Comenzamos hablando del amor y de los nuevos comienzos. Hamada me pregunta si alguna vez escribí algún reportaje sobre él y su unidad, las Fuerzas Tigre, a lo que le contesto que no, pero que cuando él quisiera para mí sería un placer hacerlo.
Las Fuerzas Tigres son una unidad del Ejército Árabe Sirio creada desde la Inteligencia Aérea. Con el tiempo y gracias a la coordinación de infantería y logística, se han convertido en la principal unidad ofensiva del ejército, y han participado en las batallas más violentas del país. Hamada, es uno de sus cerca de 4.000 soldados.
Le pregunto si le gustaría que este fuese el momento de hacer la entrevista, que nos sumerjamos en conversaciones que duren horas, que nos olvidemos del entorno y recordemos el pasado… a lo que me responde que sí, que quiere contarme cómo es ser un tigre y los sentimientos que hay detrás.
Pasados unos segundos me cuenta que ya que habíamos empezado a hablar sobre el amor, que estaría bien que titulase la entrevista como “el amor en tiempos de guerra” – me parece un buen título.
Decido hacerle una pregunta cuya respuesta, en el fondo, ya conozco.
¿Es difícil encontrar el amor en tiempos de guerra?
“El amor es difícil de encontrar, el amor es difícil de buscar en tiempo de traición… es complicado encontrar el amor porque estoy enlazado al ejército, estoy aquí para defender mi país y el honor de mi país. Las chicas te dicen que eres un soldado y que están desperdiciando la vida detrás de alguien que tiene un futuro desconocido, porque ni ellas ni yo mismo sabemos si moriré o me matarán el día de mañana.” – Lo que me cuenta Hamada ya lo había escuchado antes a otros soldados. A menudo las chicas tienen miedo a enamorarse de alguien que tal vez no vuelva nunca; tienen miedo de que su amor vuelva en un ataúd.
En la guerra hay traición y sangre, los amores son casi imposibles.
¿Por qué decidiste alistarte en el ejército?
“Porque he visto cómo destruían mi país. Vi cómo los niños lo perdían todo: su aprendizaje, su infancia… perdieron sus vidas, ¿sabes? Vi a niños durmiendo junto a sus armas, y entre todo aquello tan solo se escuchaban los disparos y las balas. No sé, soy sirio, me levanto y resisto a la agresión a pesar de todo. Con el apoyo de Bashar, lucho por él, por la gente y por mi país.”
Le comento que pronto tengo pensado volver a Siria, y que sería genial poder coincidir con él para tomarnos un café con su brigada. Me contesta que es algo que le encantaría, pero que aunque hoy estemos aquí, solo Dios sabe lo que mañana nos pasará… sin embargo me asegura que tanto Siria como su gente me esperan. Parece que la amabilidad y hospitalidad sirias no entienden de guerras. Siempre habrá una taza de café para quienes quieran visitar estas tierras que tienen tanta historia escrita.
Desde que empecé a hablar con Hamada hace tiempo ya, siempre tuve la sensación de que llevaba toda la vida en las Fuerzas Tigre, por lo que le pregunto por ello y si siempre ha trabajado en el ejército. Me contesta que no.
“Yo tuve un trabajo anterior. Regentaba una tienda para reparar automóviles, un taller. En las Fuerzas Tigre llevo dos años” – Le pregunto por su primer día en el frente, si aún lo recuerda. Me cuenta que estaba muy asustado, pero que ahora los Tigres lo son todo para él.
“Estamos orgullosos de formar parte de esta brigada”
Alguien como él parece que no tiene miedo a nada- ¿En qué piensas antes de ir a una batalla?– le pregunto.
“Pienso en que vamos a luchar muy duro; siempre seguros de que vamos a ganar. Vamos con la certeza de que la victoria será nuestra” – Con cada respuesta no puedo evitar sentir que la muerte y la vida pasan a su lado a diario, con la duda de si mañana podré escribirle de nuevo.
