Cuando los medios en occidente hablan de la oposición rusa, se refieren mayoritariamente a la oposición extraparlamentaria, la cual está constituida, en gran parte, por fuerzas que a simple vista se asemejan al liberalismo típico de los países europeos de nuestro entorno. A pesar de esto, ésta oposición está formada por una amalgama de movimientos, desde el nacionalismo exacerbado hasta el comunismo más militante.
Los candidatos de la oposición, que tanto dieron que hablar durante este verano, y que fueron excluidos por la comisión electoral de las elecciones locales y regionales son principalmente del entorno de Alexei Navalny, denominado principal opositor por la mayor parte de los medios en Occidente. Abordar el espectro de ésta oposición extraparlamentaria, es muy complejo.
La oposición ha sufrido muchos cambios desde la etapa del primer mandato de Putin como presidente. Hace casi dos décadas, las caras más representativas eran las del ajedrecista Garri Kasparov, Eduard Limonov, uno de los peculiares fundadores del partido nacional-bolchevique o Mijail Jodorkovski, uno de los muchos oligarcas que se enriquecieron gracias al saqueo y expolio de Rusia. El listado sigue, pero es muy amplio como para nombrarlos a todos. Ésta era una oposición conformada, en general, por gente no precisamente joven, ajena a las dinámicas de la política, sin experiencia e incapaz de plantar cara, por ende acabaron en el olvido. No obstante, la oposición en Rusia sufrió una mutación en la etapa 2008-2012, durante el mandato de Dmitri Medvedev. La oposición que se originó de las masivas protestas de 2011 tenía un núcleo principalmente joven y urbano, aún a pesar de contar con antiguas figuras como Boris Nemtsov. Es aquí donde surgen con relativa fuerza y éxito, políticos como Serguei Udaltsov o Alexei Navalny.
La razón por la que, a partir de ahora, centro el análisis de la oposición extraparlamentaria en Navalny es porque durante los últimos años, dicha oposición, tiende a girar en torno a su figura. Éste activista convertido en político ha sabido jugar bien sus cartas y se ha adueñado del espectro extraparlamentario estableciendo una especie de culto a su persona dentro de toda la oposición rusa. Al igual que muchos afirman que Putin es una especie de “Zar” en Rusia, Alexei Navalny es el “Zar” de la oposición, no tiene rival y normalmente cualquier movimiento nuevo acaba siendo absorbido por él.
Su figura se suele ensalzar y se le cataloga como el mayor rival de Putin, pero se ignoran detalles muy básicos, como el que tan solo un 1% de la población rusa votaría a Navalny en las elecciones presidenciales según encuestas del organismo independiente Levada (Julio 2019) o que la opinión negativa sobre él ha aumentado considerablemente desde que pasó de ser un simple activista en internet a un político conocido (Levada marzo 2017).
Quizá algunos achaquen la falta de popularidad del opositor entre la población rusa a la denominada “propaganda estatal”, no obstante, este es un argumento recurrente y en su mayor parte falso. Según informaciones de la fundación “Opinión Pública” (Фонд Общественное Мнение) y datos del centro Levada, el número de rusos que confían en la televisión como una fuente de información fiable descendió desde 2009 en un 30%. A pesar de eso, la televisión sigue siendo el medio de información más utilizado, no obstante son las personas mayores de 55 años las que prefieren este medio y también las que suelen darle más credibilidad. Por el contrario, el número de personas que se informan por internet ha ascendido de un 9% en 2009 a un 37% en agosto de 2018, son los jóvenes de entre 18 y 24 años los que seleccionan (en un 54%) internet o redes sociales como su principal fuente de información. Son precisamente estos medios: redes sociales, blogs y otros recursos de internet, a través de los cuales la oposición opera. En resumen, las fuentes que Navalny emplea para comunicarse con el electorado ruso son accesibles a todos, no obstante, los datos parecen indicar que éste no convence a muchos ciudadanos. Analizando su figura y su camino hasta coronarse como líder de la oposición ayudará a entender por qué una gran parte de los rusos no se muestran convencidos.
