En las últimas semanas, la política y sociedad bielorrusas están experimentando cierta tensión. Es de sobra conocido que las autoridades del país acostumbran a tener mano dura con la oposición, encabezada primordialmente por tibios candidatos blogueros cuya supresión se suele resolver con varios días en el calabozo y dejar correr el aire hasta que el problema se disipe. No obstante, en este caso, todo surge a raíz de la oposición del establishment, representada por Viktor Babariko y Valeri Tsepkalo, quienes, el mes pasado, decidieron anunciar su candidatura a las elecciones presidenciales de agosto.


 

La consecuencia de esto ha sido una contundente respuesta de Lukashenko, que ha conllevado la detención de Babariko, de asociados a este e incluso de manifestantes, en ocasiones de forma arbitraria. Esto podría traer consecuencias al líder bielorruso, ya que se encuentra en una encrucijada con la UE-EE.UU, Rusia y la oposición en casa, además de la crisis económica derivada del Covid-19.

Viktor Babariko es un banquero bielorruso conocido ser el presidente de Belgazprombank durante dos décadas. Belgazprombank es uno de los mayores bancos de Bielorrusia y uno de los principales actores económicos implicados en el suministro de gas a Bielorrusia y a Europa debido a su asociación con el banco ruso Gazprombank, fundado por la gasística Gazprom. Babariko es a su vez un filántropo comprometido con la historia nacional de su país que ha financiado diversos proyectos en apoyo de la cultura y lengua bielorrusas. A principios de este mes se llevaron a cabo registros en Belgazprombank, lo cual más tarde conllevó la detención de Babariko, acusado de corrupción. Esto hizo que el ambiente se calentase y las protestas estallaran. 

 

Valeri Tsepkalo, procedente del sector político y diplomático del país y también del entorno de Lukashenko, es una personalidad conocida y bien valorada por los bielorrusos. Fue embajador en EE.UU y tiene amplia experiencia en el área de las tecnologías de la información y comunicación, es por ello que lideró el proyecto del Parque de Alta Tecnología, uno de los mayores centros tecnológicos en Europa del Este, algo que también le valió ciertas críticas. 

 

El otro candidato, Serguei Tijanovski, es un bloguero con discursos incendiarios al que no se podría considerar un candidato a presidir el país ya que no parece ofrecer ningún programa político, simplemente se dedica a clamar en favor de que Lukashenko abandone el poder. Tijanovski también fue detenido y se enfrentа a una pena de prisión, acusado de violar el orden público y asaltar a la policía. Su mujer, Svetlana, asumió la candidatura.

 

Para obtener una visión más detallada y profunda acerca de un país del que se suele informar poco, en 14Milimetros hemos decidido consultar ciertos aspectos de la situación bielorrusa con Jonathan Millins, investigador de doctorado en la Universidad de Amberes. Actualmente Jonathan trabaja en un proyecto de investigación sobre Bielorrusia y cómo este estado ha mantenido su soberanía e independencia a pesar de encontrarse entre dos gigantes geopolíticos como son Rusia y la UE/OTAN. 

 

¿Cómo se diferencian Babariko y Tsepkalo de la «oposición bloguera» (Tijanovski) que solemos ver en Bielorrusia? ¿Tienen partidarios extranjeros? Por ejemplo, las autoridades de Bielorrusia acusaron a Gazprom y «personalidades de alto nivel» en Rusia de respaldar a Babariko.

«En mi opinión, Valeri Tsepkalo es el candidato más interesante, pero los medios extranjeros a menudo le pasan por alto en favor de Babariko y Tijanovski. Esto se debe a que Tsepkalo era un asociado cercano de Lukashenko que demostró tener una experiencia sustancial en la labor de gobierno y la diplomacia (fue embajador en los Estados Unidos). También estableció el exitoso Parque de Alta Tecnología en Minsk. Además, fue educado, en parte, en Moscú durante el período soviético y aún conserva fuertes conexiones con Rusia. A pesar de esto, parece ser el único candidato que no recibe apoyo público de gobiernos o medios extranjeros.

