El caso búlgaro es bastante trágico. Tras siglos de relevancia regional y una rica historia, el país ha caído en la más absoluta indiferencia e ignominia y se ha convertido en uno de los más pobres, corruptos y desiguales de Europa. Bulgaria lleva viviendo protestas diarias desde hace más de dos semanas y son las mayores de las últimas décadas. La clase política está bajo la mira de una población que tiene en su mano comenzar a cambiar el rumbo tras 30 años de crimen organizado, desmantelamiento del estado social y de derecho y decepciones que no han hecho más que incrementarse. Si la mala situación continúa, se prevé que para 2050 Bulgaria pierda el 26% de su población actual, lo cual significa que ésta es la última oportunidad para salvar al país de la desaparición y la definitiva caída en el olvido.
Conviene llevar a cabo un pequeño análisis histórico para comprender mejor de dónde viene Bulgaria y cómo se produjo su lamentable caída en desgracia.
Siendo uno de los países más antiguos del continente, fundado en el año 681 a través de una mezcla entre los bulgar (origen indo-iranio) y los pueblos eslavos de la zona, Bulgaria se erigió como baluarte de la civilización y cultura eslavas durante varios siglos, jugando un papel principal en la creación y difusión del alfabeto cirílico (heredero del glagolítico), así como del Eslavo Eclesiástico, primera lengua litúrgica y literaria que influyó en las demás lenguas eslavas. Primer estado eslavo en adoptar el cristianismo ortodoxo y contar con una iglesia autocéfala, llegó a participar en la cristianización del Rus de Kiev y pugnó durante siglos con el Imperio Bizantino, llegando a controlar la mayor parte de la Península Balcánica. A sus líderes les fue otorgado por los bizantinos el título de César (Zar) durante el reinado de Simeón I. Tras una posterior etapa de sometimiento a éstos últimos, Bulgaria resurgió de sus cenizas para erigirse como potencia regional en la Baja Edad Media. A partir de entonces alternó etapas de conflicto con los cruzados que saquearon Constantinopla (Cuarta Cruzada), durante el reinado de Kaloyan, así como nuevas épocas doradas de cultura durante los liderazgos de Iván Asen II o Iván Aleksandr. La conquista otomana de los Balcanes pareció condenar al país a la desaparición. Fueron 16 las sublevaciones que tuvieron lugar durante los casi 5 siglos de dominio otomanо. Еn 1876, gracias a la polémica internacional que causó la sangrienta represión de la sublevación de abril, Bulgaria fue uno de los estados que recuperó su independencia tras la intervención rusa (guerra ruso-turca 1877-1878).
Los intereses de las grandes potencias en la zona, el mal trazado de fronteras tras el tratado de San Stefano y las modificaciones en el Congreso de Berlín de 1878 seguido por el consecuente irredentismo, condenaron a Bulgaria -así como a sus vecinos-, a ser foco constante de conflicto. La creación de un sistema asambleario con influencia del Knyaz/Zar (de origen germánico), no evitó los conflictos políticos. Las elecciones a la Asamblea Nacional durante estos años estuvieron dominadas por los partidos conservador y liberal, pero las luchas de poder entre rusófilos, germanófilos y aquellos que buscaban un camino propio para Bulgaria generaron periodos de ir y venir de líderes políticos y algunos pocos hombres fuertes como Stefan Stambolov.
Stambolov, Primer Ministro entre 1887 y 1894, fue el gran modernizador de Bulgaria a finales del siglo XIX, trató de buscar un rumbo propio para el país independientemente de las influencias de las grandes potencias, y eso le ganó enemigos e hizo que su gobierno se volviese más autoritario. Finalmente, hallándose rodeado por todos los frentes, presentó su dimisión, más tarde, fue asesinado, muy probablemente a raíz de una conspiración del Knyaz Ferdinand I, que temía su poder. No obstante, las reformas que introdujo Stambolov en el funcionamiento del estado, la administración, los servicios y el ejército demostraron ser clave durante las próximas décadas.
En el plano económico, la liberación del yugo otomano llevó la ruina al sector de la artesanía, muy dependiente del comercio con dicho imperio, pero a su vez llevó a una distribución de la tierra, la cual antes era propiedad del Sultán y sus subalternos, en pequeñas porciones, compradas o alquiladas por los campesinos búlgaros, quienes fueron el principal motor económico del país prácticamente hasta la llegada del socialismo.
El establecimiento del estado búlgaro desencadenó la formación de un estrato social de funcionarios estatales, a menudo identificados con la intelligentsia. De hecho, a principios de la década de 1880, prácticamente a cualquier búlgaro con educación media le era ofrecido un puesto funcionarial que proporcionaba un excelente ingreso y una espléndida carrera llena de perspectivas. El número de funcionarios creció de forma exponencial.
Se creó una elite política, que debido a los arreglos democráticos del proceso político de la época, provenía de un origen social o educativo bastante diferente. Los procesos mencionados definieron las siguientes características de la sociedad búlgara hasta la época socialista. Dicha sociedad estaba distribuida de manera no desigual, con un capital económico disperso y con la posibilidad de una considerable movilidad social estimulada por el dinámico acceso a la educación y la política.
