligro” que impulse a su industria armamentística y justifique la necesidad de su presencia en el continente europeo. Que mejor plan que hacerlo influenciando a la I3M, de todos modos, EE.UU ya tiene una gran influencia sobre los países de la zona, ejercerla sobre la I3M no le sería muy difícil. Esto quizás motivaría una respuesta rusa, en busca de equilibrar la balanza, irónicamente la I3M impulsaría precisamente lo que pretende combatir, los intentos de incrementar la influencia rusa en la región.

Por ello, en este plano, la I3M contradice la propia noción de su existencia y pone en peligro la balanza e independencia que busca crear, poniendo a los países miembros en manos de los planes geopolíticos de la potencia de turno y fomentando una especie de paternalismo que da a entender que estos estados son incapaces de hacer nada por sí mismos sin depender de alguna potencia mayor, condenándolos a repetir experiencias históricas en teoría superadas y a ser el eterno campo de batalla. 

 

 

En el caso de Turquía hay que decir que hace apenas un siglo esta perdía definitivamente su prolongado dominio sobre los Balcanes. En los recientes años Turquía ha intentado perseguir una política independiente y ha tenido sus encontronazos tanto con Rusia como con la UE y EE.UU. Es cierto que hay una importante presencia de población musulmana en los Balcanes y que ésta puede ser utilizada a veces como mecanismo de presión por parte de Turquía al igual que sucede con el tema de los refugiados. En países como Bulgaria el partido de la minoría turca (DPS) es la tercera mayor fuerza y en Bosnia la población musulmana suele tener buenas actitudes hacia Turquía, no obstante, a día de hoy, los países balcánicos tienen mayores relaciones comerciales y políticas con la UE y por ende la OTAN, siendo Turquía parte de esta última, los sueños sobre revivir el ya desaparecido Imperio Otomano no parecen muy viables. La I3M serviría para recordar a Turquía eso último y frenar cualquier posible idea que pretenda incrementar su proyección de poder en los Balcanes. Es más, el recientemente inaugurado TurkStream, que lleva gas ruso a Turquía a través del Mar Negro y cuyas ramificaciones se extenderán hacia Bulgaria y Serbia, también podría verse desafiado por la alternativa energética que propone la I3M. 

Es notable también destacar una serie de cuestiones sobre algunos de los países de la I3M.

Los estados bálticos. Éstas tres repúblicas siempre han tenido una gran debilidad, la falta de profundidad estratégica y de aliados convencibles. Incluso dentro de su membresía en la OTAN no pueden depender del apoyo de grandes pero lejanas potencias como EE.UU para su protección. Lo mismo se podría decir de sus socios occidentales en la UE, para quienes los países bálticos pierden toda importancia dado su pequeño tamaño y su “prescindibilidad” en caso de crisis y fragmentación ideológica. La presencia de una minoría rusa y el trato que reciben por parte de las autoridades bálticas ha sido siempre foco de conflicto con Rusia. Por ello lo que más les conviene a los bálticos es tejer un entramado de alianzas económico-militares más profundo con los países de su entorno, con los que tienen mayor similitud e intereses. 

Polonia y Rumanía. Los países de mayor tamaño y masa poblacional miembros de la I3M. Son dos socios clave que guardan ciertas similitudes ya que para ambos la UE y la OTAN son elementos importantes en su desarrollo político y ambos tienen grandes agravios contra Rusia. Polonia tiene cierta proyección político-ideológica en países como Bielorrusia y Ucrania, sobre todo debido a la población católica allí presente, herencia histórica del dominio de la Mancomunidad Polaco-Lituana. Una proyección que choca contra los intereses e influencia de Rusia. Rumanía, por su parte, tiene interés en Moldavia y una eventual reunificación con la misma, algo que choca con los intereses de Rusia en la región de Transnistria (región secesionista de Moldavia), empleada como zona tapón.

Croacia. Estado de la antigua Yugoslavia cuya membresía en la I3M podría causar cierta incertidumbre en Serbia, sobre todo debido a que Serbia y Croacia todavía tienen cierta enemistad y desconfianza debido a las recientes heridas de la guerra. Siendo además Serbia una de las potencias militares de la región y aliada histórica y clave de Rusia en los Balcanes, la preocupación de la misma es comprensible al verse rodeada por la UE, la OTAN y ahora también la I3M. 

Grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, Rep. Checa y Eslovaquia). Estos 4 estados, tal y como ya se ha explicado, podrían llegar a emplear la I3M como una plataforma para promocionar su visión y manera de entender la realidad en momentos de conflicto con la UE. Es bien sabido que tanto Hungría como Polonia han tenido problemas con las autoridades de la organización, no obstante, la dependencia mutua es de nuevo otro punto a considerar. La UE y más aún Alemania necesitan mantener a estos países en la UE con tal de no perder su proyección en el Este de Europa. El grupo de estados de Visegrado sigue necesitando a la UE por motivos económicos, así que a pesar de las múltiples discrepancias, una ruptura no les convendría. 

En último lugar hay que añadir que Rusia, Serbia y Turquía podrían, eventualmente, formar un bloque atípico contra la I3M, dirigiendo sus recursos hacia la región balcánica, la cual es una de las debilidades estratégicas de la I3M, ya que los Balcanes occidentales (Serbia, Bosnia, Montenegro, Macedonia del Norte y Albania) no son estados miembros de la I3M. Si bien las tres últimas han accedido a la OTAN y quizás podrían acceder a la UE, son estados bastante débiles. En el caso de Montenegro y Macedonia del Norte, estos dos estados están sujetos a considerables divisiones y conflictos identitarios. Una pérdida de recursos políticos en contra del eje Rusia-Serbia-Turquía (en caso de que actúen decididamente) representaría la sentencia de muerte para la I3M, que perdería gran parte de su importancia al no poder controlar los Balcanes. Dicho esto, no hay que descartar que si Turquía actúa en contra de los intereses de sus socios de la OTAN, eso le conllevaría mayores problemas de los que ya tiene, por ello, dentro del bloque descrito, es posible sustituir a Turquía por China. China busca que su nueva Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda lleguen a Europa y le reporten beneficios comerciales. Sus intereses podrían chocar con los de un proyecto como la I3M, apoyado por EE.UU. El gigante asiático lleva tiempo incrementando su presencia en países como Serbia. Invierte dinero en proyectos de infraestructura y tecnológicos, con la intención de ganar así un mayor impulso hacia el resto de los países de la UE. Es más, el proyecto 17+1 de cooperación económica es otra de las futuras bazas de China para aumentar sus relaciones con los países de la mitad este de Europa y reforzar la iniciativa de la Ruta de la Seda. Según WITS, China ya se ha convertido en el tercer mayor importador de productos a Serbia (Rusia es el 4º) y con toda seguridad están observando el desarrollo de la I3M y su posible ampliación en los Balcanes. 

Es evidente que la I3M es muy ambiciosa, pero sufre de diversas debilidades, siendo su alto coste la mayor de ellas. A su vez, es un proyecto que atrae el interés de varias potencias, para bien o para mal, convirtiéndola en objeto de codicia u enemistad. Si bien todavía se encuentra en una fase muy temprana y busca inversores, la incertidumbre sobre la situación económica a raíz de la ya mencionada pandemia no es precisamente buena señal para el desarrollo del proyecto y dificulta vislumbrar lo que está por venir. A pesar de todo esto, se presenta como una oportunidad para que los países de la zona obtengan la tan ansiada independencia estratégica y puedan cooperar entre sí para un beneficio mutuo, queda por ver si sabrán aprovecharla.