Tijanovski es el candidato disruptor. No tiene políticas ni visión política, solo quiere eliminar a Lukashenko del poder.

Babariko, por otro lado, es un candidato al que se considera más intelectual. Muchos oligarcas rusos (tal vez incluso algunas personas en el Kremlin) están canalizando apoyo hacia él. Eso no significa que Babariko sea el candidato pro-Rusia (ningún candidato es más pro-Rusia que Lukashenko), pero si las circunstancias cambiaran en Bielorrusia y el Kremlin quisiera interferir en las elecciones, Babariko sería su candidato preferido sobre Tsepkalo o Tijanovski.

Finalmente, en lo que respecta a la interferencia extranjera, no solo Rusia trata de influir en las elecciones, también Estados Unidos y, en cierta medida, la Unión Europea. Todos los actores extranjeros están utilizando a sus intermediarios de alguna manera para influir en las elecciones, por ejemplo, EE. UU utiliza su Radio Free Europe, operada por los medios del Departamento de Estado para producir contenido que simpatiza con los candidatos de la oposición, mientras que la UE utiliza organizaciones de la sociedad civil en Bielorrusia y amenaza la retirada de acuerdos de financiación y facilitación de visas como medida de presión. El enfoque de Rusia es un poco menos sofisticado y depende de que la mayoría de los bielorrusos sigan recibiendo sus noticias de los medios de comunicación rusos. Es una forma muy simple de socavar a los candidatos, incluido el propio Lukashenko, por cosas así expulsó a dos periodistas rusos el mes pasado debido a sus informaciones negativas sobre el manejo de la crisis del Covid-19 en Bielorrusia.»

 

Es innegable que Rusia es el mayor socio comercial de Bielorrusia. En 2018, el 60% de las importaciones Bielorrusas procedían de Rusia y a su vez el 38% de las exportaciones se destinaban a Rusia. Desde los 90, Lukashenko lleva ofreciendo su amistad a Rusia y cooperando con ellos en distintos ámbitos a cambio de generosos beneficios económicos como precios reducidos de petróleo y gas. Recursos energéticos que en ocasiones Bielorrusia luego revende a terceros a precios de mercado, algo que no gusta en Moscú y que es motivo de conflicto. 

El Estado de la Unión, entidad supranacional creada a finales de los 90 y que comprende a ambos países, ha servido para simplificar los temas fronterizo y aduanero y también cooperar militarmente. 

No obstante, Bielorrusia también ha sabido bascular para no convertirse en un peón de Rusia, también tiene trato con la UE, China, EE.UU y organismos internacionales.

Un factor clave en este 2020 ha sido la pandemia del Covid-19. Lukashenko se ha dedicado a restarle importancia al virus, y con tono jocoso señalaba que este no aguantaba las altas temperaturas y que por tanto había que visitar más frecuentemente la banya (baño de vapor eslavo parecido a la sauna), irse al campo o que había que desinfectar con vodka. Pero la realidad es otra, la pandemia no hace distinciones y afecta a la economía de todos. En abril, el gobierno bielorruso ya había aceptado:

-60 millones de euros por parte de la UE. 

-1.3 millones de dólares por parte de EE.UU.

También solicitaba préstamos:

-90 millones de euros al Banco Mundial.

-Mil millones al Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo.

-Cerca de 900 millones al Fondo Monetario Internacional. 

-China ya había proporcionado a Bielorrusia, a finales de 2019, 500 millones de dólares para gastos generales y el pago de deudas.

El estancamiento de la economía afecta a los bolsillos de los ciudadanos y obviamente no es buena señal. Esto es percibido por los oponentes de Lukashenko y conlleva un malestar añadido a las protestas por la detención de candidatos presidenciales. 

 

¿Hasta qué punto cree que están influyendo en las protestas el manejo de la pandemia y la posible crisis económica por parte de las autoridades?