La primera década del siglo XX fue un período de prosperidad, en cierta medida debido al aumento de los precios internacionales del maíz (producto más importante de la economía búlgara). Sin embargo, también fue un período de crisis financieras causadas por la enorme cantidad de deuda en que incurrió el gobierno búlgaro tratando de modernizar la infraestructura y el ejército. Durante esos años se comenzaron a consolidar nuevos partidos de corte socialdemócrata, comunista, pero sobre todo la Unión Nacional Agraria Búlgara, el de mayor importancia en los próximos años.
Bulgaria se erigió como una potencia militar en los Balcanes, que acorde a su tradición histórica, produjo numerosos y excelentes estrategas. Por ello, el país llegó a liderar militarmente la Liga que derrotó a los otomanos en la Primera Guerra Balcánica. A pesar de esto, el mal hacer de los políticos tiraba por la borda el esfuerzo y los sacrificios humanos y económicos del país. El buen rendimiento del sector militar en los conflictos no se veía manifestado más que en fracasos diplomáticos, crisis y la pérdida de territorios ocasionados por la Segunda Guerra Balcánica y la Primera Guerra Mundial, lo cual acrecentó la conciencia de clase del campesinado, de donde procedían la gran parte de los soldados.
El principal conflicto en la sociedad búlgara de principios del siglo XX se dio entre la abrumadora mayoría campesina y la élite económica burguesa concentrada en unas pocas grandes ciudades, especialmente en la capital Sofía. La gran presencia del campesinado como motor económico y humano, se manifestaba en que éste sector era el que más sufría los esfuerzos y sobre el que recaían las exigencias de la élite, lo cual dio lugar a revueltas. Tras la debacle de la Primera Guerra Mundial, la Unión Agraria Búlgara se alzó con la victoria en las elecciones de 1919, los otros dos partidos más votados fueron marxistas y socialistas. Aleksandr Stamboliiski fue elegido Primer Ministro.
Stamboliiksi era hijo de campesinos, pero su perspicacia y el dinámico sistema le permitieron abrirse pasó hasta la política, firme antimonarquista y antibelicista, como es lógico, no era del agrado de las élites militares y urbanas. Huelga decir que la Unión Agraria no era una formación neta de izquierdas, defendía principalmente a los campesinos y muchos de estos eran gente tradicional, pero cada vez más descontentos con el sistema. Se necesitó de acuerdos y negociaciones tanto con los comunistas como con la burguesía. Stamboliiski inició reformas sobre la tierra y los derechos del campesinado, pero chocó con la oposición de sus enemigos dentro y fuera del país (la Entente). Entre algunas de sus propuestas se encontraba la creación de un gran estado de corte agrario que uniese al resto de estados de los Balcanes.
Al igual que ocurrió con Stambolov, Stamboliiski tuvo que recurrir a prácticas autoritarias. No obstante, eso no evitó su victoria en las elecciones de 1923. La Unión Agraria obtuvo casi el 54% de los votos, la mayor victoria de un partido de semejante ideología en Europa. Fueron seguidos por los comunistas, que incluso perdieron apoyos en favor de la Unión Agraria. Las celebraciones, sin embargo, fueron de corta duración. El ejército y las élites opuestas a Stamboliiski organizaron un golpe de estado, muchos agrarios e incluso intelecuales que les eran afines fueron perseguidos y asesinados y el propio Stamboliiski fue capturado, torturado y asesinado brutalmente.
El fascista Aleksandr Tsankov, uno de los instigadores del golpe, así como uno de los líderes políticos del partido Alianza Democrática, llegó al poder e inició la represión contra los partidos de izquierdas y favorables al campesinado, muchos de los cuales fueron prohibidos. Estas acciones dañaron en gran medida la visión de la política que tenía el sector campesino, el cual comenzó a comprender que no podría ver satisfechas sus demandas fácilmente. La Unión Agraria, si bien más tarde se recuperó, nunca volvió a tener la misma fuerza.
Durante la segunda etapa de la época de entreguerras, diferentes actos de terrorismo por parte de grupos anarquistas y socialistas contra los líderes políticos y militares, pero también la represión y asesinatos por parte de fascistas y monárquicos contra sus opositores o no ideológicamente afines, caldearon el ambiente. Esto llevó a la creación de Zveno, una red de vertiente político-militar, pero también intelectual que contaba con el apoyo del Zar Boris III. El Zar y Zveno dominaron la política durante la última etapa de la época de entreguerras y la Segunda Guerra Mundial, intentaron tomar una posición neutral y consiguieron proporcionar estabilidad y crecimiento económico, dada la complicada situación en Europa.