Me explica que su familia está muy preocupada por él, aunque apoya cada decisión que toma.
¿Has perdido a muchos compañeros de las Fuerzas Tigre?
“Si, he perdido a muchos compañeros, también muchos que hablaron contigo, como Ibrahim. Mi compañero murió en Dará, una semana de después de hablar contigo…”
El último recuerdo que tengo de Ibrahim es que mientras se reía me decía bromeando que me quería, mientras en una videollamada me presentaba a toda la brigada. Recuerdo que todos estaban sentados en la sombra, descansando, pero que no dudaron en levantarse para saludarnos. Aquel día nos reímos mucho porque la señal era pésima y no nos entendíamos del todo bien, cada uno hablaba el idioma que quería. El último recuerdo que tengo de Ibrahim es su sonrisa.
Después de recordar todo aquello le pregunto sobre el miedo a morir.
“No hay nada que temer. Los hombres fuertes no temen ninguna agresión, no temen a la muerte. Es la muerte o la victoria, no hay nada más.”
Parece que es todo tan fácil pero pocos son capaces de hacer lo que él.
¿En qué frentes has estado?
“Yo he estado en Daraa, Rif Damasco, Deir al Zour, Abu Kamal y ahora te escribo desde Idlib.”- han sido muchos frentes pero me pregunto cuál ha sido el más difícil. Él se adelanta, y me asegura que todos han sido muy difíciles.
No entiendo cómo no puede tenerle miedo a nada, y me pregunto si lo que lo empuja es la necesidad de vengar a alguien. ¿Es por eso que no tienes miedo?– Le pregunto a espera de saber más.
“Si, quiero vengar a mi hermano, pero también a mí mismo” – En ese momento no sé si preguntarle sobre su hermano, porque tal vez es algo que prefiere no contar. Me disculpo de antemano. Que tenga claro que si prefiere no hablar de ello, es más que comprensible.
Pasan los minutos y no recibo respuesta, pienso que no tenía que haberlo preguntado. Le escribo de nuevo y le pregunto si lo que le planteé le parecía bien.
“No, está bien, es una pregunta normal. Los terroristas de ISIS nos llevaron a mi y a mi hermano a una prisión en la que estuvimos muchos meses. Nos torturaron, y yo me escapé porque pensaron que estaba muerto.
Después me enteré que a mi hermano le encontraron vivo en otra prisión. Estuve 5 meses prisionero del ISIS, me secuestraron cuando trabajaba de mecánico… vivía en el Rif (zona rural). La verdad es que no sé por qué me eligieron a mi.” – después de esa confesión prefiero que juntos pasemos página, que hablemos de algo que no remueva tanto el dolor ni la tristeza. Le pregunto sobre cuáles son los requisitos para ser un tigre:
“Los requisitos para ser un tigre son tener el corazón muerto y no tener misericordia con el enemigo. Debes ser el león del bosque”, afirma tajante.
Su respuesta es franca, no hay lugar a dudas, sin embargo me sorprende que me diga que su corazón está muerto. ¿Tú crees que no tienes corazón?
“Si, yo no tengo ningún rompecabezas, no tengo corazón” – A su respuesta le digo que yo creo que él es una buena persona, con un buen corazón, pero me insiste y me dice que su corazón está muerto.
Puede que su corazón no esté muerto; tal vez perdió la esperanza al ver cómo otros habían destruido todo lo que tenía.
“Yo era una buena persona a la que no le gustaba lastimar a nadie, ni molestar a nadie, estaba feliz con mi local y con mi casa.”
¿Crees que después de la guerra, volverás a tener corazón?
“No, mi corazón está muerto.”
Sé que su corazón está herido, pero también sé que detrás del dolor hay una buena persona. Me pregunto cuánto más habrá que aguantar, cuánta más guerra habrá que luchar, hasta cuándo tendrán que taparse las heridas con otras nuevas… él me dice que para que la guerra termine aún falta mucho, y que para el resto, solo Dios sabe.