«Hace seis meses, todos te habrían dicho que estas serían unas elecciones presidenciales aburridas con algunas pequeñas protestas, seguidas de la reelección de Lukashenko en agosto. La pandemia lo cambió todo. El problema para Lukashenko es que su enfoque de la pandemia varía mucho de todos los países circundantes, incluida Rusia. Los bielorrusos pueden ver las medidas que se están implementando en Rusia y, sin embargo, Lukashenko no hace nada e incluso niega que el virus exista. Para algunos, esto trajo recuerdos de Chernobly y el trágico fracaso para actuar durante esa crisis.

Junto con la pandemia, se han venido sucediendo dificultades económicas continuas para muchos bielorrusos comunes: el costo de vida está aumentando, el bajo crecimiento económico, una moneda débil y las continuas disputas energéticas con Rusia. El contrato social entre Lukashenko y el pueblo bielorruso está siendo sometido a una gran presión.

La pandemia actuó como un catalizador y ha dado a las personas un solo problema para concentrarse y enfocar su descontento. Entonces, si bien los candidatos de la oposición, generalmente, están mal organizados, desunidos y sin muchas ideas políticas, todos pueden obtener apoyo en torno a los dos problemas que son el sufrimiento de la economía y la negligencia de Lukashenko contra el Covid19.»

 

Algo que dio bastante que hablar hace meses fue la disputa sobre los precios de la energía entre Moscú y Minsk mencionado anteriormente. Hubo una serie de interrupciones y reducciones del suministro y se llegó a afirmar que Bielorrusia se estaba distanciando de Rusia y que buscaría compensar su dependencia económica de ésta acudiendo a la UE o EE.UU. Es más, se llegó a acuerdos de suministro con Noruega y Pompeo visitó Minsk en febrero, donde afirmó que EE.UU podría suministrar a petróleo y gas a Bielorrusia al 100%. A principios de junio llegó al puerto de Klaipeda (Lituania) el primer cargamento de petróleo de EE.UU destinado a Bielorrusia. 

¿Significará esto que Bielorrusia ha iniciado una transición hacia el eje occidental y que en Rusia están barajando actuar contra Lukashenko? La respuesta es simple, no. Las relaciones de Rusia con Lukashenko son pragmáticas. Para Rusia Lukashenko puede ser problemático, sí, pero sus pasos son fácilmente predecibles y sus intrigas son reveladas rápidamente. Tratar con Lukashenko conlleva altos costes, pero la eventualidad de tener que elegir entre éste y alguno de sus sucesores podría ser contraproducente. El líder bielorruso es una persona con la que es difícil negociar, pero a su vez es también un duro negociador con otros actores, en este caso los occidentales. Nadie puede llegar a un acuerdo con Lukashenko sin tener que ceder o hacer la vista gorda en algún aspecto, según se trate. Esto último representa algo positivo para Rusia, por muy intransigente que sea el bielorruso, lo es con todos y al final resulta ser una garantía de cierta estabilidad para los rusos. Recordemos que a Rusia le interesa controlar la estabilidad en sus fronteras, la perspectiva de una Bielorrusia sin Lukashenko podría llevar a un cambio en las condiciones de negociación y en el peor de los casos quizás llevar a conflictos. Por ahora, conviene asumir los costes. Hay que evitar otra Ucrania. 

 

¿Ha calculado mal Lukashenko las consecuencias de sus acciones? Se ha llegado a afirmar que se ha alejado de Rusia para dirigirse hacia Estados Unidos/UE.

«Lukashenko ha sido increíblemente hábil al hacer pequeñas concesiones a la UE, al mismo tiempo que permanece dentro de la esfera de influencia rusa. Muchos en Bruselas han interpretado erróneamente el reciente calentamiento de las relaciones UE-Bielorrusia desde 2014 como parte de un plan estratégico a largo plazo de Lukashenko para acercarse a la UE y depender menos de Rusia. Esa nunca fue la intención de Lukashenko. El objetivo de Lukashenko siempre ha sido la preservación de la independencia y soberanía de Bielorrusia, y para lograr eso está preparado para hacer acuerdos específicos con la UE, que puede usar como moneda de cambio contra Rusia. Lukashenko no desea ver a Bielorrusia en la UE o que el Estado de la Unión de Rusia-Bielorrusia sea empujado más allá por Putin.