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, Boris III aprovechó su ascendencia alemana para mantener a Bulgaria en la neutralidad. No obstante, se vio obligado a aliarse con el Eje cuando Alemania llegó a los Balcanes. Bulgaria consiguió mantener su soberanía durante el conflicto al no proporcionar tropas a la Alemania Nazi para su invasión a la URSS y salvarse de una gran ocupación. Bulgaria participó en las operaciones del Eje en el norte de Grecia y parte de Yugoslavia como consecuencia del irredentismo, para intentar recuperar lo perdido en las dos guerras anteriores. A su vez, la mediación del Zar Boris III, la iglesia y las protestas de la población evitaron el exterminio de la población judía búlgara, si bien no la de los territorios ocupados en Grecia y Yugoslavia. El continuo retraso y no cumplimiento de las peticiones alemanas de enviar tropas o a ejecutar la solución final llevaron al asesinato de Boris III, el cual enfermó en extrañas circunstancias tras una visita a Alemania. Con el Zar muerto, los sectores fascistas tomaron el poder de la política y Bulgaria sufrió el bombardeo de los anglo-estadounidenses, que buscaban un cambio de gobierno pro-aliado en el país. Finalmente, la llegada de la URSS en septiembre de 1944 provocó la capitulación y una revolución socialista, en la que la propia formación Zveno tomó parte. Muchos de los líderes políticos y militares afines a la monarquía o al Eje fueron asesinados o exiliados y se declaró la creación de la República Popular de Bulgaria.
Bulgaria se ha caracterizado por tener una sólida mayoría étnica búlgara, destacando solo minorías como la turca o gitana (los pomak también están presentes pero son muy minoritarios). Es por ello que durante su historia no se han dado episodios de violencia civil grave como los vividos en la vecina Yugoslavia. La República Popular de Bulgaria se caracterizó por ser un periodo de estabilidad; eso no significó que no hubiese represiones a los anticomunistas durante los primeros años, pero dada la naturaleza del conflicto entre los sectores del campesinado y las élites durante las décadas anteriores, las pocas bases existentes para el desarrollo de una democracia de corte liberal se habían esfumado.
Durante el socialismo, el Partido Comunista Búlgaro (BKP) y la Unión Popular Agraria expropiaron el capital político y económico de las antiguas élites. Se llevó a cabo una gran modernización que conllevó la construcción de infraestructura e industria pesada, así como la reconstrucción del sistema sanitario, el cual había sido de naturaleza público-privada pero de escasa calidad. La tuberculosis, tifus y otras enfermedades fueron totalmente erradicadas. Al promoverse la industria y la emigración a los centros urbanos, la población rural pasó de ser un 75% en 1946 a un 53% en 1965, y descendió al 35% en 1985. Se creó una clase social mayoritaria, la de “las 3 llaves” (apartamento, coche y casa de verano), la cual se vio muy afectada por la caída del socialismo.
Se impulsó la ciencia y se erradicó el analfabetismo de entre todos los sectores étnicos, creándose una fuerte base educativa que competía en porcentaje de estudiantes sobre el total de población con países mayores, ya que gran parte de la población búlgara accedía a estudios superiores. La sanidad y seguridad social eran de calidad y la población del país llegó a aumentar hasta casi los 9 millones.
Se construyeron grandes obras como la Central Nuclear de Kozlodui, que suplía gran parte de las demandas de energía del país, las redes de transporte y comunicaciones fueron mejoradas y también se creó una fuerte industria electrónica con la manufactura de ordenadores como el Pravetz, que eran suministrados al resto de países de la COMECON.
Todоr Zhivkov fue el dirigente del país durante la mayor parte de la época socialista (1954-1989), el segundo mandato más longevo en un estado socialista europeo. Zhivkov fue un partisano comunista en su juventud, si bien esa cuestión fue objeto de bromas en numerosas ocasiones, ya que se afirmaba que su esposa, Mara Maleeva, fue una partisana con más renombre. Zhivkov no era en absoluto parecido al célebre Georgui Dimitrov, comparado con éste o con figuras como los vecinos Tito o Ceausescu, Zhivkov fue poco destacable en el plano político, no tenía una fuerte personalidad o magnetismo, ni era especialmente adorado u odiado, simplemente estaba al mando.
Conforme la URSS comenzó a palidecer, el liderazgo en Bulgaria se comenzó a tambalear, lo que agravó el estancamiento económico que tuvo lugar a partir de 1985. Con la caída del muro, el castillo de naipes se derrumbó y con él, el gobierno socialista en Bulgaria. A diferencia de las vecinas Yugoslavia o Rumanía, la transición fue pacífica, se juzgó a Zhivkov, pero sólo llegó a estar bajo arresto domiciliario.