Alexei Navalny es un político de descendencia ruso-ucraniana, pasó su infancia entre Rusia y Ucrania, debido a motivos familiares. Se graduó en derecho por la Universidad Rusa de la Amistad y los Pueblos y más tarde estudió en la Universidad Financiera de Moscú, un organismo de carácter estatal considerado como una de las cinco mejores universidades rusas por Forbes. En 2010 estudió en la Universidad de Yale gracias a una beca del “Yale World Fellows Program” un programa destinado a formar a futuros líderes.
En cuanto a su activismo en redes podemos mencionar que en el año 2008, el inicio de su carrera como bloguero, Navalny se hizo con acciones de cinco grandes empresas de petróleo y gas rusas entre las que destacan Rosneft, Gazprom y Lukoil. Su objetivo era tener acceso a datos internos de estas compañías y así desvelar sus malas prácticas. Más en adelante Navalny creó otras plataformas de denuncia e investigación ciudadana como el FBK (Fondo de lucha contra la corrupción) cuyo objetivo era arrojar más información sobre diversos casos de corrupción de grandes empresarios o políticos. El documental “Он вам не Димон” (Él no es Dimon para vosotros) en el que se investigaron las diversas propiedades multimillonarias de Dmitri Medvedev y el origen del dinero para comprarlas es hasta ahora el más famoso. Dicho documental hundió definitivamente la popularidad del Primer Ministro.
En cuanto a su dedicación a la política es donde surgen los mayores interrogantes. La figura de Navalny ha girado frecuentemente en torno a sectores del nacionalismo ruso más exacerbado, mientras que en otras ocasiones su posicionamiento es bastante liberal. Dicho movimiento en la balanza es el que da la sensación de que es un político dispuesto a aliarse con quien sea y como sea con tal de llegar al poder. La carrera política de Navalny comenzó en el año 2000 cuando se unió al partido liberal Yábloko (“manzana”). Desde allí fue escalando posiciones hasta convertirse en el Subjefe de la rama del partido en Moscú, además de miembro del Consejo Federal del partido. En 2004 fundó y participó en distintos movimientos anti-corrupción como el del “Comité de protección de los moscovitas” o el movimiento juvenil “Да” (Sí).
El 4 noviembre es el “Dia de la Unidad Nacional”, una importante fiesta de significado histórico en Rusia. En esas fechas del 2006 una gran cantidad de grupos de corte nacionalista preocupados por la inmigración procedente de Asia Central decidieron convocar marchas en muchas ciudades bajo el lema “Es nuestro país”. A dicho evento acudieron organizaciones y partidos como La juventud euroasiática, Vanguardia Comunista Juvenil o el Frente Patriótico Nacional Memoria, además de muchos otros partidos de extrema derecha o abiertamente neonazis. Se contó también con la presencia de personas como Dmitry Demushkin, un neonazi con diversas condenas y fundador de la Union Eslava, un partido ilegalizado en 2010. La marcha tuvo un fuerte sentimiento y eslóganes antiinmigración, lo cual provocó manifestaciones en respuesta e incidentes con la policía. Navalny acudió a dicha concentración supuestamente como observador de su partido, se manifestó a favor de su celebración y pidió al ayuntamiento de Moscú que se respetase el derecho de la gente a la protesta.
En julio de 2007 cofundó el movimiento político “El Pueblo”, un partido de tintes nacionalistas. En dicho partido participaron diversos escritores además del peculiar politólogo Stanislav Belkovsky, cercano a sectores nacional-bolcheviques. En julio del 2007, debido a su participación en la creación de “El Pueblo”, Navalny fue obligado a renunciar de su puesto como Subjefe de Yábloko en Moscú. Según desvela un informe del partido Yábloko (16.12.2007) en diciembre del mismo año, Navalny exigió la renuncia del jefe del partido además de todos sus lugartenientes y una reelección de las altas esferas del mismo. Tras dicho encontronazo Navalny fue expulsado de Yábloko por “causar daño a la imagen política del partido y por actividades nacionalistas.” En 2008 “El Pueblo” unió fuerzas con dos partidos nacionalistas, uno de ellos el DPNI (Movimiento contra la inmigración ilegal). Navalny afirmó que la coalición era:
“un nuevo nacionalismo político. Podemos enseñar a los descarados liberales una cosa o dos.”