Durante este período previo a la campaña, Lukashenko tuvo que plantearse: «¿permito que los candidatos participen en las elecciones?» Lukashenko ha juzgado que el riesgo de generar impulso y apoyo es demasiado peligroso para su reelección y, por lo tanto, ha tomado medidas preventivas para evitar que los candidatos se postulen. Al hacerlo, está calculando que se hará menos daño a largo plazo, que si arrestaran a los candidatos después de las elecciones. También ayuda a impulsar su participación en el voto más alto para eliminar algunos de los candidatos.

¿Por qué importa esto? Lukashenko ha hecho un cálculo estratégico de que el costo de las sanciones de la UE que se le imponen personalmente y a Bielorrusia en su conjunto es un precio que vale la pena pagar para garantizar su reelección y la estabilidad de su gobierno.»

 

Como se ha dicho, a raíz de la detención de Babariko, la situación, que ya de por sí era algo complicada, se ha tornado aún más difícil y el descontento de sectores de la población ha desembocado en protestas que todavía continúan de manera esporádica. Se llegó a formar una cadena humana de cerca de 5km y los manifestantes han sido bastante hábiles al moverse rápidamente, en ocasiones evitando a la policía y concentrándose en otros lugares de la capital. Según afirman desde Radio Free Europe (medio financiado por EE.UU) para evitar la coordinación a través de redes sociales, se llegó a interferir y bloquear la red 3G/LTE internet. Ciudadanos bielorrusos en el extranjero también se han movilizado. A pesar de esto, las protestas no parecen muy masivas, si bien las imágenes de detenciones arbitrarias impactan, en Minsk se llegaron a congregar cerca de 5 mil manifestantes, una cifra bastante baja para los estándares de occidente, pero llamativas para un país como Bielorrusia. Durante los últimos días se supo que miembros de las fuerzas de seguridad como el OMON habían iniciado una protesta en redes como Telegram sujetando carteles con mensajes en contra del líder bielorruso, si bien, ocultando su identidad. Medios como el ya mencionado Radio Free Europe han dado bastante cobertura a las protestas, aprovechando la situación para criticar de forma ávida a Lukashenko, la crítica es necesaria, pero también son necesarias las soluciones, hay que canalizar las protestas y evitar una explosión como la que se produjo en Ucrania durante el Maidán a la vez que satisfacer las exigencias de los manifestantes. Es por ello que Lukashenko propone enmiendas a la constitución y relegar parte del poder a los niveles locales. Bielorrusia es un estado centralizado y delegar poderes económicos o legislativos a las regiones conllevaría el riesgo de que algunos funcionarios locales no actúen correctamente y se creen las condiciones para una mayor corrupción y desigualdad a nivel local y entre las regiones. 

 

Las protestas que estamos viendo no son masivas (para los estándares occidentales) pero parecen ser las más grandes en la historia reciente en Bielorrusia. Lukashenko incluso ha amenazado a los manifestantes. ¿Puede ser este el principio del fin para el sistema que ha creado en el país o solo veremos una reforma?

«Sí, es cierto que, según los estándares bielorrusos, las protestas han sido grandes, incluso en ciudades regionales de todo el país. Sin embargo, el nivel exacto de apoyo no es algo que podamos determinar fácilmente porque las encuestas no están permitidas en Bielorrusia. Sin duda, a Lukashenko le disgustarán las imágenes que se han visto, especialmente las de las redes sociales y Telegram (el cual odia), pero mientras las fuerzas armadas y de seguridad sigan siendo leales a él, probablemente no se preocupará demasiado.