Con la llegada del nuevo sistema, que prometía mayores avances y libertad, se acabó con el estado central en favor de la iniciativa privada. La salvaje privatización de los bienes estatales, como en la mayor parte del resto de antiguos países socialistas, dio lugar a una lucha de poder por ver quien se hacía con más beneficios. Una nueva élite de personas de estrato medio y bien conectadas o simplemente oportunistas sin escrúpulos, se aprovecharon de la situación para hacerse con los máximos beneficios posibles, ya que muchos de los bienes estatales se vendieron a precio de saldo. A pesar de la situación, en las primeras elecciones libres de 1990, el BSP (antiguos comunistas) se alzó con la victoria con el 47% de los votos. De estas elecciones salió la Asamblea Nacional que debía redactar la nueva constitución de 1991. En las elecciones de 1991, bajo la nueva constitución, el SDS (centro-derecha) se alzó con la victoria con el 34% de los votos, pero seguido de cerca por el BSP, con el 33%. El sociólogo búlgaro Todor Hristov afirma que el 87% de los bienes estatales se privatizaron entre 1993 y 2004, el PIB descendió en un 25%, las exportaciones en un 54% y el precio de los productos se incrementó en un 61%. La mayor parte de los líderes comunistas de antaño se retiraron, murieron o incluso fueron asesinados en circunstancias sospechosas.
Paulatinamente se desatendieron los servicios públicos y la calidad de vida. Los 90 son conocidos en Bulgaria como епохата на мутрите, (la época de las mutras). “Mutra” es un sustantivo búlgaro del argot que se emplea de forma despectiva para referirse a mafiosos, matones y sicarios. Durante esa época, diferentes organizaciones criminales ajustaban cuentas mientras pugnaban por hacerse con el país y sus sectores clave o lo que quedaba de ellos.
La situación económica y política a partir de los 2000 se pudo estabilizar gracias a diversas actuaciones policiales y a que el crimen organizado se había desgastado debido a las luchas, si bien no desapareció, los “vencedores” de la lucha de los 90 simplemente comenzaron a repartirse el poder. La igualdad social de la que gozó el país en el pasado se quebró, la emigración lleva años estando a la orden del día y el ingreso en la UE no ha podido solucionar los problemas que golpean al país, sumido en una espiral de decadencia en la que la sanidad pública ha sido prácticamente sustituida por la alternativa privada, la infraestructura ha sido abandonada a su suerte desde hace décadas y la educación languidece entre corruptelas. Los fondos de la UE que Bulgaria sigue recibiendo se han convertido en la válvula de escape para una clase política que se lucra y sume a la población en la apatía y la indiferencia.
Es importante destacar que las luchas ideológicas en la Bulgaria actual tienen poca importancia. La crisis de la clase política es grave y afecta a todas las formaciones sin paliativos. No obstante, para mejor entendimiento, conviene mencionar que dicho espectro político en Bulgaria lo ocupan actualmente el BSP (socialistas y herederos del BKP, partido comunista), el DPS (minoría turca) y diferentes partidos de centro-derecha, derecha conservadora y derecha populista como Volya, GERB y la coalición de Patriotas Unidos (OP), siendo éstos dos últimos el actual gobierno.
Boiko Borisov, antiguo guardaespaldas del dirigente socialista Todor Zhivkov y actual Primer Ministro, se supo mover bien en la época postsocialista, ocupó puestos en la policía a principios de los 2000 y de ahí dio el salto a la política. Irónicamente, a nadie en Europa parece importarle de dónde procede Borisov y su pasado. A diferencia de lo que sucede con los líderes o figuras importantes de Rusia, Ucrania o incluso de países miembros como Hungría y Polonia, nadie cuestiona los orígenes y las polémicas prácticas de la actual clase política búlgara, quizás, porque esa clase política no se sale del redil establecido por los “vencedores” de la Guerra Fría.
Borisov llegó al poder en 2009 con un partido nuevo, GERB. El nuevo Primer Ministro prometió un gran futuro en la integración europea, el fin de la corrupción y mucho más. Durante los primeros años pareció ir con buen pie, actuando contra el crimen organizado y estimulando la economía, no obstante, el caciquismo terminó por imponerse. GERB estableció focos de influencia en gran parte del país, haciéndose con diferentes sectores de la política, la economía y los medios, valiéndose de tratos de favor y tomando el control del estado. En las diferentes elecciones que se han venido sucediendo, marcadas por la compra de votos, GERB y Borisov se fueron imponiendo sin muchos problemas y de forma cuestionable pero firme, aumentando su poder. En 2013, protestas vinculadas a las subidas del precio de la energía que exigían la nacionalización de sectores clave, así como las críticas a la mala situación de la economía, hicieron que Borisov dimitiese, la posterior falta de acuerdos de gobierno provocó una repetición de elecciones en 2014, no obstante, GERB volvió a ganar y Borisov supo maniobrar y obtener apoyo de los estamentos de poder de la UE, a los que poco parecen importarle sus prácticas.