El plan inicial era presentarse a las elecciones presidenciales del 2008 y las de la Duma, pero más tarde dicho movimiento cesó sus actividades. Durante esta etapa, es destacable también el hecho de que el 19 de septiembre del 2007 Navalny publicó un video para su partido donde llamaba a legalizar la tenencia de armas, para más inri, el contenido y justificación para la legalización de éstas incluía imágenes de terroristas del Cáucaso y la comparación de éstos con diferentes insectos, ante lo cual Navalny recomendaba el uso de una pistola. También durante esos años Navalny mostró de manera particular su apoyo a la guerra que enfrentó a Rusia y Georgia en 2008, afirmando que le gustaría atacar al generalato georgiano con misiles de crucero. Incluso medios críticos con el Kremlin, como Radio Free Europe, han publicado entrevistas con antiguos compañeros de partido de Navalny que afirman que utilizaba con frecuencia lenguaje racista contra ciudadanos rusos que no pertenecían a la etnia eslava, además de ser especialmente duro con las repúblicas islámicas del Cáucaso y de considerar que es necesario dejar de financiarlas desde el gobierno central. Navalny siempre se ha escudado ante las acusaciones de xenofobia o racismo diciendo que su concepción del nacionalismo es distinta a lo que se cree y que su objetivo es aunar a todas las fuerzas, sean de derecha o izquierda, mientras se opongan al autoritarismo.
En 2009 Navalny fue acogido como consejero por el gobernador de la región de Kirov, Nikita Belykh. Dicho gobernador sería más tarde investigado por un gran caso de corrupción que salpicó también a Navalny y que le lastra hasta hoy día.
Durante el periodo 2011-2013 hubo una gran serie de protestas de la oposición rusa, donde Navalny unió fuerzas con otros opositores como Serguei Udaltsov, líder (de facto) de la Vanguardia de la Juventud Roja, un grupo de jóvenes con dudosa formación teórica sobre el socialismo. Durante éste periodo ambos protestaban juntos encabezando a sus respectivos seguidores. En muchas ocasiones fueron detenidos durante varios días por convocar protestas no autorizadas.
El caso de Serguei Udaltsov es bastante interesante y creo que merece cierta atención. Durante los años 2011-2013 Udaltsov tuvo cobertura en muchos medios de comunicación internacionales, incluso Amnistía Internacional o la Corte Europea de Derechos Humanos llamaban a liberarle cada vez que era detenido y en cierto modo era siempre el rostro más visible de las protestas. Las manifestaciones no autorizadas de mayo 2012, posteriores a las elecciones presidenciales, fueron marcadas por una gran violencia lo cual conllevó la detención y enjuiciamiento de Udaltsov por organizar protestas que acabaron en violencia entre manifestantes y policía. El opositor fue condenado a 4 años y medio de prisión en 2014 y liberado en 2017. Durante el transcurso de esos años el foco mediático sobre Udaltsov descendió notablemente y se empezó a centrar en Navalny. Aparte de esto, Udaltsov mostró públicamente su apoyo a Rusia en asuntos como Crimea o Ucrania, llegando a afirmar que había descartado toda cooperación con Navalny porque éste “ligaba” con Occidente y por provocar violencia contra los manifestantes. Udaltsov es un claro ejemplo de que muchas veces los rostros de la oposición son meras herramientas mediáticas, cuando dejan de ser útiles o se tornan incómodos, los focos dejan de alumbrarles y alguien con mayor falta de principios toma el relevo.