Sin embargo, sería un error decir que las fuerzas de seguridad son las únicas que mantienen a Lukashenko en el poder. De hecho, uno de los principales factores que lo mantienen en el poder es el ‘contrato social’ entre él y el pueblo. De manera muy simple, Lukashenko ofrece a los bielorrusos un trato socioeconómico: a cambio de su gobierno autoritario, el gobierno garantizará el crecimiento económico, la paz y la estabilidad social. Se puede describir como una forma de ‘autoritarismo electoral’, donde todos saben que Bielorrusia no es una democracia, pero todos deben prosperar en última instancia. Si ese contrato social comienza a romperse, esa será la mayor amenaza personal para Lukashenko.»

 

Durante los últimos días se han invalidado firmas de algunos de los candidatos como Tsepkalo o Babariko. La Comisión Electoral Central ha comunicado que Tsepkalo queda fuera de la carrera presidencial al no obtener las cien mil firmas requeridas para presentarse a las elecciones. Babariko, no obstante, continúa, al considerarse válidas 164.744 de las firmas en su favor. Svetlana, la esposa de Tijanovski, también ha conseguido superar la barrera de las cien mil firmas, con 104.757. Además de ellos dos y Lukashenko, otros 3 candidatos de menor relevancia han superado el umbral requerido. Anna Kanopatskaya, diputada por el partido Unidad Cívica de Bielorrusia, Serguei Cherechen, empresario y miembro del Partido Socialdemócrata de Bielorrusia y Andrei Dmitriev. 

 

Si surge un nuevo líder bielorruso, ¿mantendrá a Bielorrusia en una posición algo «neutral», basculando entre Rusia y Occidente o veremos un cambio en las actitudes hacia uno de ellos?

«Sobre esto no se puede decir mucho, pero creo que es muy probable que en caso de ganar Babariko, este quisiera permanecer cerca de Rusia, si no fuera por otra razón que evitar crear las condiciones para un nuevo escenario al estilo de Ucrania en Bielorrusia. Babariko es también cercano a muchos oligarcas rusos que sin duda se beneficiarían financieramente de cualquier plan de privatización que quisiera seguir como presidente. Las relaciones con la UE mejorarían, pero cualquier movimiento hacia acuerdos aduaneros y comerciales con Bruselas requeriría una reestructuración económica masiva, privatizaciones y la introducción de políticas neoliberales de mercado. No está claro en esta etapa si estas políticas serían realmente populares en Bielorrusia.»

 

A diferencia de su actuación respecto al Covid-19, Lukashenko se está mostrando proactivo respecto a las protestas y está decidido a responder. A menos que ocurra algo de grandes proporciones, lo cual en estos momentos es poco probable, no hay duda de que Lukashenko se alzará con la victoria en las elecciones del 9 de agosto. No obstante, perderá legitimidad no solo a ojos de la gente, sino también entre el estamento de poder. La perspectiva económica tampoco es halagüeña y el país no puede subsistir a base de préstamos en caso de que la situación empeore. Si en un futuro próximo las protestas y la oposición se refuerzan y la respuesta del poder es pura y dura violencia, la población no dejará pasar la situación como si nada. Bielorrusia necesitará reformas para que el sistema perviva, si no las hace Lukashenko, tendrán que hacerlas otros.  

 

Desde la publicación de éste artículo, se han producido cambios importantes en las candidaturas. La candidatura de Babariko, quien se encuentra detenido, no fue registrada por la Comisión Electoral Central, arguyendo irregularidades en sus ingresos y connivencia con organizaciones extranjeras. En el caso de la candidatura de Valeri Tsepkalo, muchas de las firmas se consideraron inválidas y por ende, tampoco fue registrado. Tsepkalo se vio obligado a huir a Moscú junto con sus hijos, temiendo ser detenido al igual que Babariko. La candidatura de Tijanovski, asumida por su mujer, Svetlana, sí salió adelante.

Svetlana Tijanovskaya unió fuerzas con Veronika Tsepkalo (esposa de Valeri) y con Maria Kolesnikova, jefa de campaña de Babariko. Éstas tres mujeres se han erigido como la principal oposición a Lukashenko, prometiendo el «fin de su gobierno y unas elecciones democráticas y justas». Si bien la campaña no promete mucho más allá de democratización y el fin de la era Lukashenko, ha conseguido atraer a un número considerable de personas (para los estándares bielorrusos) en sus mítines. 