Toda ésta dinámica comenzó a cambiar en 2016, cuando Rumen Radev, antiguo comandante de la Fuerza Aérea, se presentó como candidato a las presidenciales, apoyado por el BSP y venció a la candidata de GERB. En el actual sistema republicano búlgaro, la figura del Presidente es la de un Jefe de Estado que no tiene poderes para legislar más que en materia de enmiendas constitucionales, pero sí puede bloquear proyectos de ley que no cuenten con la mayoría de la Asamblea, presidir el Consejo de Seguridad Nacional, nombrar a diferentes cargos diplomáticos y ejercer de contrapeso entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. La figura presidencial también suele contar con mayores simpatías entre la población, ya que no sufre tanto desgaste político como el Primer Ministro y puede ejercer como contrapeso o apoyo del mismo, según qué partido la controle. En este caso, Radev se ha erigido como una figura especialmente crítica con Borisov y el estado en el que se halla sumida Bulgaria. Cuando fue nombrado presidente, Radev expresó su deseo de tener buenas relaciones con la UE, pero también con Rusia, un socio comercial clave para Bulgaria, del que depende en el ámbito energético, pero también con el que comparte historia y cultura. Radev ha llamado a reducir las sanciones contra Rusia y eso le ha valido ser clasificado por algunos como un político de perfil prorruso. Esto sin embargo, es incorrecto.
Radev no tiene problema en hacer declaraciones que no gusten a Rusia. En ocasiones ha sido criticado por los medios estatales de dicho país, ya que ha afirmado que los búlgaros dieron el alfabeto cirílico a Rusia o que la liberación de Bulgaria (guerra ruso-turca) se tenía que agradecer también a ucranianos, bielorrusos y demás pueblos que integraban el Imperio Ruso por aquel entonces. A día de hoy, no existe en Bulgaria ninguna fuerza política relevante de carácter prorruso, por ello, las acusaciones son infundadas.
Borisov y su gobierno, quienes en los últimos años se han decantado por hacer de la política búlgara un espectáculo, han sido incapaces de desarrollar la economía. Si bien el lev (la moneda búlgara) se ha mantenido estable, los salarios y pensiones siguen siendo muy bajos. El sueldo mínimo en Bulgaria es establecido por el gobierno sin acuerdos con sindicatos u organizaciones de trabajadores porque ha sido imposible llegar a ninguno durante los últimos años. Descontando el seguro, deducciones y demás, oficialmente, el sueldo medio es de 615€ y el mínimo de 290€. Cerca de 800.000 trabajadores son pobres y 400.000 subsisten únicamente con el sueldo mínimo. Las pensiones mínimas en Bulgaria siguen siendo muy bajas, apenas 250 lev búlgaros (127€). Como comparación, en los momentos previos a la caída del socialismo, concretamente en 1989, el sueldo medio (considerando los salarios de todos los sectores económicos) rondaba los 3300 lev anuales, es decir 275 lev al mes (140€). La diferencia es que por aquel entonces el estado financiaba la mayor parte de los servicios como la sanidad, educación o energía y los precios de los productos eran mucho más bajos.
La marcada postura atlantista de Borisov y su gobierno han generado conflictos directos con Rusia y eso les ha valido algún quebradero de cabeza y el tener que recular al cabo de un tiempo. Un ejemplo es la postura que tomó el gobierno por sabotear el proyecto del gasoducto ruso South Stream por las presiones de EE.UU y la UE, lo cual causó enfado en Rusia pero no evitó que Borisov, comprendiendo a última hora las pérdidas que eso conllevaba para Bulgaria, se desplazase a Moscú para intentar corregir un poco la situación y cerrar la inclusión de Bulgaria en la expansión del TurkStream. A su vez, su nula capacidad de gestión ha conllevado que gran parte del suministro eléctrico del país proceda de Austria, incrementado con ello el precio para la población, aun cuando Bulgaria tiene capacidad, a través de su central nuclear de Kozlodui (de la cual solo operan 2 unidades de un total de 6), de suplir las demandas nacionales e incluso exportar energía a sus vecinos.
El entramado tejido por Borisov a través de sus afines de GERB al nivel local ha condenado a las zonas rurales y pequeñas ciudades al estancamiento, atraso económico y la desaparición, siendo el ámbito rural búlgaro uno de los de más rápido decrecimiento. También se han bloqueado muchas de las ayudas europeas debido al alto nivel de corrupción y se ha terminado por hundir la reputación del país, el cual es visto como pozo de crimen, lo cual a estas alturas es imposible de negar.
Los sucesivos gobiernos de Bulgaria no han hecho mucho para reformar la judicatura del país o la poderosa oficina del fiscal general, promover la transparencia y la rendición de cuentas. La vinculación del potencial ingreso de Bulgaria a la zona Schengen con el cumplimiento de los requisitos del estado de derecho tampoco ha conllevado avances. Bulgaria está clasificada como el país más afectado por la corrupción política en la UE según Transparencia Internacional, y se encuentra entre los más pobres del bloque. Del puesto 87 que ocupó en 2013, Bulgaria ha caído al 111 en el Índice Mundial de Libertad de Prensa.
En 2018, la periodista de investigación búlgara, Viktoria Marinova fue brutalmente asesinada por investigar la malversación de fondos de la UE, algo que recordó a los oscuros años 90. Por desgracia, su asesinato no levantó apenas indignación en el resto de la Unión Europea, que parece barrer bajo la alfombra todo lo que atañe a Bulgaria. El caso se depuró rápidamente, hubo protestas, pero al cabo del tiempo el tema se diluyó.
A la imagen de la prensa y seguridad en el país tampoco ayuda que en 2013 se intentase nombrar al oligarca de los medios, Delian Peevski, como jefe de la Agencia de Seguridad del país (NSO). Las protestas de la población e incluso la presión ejercida por miembros de la OTAN hicieron que la decisión de la Asamblea Nacional se revocase.
Peevski y su amigo y socio Tzvetan Vasilev son los principales sospechosos de la quiebra de CorpBank, el cuarto mayor banco de Bulgaria, cuya caída en desgracia hizo temblar la economía del país y provocó la pérdida de 5 mil millones de euros. A través de CorpBank, que financiaba las actividades de Peevski, éste se hizo con el control de la mayor parte de los medios en Bulgaria.
El propio Peevski es miembro del DPS (partido de la minoría turca), fundado por Ahmed Dogan. Ahmed Dogan es una de las figuras más controvertidas de la política búlgara. Antiguo agente secreto en la época socialista, Dogan fundó DPS en los 90 con la intención de asegurar los derechos de la minoría turca en el país, la cual se vio sometida a un denigrante proceso de “bulgarización” durante los años finales del socialismo, obligándoles a cambiar su nombre turco por uno búlgaro. Con el tiempo, Dogan se convirtió en otro magnate ególatra que se lucró en el poder. El partido DPS, que obtiene gran parte de sus apoyos de las zonas rurales turcas y gitanas del noreste y sureste de Bulgaria, está salpicado por casos de corrupción, acusado de controlar los fondos para obras públicas en dichas áreas, absorbiendo así también dinero de los fondos UE. En 2013 Dogan simuló sufrir un intento de asesinato en directo, aunque más tarde se descubrió que la pistola del asaltante era falsa. Su salud mental pareció deteriorarse desde entonces, abandonó el liderazgo de DPS y se refugió en su finca. Lleva años sin ser visto en público y tampoco ofrece entrevistas.
En febrero de este año tuvo lugar el primero de una nueva serie de escándalos que sirvieron de detonante para manifestar el enfado y hartazgo general de la ciudadanía. La Fiscalía General del Estado, controlada por Ivan Geshev, cercano a Borisov, intentó enjuiciar al presidente arguyendo que este había presionado para que su mujer obtuviese un puesto de relaciones públicas en la Fuerza Aérea de la que él era comandante. Esto no obstante, se había producido en 2011, cuando Radev no tenía nada que ver con la política, y no contó con más pruebas que unas escuchas que resultaron ser ilegales y no llegaron a probar mucho. Irónicamente, a Geshev pareció importarle poco este detalle y presionó para juzgar a Radev y apartarle del puesto presidencial. Esto no salió adelante, ya que el presidente tiene inmunidad y ésta desaparece solo cuando se dan casos de traición o crímenes contra el estado. Unos días más tarde la Fiscalía General anunció que rompía relaciones con la presidencia, más tarde la propia presidencia comunicó que retiraba su apoyo al Primer Ministro y el gobierno, la crisis constitucional estaba servida.
La gestión del Covid-19 congeló brevemente el conflicto entre el PM y el Presidente. Sin embargo, ésta también ha sido motivo de polémica, ya que si bien Bulgaria fue de los primeros países en ordenar un confinamiento en marzo, cuando apenas llegaba a los 10 casos, las cifras reales parecen haberse maquillado y las ayudas o bonificaciones prometidas al personal sanitario no han llegado.
La polémica relativa al Primer Ministro se reanudó en junio, cuando se publicaron unas fotos, supuestamente en la casa de Borisov, en las que se veían numerosos fajos de billetes de 500€ además de una pistola. Se llegó a afirmar que Borisov estaba preparado para huir del país en caso de que el ambiente se caldease todavía más. A su vez, se publicaron unas escuchas, también salpicando a Borisov, en las que éste conversa con su círculo de GERB y afirma estar dispuesto a sacrificar al ministro de economía (quien al parecer gastó fondos de la UE de manera escandalosa, delatando las prácticas del partido) y que “quemaría” a la eurodiputada crítica Elena Yoncheva, la cual lleva tiempo investigando y denunciando la corrupción en Bulgaria.
La revelación de estas escuchas generaron tanta sorpresa en GERB, que Borisov y su círculo salieron a hacer declaraciones y tratar de restar importancia al tema. Borisov cree que detrás de las escuchas y filtraciones está el presidente Radev. Por si no pareciese ya suficiente, también se supo que Dogan y Peevski cuentan con seguridad privada del NSO en sus residencias, la cual obviamente es pagada por los contribuyentes. Al parecer, el poder de éstos dos es de tal magnitud, que Borisov tiene que hacerles concesiones. Radev criticó esta situación y afirmó que el NSO no tenía por qué proteger a Dogan y Peevski. A su vez, criticó que la fiscalía general de Geshev no ha investigado todavía a Peevski por su papel en la quiebra de CorpBank ni ha perseguido a Tzvetan Vasilev, quien se refugia en Serbia.