En los últimos días, Lukashenko ha llevado a cabo demostraciones de fuerza al visitar diversas bases militares además de ordenar la presencia de tropas en Minsk a raíz del «día de las fuerzas aerotransportadas», en el que se vio a transportes blindados de personal patrullando por las calles o a fuerzas especiales ensayando operaciones en diversos edificios.

El anuncio de la detención de más de una treintena de mercenarios de una empresa militar privada rusa no ha hecho más que levantar sospechas sobre los planes de Lukashenko. Las autoridades bielorrusas afirman que estos mercenarios, que estaban desarmados y fueron detenidos en un hotel, forman parte de un plan extranjero que involucra a cerca de 200 contratistas que debían llevar a cabo una revolución en Bielorrusia. A pesar de esto, a través de las imágenes de la detención, se ha visto que dichos mercenarios portaban divisas internacionales, sobre todo africanas, además de pasaportes internacionales, lo cual indicaría que estaban de paso por Minsk y su destino final era África. Ésta hipótesis se refuerza por el hecho de que Rusia tiene sus fronteras aéreas internacionales cerradas, pero Bielorrusia no, convirtiéndose dicho país en zona de tránsito hacia otras partes del mundo. Las autoridades bielorrusas han señalado a estos mercenarios como miembros de la ya famosa compañía Wagner. El Kremlin ha negado querer desestabilizar a un «país aliado» y ha solicitado información comprensible por parte de Bielorrusia.

Es muy probable que el gobierno de Lukashenko, viéndose amenazado por sus opositores, y sabiendo que mercenarios rusos transitan por su país, decidiese detener a dicho grupo con tal de crear la sensación de que el país se encuentra bajo ataque e injerencia de potencias extranjeras. De ésta forma, la falta de observadores en las elecciones, represión y militarización que se ha visto en las últimas semanas sería «justificada». Con estas acciones, Lukashenko también mandaría un mensaje a Occidente, dando a entender que él también es objeto de la «amenaza rusa», lo cual constituye, a su vez, una advertencia, ya que una posible injerencia occidental en Bielorrusia produciría una respuesta por parte de Rusia. La detención del analista político Valeri Shkliarov, asesor en campañas electorales de políticos como Obama, Sanders o Merkel, también ha causado sorpresa. Según los medios del país, Shkliarov habría asistido en su campaña a Tijanovski y formaría parte de la «injerencia rusa». 

Éstas prácticas no son nada nuevo en Bielorrusia. Con anterioridad a las elecciones de 2006 y 2010 también tuvieron lugar situaciones parecidas, en las que los medios estatales avisaban de posibles atentados o de grupos de mercenarios polacos o lituanos que amenazaban al país. Esta vez, como consecuencia de todo lo ocurrido, el Secretario de Estado del Consejo de Seguridad bielorruso, Andrei Ravkov, anunció que se introducirían mayores medidas de seguridad y controles policiales durante los mítines. Al contrario de lo que pronosticaban algunos, las elecciones no parece que se vayan a anular. 

La esperada victoria de Lukashenko sin duda provocará protestas y quedará por ver cómo reaccionan las autoridades, pudiendo un eventual conflicto erosionar la credibilidad en el sistema. No obstante, es poco probable que Bielorrusia inicie una gran transición hacia el oeste, tanto económica como ideológicamente, ya que habría un gran coste que si no se gestiona bien podría derivar en problemas como los vistos en uno de sus países vecinos, en este caso Ucrania. 

Las elecciones de este año están demostrando ser muy caóticas, la detención o persecución de candidatos opositores pertenecientes al sistema ha provocado protestas que no se habían visto hasta ahora en el país. Lukashenko está teniendo comportamientos cada vez más erráticos y pierde credibilidad con Rusia y Occidente. Luchar en dos frentes era cómodo para el líder bielorruso, pero el tercer gran frente que se ha abierto en casa promete darle todavía más quebraderos de cabeza que no podrán ser solucionados culpando siempre a actores externos.