Después de éstas críticas, el 9 de julio, la oficina del Presidente Radev era asaltada por funcionarios de la Fiscalía General y dos de los trabajadores eran detenidos. Una multitud se congregó frente al edificio para protestar por esta acción. Radev llamó a los manifestantes a “echar a los mafiosos”. Desde entonces Bulgaria se ha visto salpicada por protestas diarias que se han extendido a todas las ciudades, exigiendo la dimisión de Borisov y del Fiscal General Geshev, pero también un cambio sustancial en todos los ámbitos del país, incluyendo la clase política. Borisov se ocultó unos días y al cuarto, emitió un comunicado a través de Facebook afirmando que GERB se iba a quedar en el poder y que los manifestantes eran unos desagradecidos que iban a romper el país, a su vez, se lamentó diciendo que él había hecho mucho por el.
Las protestas son las mayores y más extensas que ha vivido Bulgaria en las últimas décadas, especialmente destacables para un país donde generalmente apenas se ejerce ese derecho. Radev llamó a la UE a tomar una posición, pero ésta, en su tónica general, respondió a través de la Comisión con una llamada de apoyo al “derecho a protestar pacíficamente”. La embajada de EE.UU en la capital emitió un comunicado algo más crítico, apoyando a la población y afirmando que, “todo país merece un sistema judicial no partidista y que rinda cuentas al estado de derecho, nadie está por encima de la ley”; un toque de atención curioso a Borisov, aun cuando es una figura bastante cómoda para Washington. EE.UU siempre se ha mostrado algo incómodo con las profundas relaciones históricas de Bulgaria y Rusia, así como la dependencia energética. Si bien la declaración de la embajada no hace referencias específicas a los manifestantes, deja pocas dudas acerca de que están dispuestos a prescindir de Borisov llegado el caso.
A pesar de todo esto, no hay que engañarse, hay ciudadanos que votan a GERB porque desean que este sistema perviva u obtienen algún tipo de incentivo a partir de la mala situación del país, no todo son compras de votos y amaños. Uno de los mayores problemas en Bulgaria durante las últimas décadas es la apatía de la ciudadanía, el no manifestarse o reaccionar ante los múltiples escándalos ha contribuido a que el sistema delictivo se haya acentuado y tenga raíces. En muchas ocasiones, los propios ciudadanos participan en las prácticas corruptas. Se ha generado una muy peligrosa sensación total de impunidad, desgobierno e indiferencia absoluta ante la corrupción.
Los manifestantes, en general, están compuestos por personas jóvenes, pero también por aquellos que en su día vivieron la caída del socialismo habiendo apenas cumplido la mayoría de edad, decepcionados por no haber obtenido el futuro que se les prometió. La franja ideológica de los manifestantes es principalmente de proeuropeos, liberales y socialdemócratas que no desean emigrar o que incluso han retornado a Bulgaria en un último intento de recuperar su país. A estos sectores también se ha unido el centro-derecha opuesto a Borisov y GERB, después de años en caída libre. Borisov exigió la dimisión de los ministros de finanzas, economía, interior y turismo (cercanos a Peevski) en un intento de calmar las protestas y quizás preparar el terreno para las elecciones de 2021, las cuales podrían adelantarse. No obstante, los cambios ministeriales no han satisfecho a los manifestantes.
Un ejemplo para explicar lo que está ocurriendo en Bulgaria es comparar este caso con la vecina Serbia, donde también se han vivido protestas recientemente. Entre ambos países se dan ciertas similitudes: Un descontento sector de población ha comenzado a dejar patente su malestar, a este sector se unen cada vez más voces de personas que antes no protestaban, hartos del “state capture” y el abuso de poder. La diferencia es que en el caso serbio, el presidente Vucic tiene mucho más poder de control sobre su círculo que Borisov. Éste último es cada vez menos importante para el cartel del que forma parte y la oposición (Radev) puede presionar de forma efectiva a ese círculo o al propio Borisov. Borisov depende de figuras como Dogan y el Fiscal General Geshev, entre otros, para ejercer su poder. Vucic, en cambio, ha convertido Serbia en su patio de recreo. Aún si Borisov se alza con la victoria en las próximas elecciones, lo cual probablemente hará, será en un entorno donde estará más debilitado y acechado por sus enemigos dentro y fuera. A diferencia del caso serbio, donde Vucic domina con cifras apabullantes y las elecciones tienen poco sentido, los electores de Bulgaria todavía pueden superar su indiferencia y apatía y contribuir al dinamismo político del estado para subvertir el “state capture” en el que se haya. No obstante, Borisov no es la enfermedad, con su marcha no es suficiente. Bulgaria necesitará de mayorías constitucionales y de una unidad nacional estratégica para asegurar el cambio, quizás a través de profundas reformas legislativas y constitucionales. Si la ciudadanía cae en los enfrentamientos ideológicos internos, lo cual no es en absoluto descartable, o cede ante aquellos que buscan subvertir las protestas para su propio beneficio, no habrá ningún cambio.
La participación electoral en Bulgaria se fue desinflando a la vez que la confianza en los políticos, y se pasó de cifras del 90-70% entre 1990 y 1994, a resultados de entorno al 65-55% hasta 2009. Desde entonces, superar el 50% es cuestión de puro milagro y quizás alguna “ayuda”. Además de eso, la política búlgara para bien o para mal, ha demostrado ser muy dinámica. Diversas coaliciones se han fundado y desintegrado, así como diversos partidos se han creado para luego desaparecer durante los últimos años. Las recientes protestas deberían ser el síntoma que indique que algo está cambiando y que los estamentos más jóvenes están contribuyendo a la movilización de sectores de mayor edad.
Todos los partidos políticos generan más opiniones negativas que positivas y la clase gobernante teme comenzar a ser desplazada por esa nueva ola de manifestantes jóvenes que nacieron en los convulsos 90, lo cual no parece que vaya a suceder todavía de forma definitiva, ya que las encuestas parecen dar la victoria al partido de Borisov, GERB, pero el resultado de 21.3% de los votos queda lejos del 30-34% que venía cosechando hasta ahora. Los socialistas del BSP también perderían muchos apoyos, pero conservarían el segundo puesto.
Es posible que los socios de gobierno de Borisov, Patriotas Unidos (OP), no alcancen el 4% requerido para las próximas elecciones y lo más probable es que su coalición (VMRO-BND-ATAKA-NFSB) se rompa y cada integrante vuelva a ir por separado. En tal caso, se abrirían varias opciones de pacto para GERB o BSP, aunque en el caso del segundo es más difícil.
La primera sería el nuevo partido “Hay tal nación” (ITN), liderado por el famoso Slavi Trifonov, showman y cantante, quien podría jugar un papel clave ya que parece situarse como la tercera o cuarta fuerza política. Trifonov es posiblemente una de las mayores, sino la mayor personalidad televisiva del país, famoso por su programa “El show de Slavi”, odiado por muchos y querido por otros tantos, pero siempre polémico debido a su humor y sus burlas a la política búlgara y a la sociedad en general.
Su entrada en la escena política, dada su dilatada carrera en la televisión (cerca de 20 años), se podría considerar algo tardía, pero nada sorprendente debido a los múltiples ejemplos en el extranjero. Intentará captar voto joven y a población descontenta, las medidas que promete son bastante genéricas y todavía no están del todo definidas, pero se resumen en: acabar con la corrupción, reformar el poder ejecutivo y judicial, garantizar unos salarios, pensiones, sanidad y seguridad social dignos, todo ello dentro del marco de la UE y la economía de mercado. Queda por ver si piensa aliarse con GERB u optará por el BSP.
La segunda opción sería el DPS (minoría turca). Optar por pactar con este partido sería peligroso para cualquiera, dados los escándalos con Dogan y Peevski y la mala imagen de estos, no parece algo viable. Debido a las polémicas, no sería sorprendente que DPS caiga hasta el cuarto puesto y sea superado por la formación de Trifonov.
Una hipotética tercera opción sería la coalición “Bulgaria Democrática” (DB), que según las encuestas aspira a un quinto puesto. DB está integrado por tres formaciones distintas que recogen a antiguos miembros de los grandes partidos como GERB y BSP. El primero de ellos es “Demócratas para una Bulgaria fuerte”, un partido de centro-derecha, “Sí, Bulgaria”, un partido atrapalotodo que comenzó como movimiento cívico en contra de la corrupción y al que se podría considerar cercano al social liberalismo. El último integrante de la coalición es el partido de los verdes. Estos tres partidos se unieron en 2018 para evitar la desaparición a la que estaban condenados. Su base electoral son profesionales liberales y jóvenes de Sofía. Si DB pretende sobrevivir, deberían resolver sus problemas internos primero y comenzar a apelar al resto del país tratando temas sociales que importan.
El partido de derecha VOLYA, euroescéptico y contrario a la OTAN, así como las formaciones de la coalición de Patriotas Unidos: VMRO-BND, ATAKA y NFSB se disputarían el entrar en el parlamento. No obstante, todavía queda mucho por ver.
Los alardes a los valores de la UE y el estado de derecho tienen poca importancia y significado en un lugar como Bulgaria, en gran parte porque no ha llevado a un cambio tangible. Las multitudes de las calles están animadas por algo más poderoso: un sentido profundamente arraigado de injusticia y una creciente intolerancia por la corrupción flagrante. Una vez más, la batalla por lo que Europa debería ser y no es, se libra en sus límites. Tal y como afirmó el Khan Asparuh (fundador de Bulgaria interpretado por Stoiko Peev en la película homónima) en los momentos previos a la batalla decisiva que daría fundación a Bulgaria, “una nación sin estado está condenada a desaparecer”.