Durante las elecciones a la alcaldía de Moscú en 2013 Navalny decidió presentarse por el partido RPR-PARNAS, uno de los partidos más antiguos de Rusia, de ideología liberal, anticomunista y prooccidental. El competidor directo de Navalny era Serguéi Sobyanin, de Rusia Unida. Navalny recortó bastante distancia a pesar de contar con menos medios pero no pudo hacerse con la victoria (27,24%), que fue para Sobyanin (51,37%). El líder del Centro de Coyuntura Política afirmó para Forbes que las elecciones habían sido limpias, no obstante, la agencia GOLOS, una de las más antiguas que operan en Rusia afirmó que había dudas acerca de un 4,5% de los votos. Según Denis Volkov, del Centro Levada, Navalny cosechó la mayor parte de los votos en los distritos del centro, los distritos más pudientes y con mayor formación. La directora del “estudio de élites” del Instituto de Sociología de Moscú, Olga Kryshtanovksaya explicó en su día para Komsomolskaya Pravda que Navalny obtuvo apoyos en estos distritos porque aunque allí no residen miembros de la élite ahora gobernante, sí lo hacen ciudadanos de profesiones liberales, intelectuales, empresarios y otros. De hecho, el movimiento de Navalny en Moscú se llegó a denominar “la revolución del abrigo de piel.” En esta campaña la inmigración fue también uno de los tópicos principales, y el propio candidato jugó esa baza declarando que su programa era el más duro contra los inmigrantes ilegales.
En el periodo 2012-2013 Navalny fue llevado a juicio debido a su pasado común con el gobernador de Kirov, Nikita Belykh, arrestado por aceptar sobornos. El opositor ruso fue sentenciado a 5 años de prisión por malversación de fondos y apropiación indebida de materiales de una empresa estatal en Kirov por valor de medio millón de dólares. La sentencia fue apelada por el fiscal y el Tribunal Superior la aceptó, tras lo cual Navalny fue puesto en libertad. La Corte Europea de Derechos Humanos consideró que Rusia había violado los derechos del político y condenó al país a pagarle una multa de 56000€. No obstante fue llevado de nuevo a juicio y en 2017 la misma corte de Kirov le sentenció a 5 años de prisión en suspensión. Además de esto, tanto Alexei Navalny como su hermano, Oleg, fueron condenados en el caso Yves Rocher (2014) por malversación y fraude. El TEDH consideró que la sentencia violaba los derechos del opositor y si bien la condena de prisión fue suspendida, Alexei Navalny fue condenado a arresto domiciliario. Estas sentencias impiden a Navalny presentarse a futuras elecciones al poseer antecedentes penales. El hecho de que también haya sido detenido durante cortos espacios de tiempo en múltiples ocasiones por organizar protestas no autorizadas tampoco juega a su favor.
Es durante la etapa 2014-2017 cuando Rusia vive el mayor aumento de las tensiones con Occidente, a raíz del conflicto en Ucrania, sanciones económicas, la intervención en Siria o la elección de Trump como presidente. Aprovechando esto y el resurgimiento del sentimiento patriótico ruso, Navalny llevó a cabo un giro ideológico. Las alusiones de corte nacionalista se dejaron de lado y en cambio, se empezó a denunciar más la corrupción del estado, la falta de libertades y el autoritarismo. A pesar de esto, los núcleos de apoyo siguen siendo urbanos y generalmente jóvenes, fácilmente manipulables. Esto se debe a que las propuestas de Navalny están faltas de profundidad, sus discursos están plagados de indignación y denuncia, pero no ofrecen soluciones factibles a largo plazo que se diferencien del liberalismo económico aplicado hasta ahora. Un ejemplo de esto es una entrevista (minutos 23:30 y 25:45) en la televisión opositora “Дождь” (Dozhd TV). Navalny denunció la falta de inversión en educación o sanidad y afirmó que ésta se debería aumentar, pero no fue capaz de explicar cómo. No supo responder cual era el porcentaje del PIB dedicado a ambas materias y optó por atacar a la entrevistadora.
En 2018 se fundó el partido Rusia del Futuro, el cual es usado hasta hoy día paralelamente con distintos blogs y el FBK como plataforma para el líder opositor y sus seguidores. Si uno se adentra en el programa político del candidato para ese año, las propuestas que puede encontrar son:
- Doblar la cantidad de fondos destinados a sanidad y educación, no obstante, se promete a su vez una reducción general de los impuestos a los ciudadanos y a los pequeños empresarios. Se afirma que el dinero para sostener y doblar el gasto en educación y sanidad procederá del recorte de “gastos innecesarios para los funcionarios del estado y los de seguridad.”
- Se dejarán de financiar ineficaces proyectos a gran escala, sin aclarar de qué proyectos se trata.
- Se afirma que se luchará contra la corrupción y se subirá el salario mínimo.
- Se promete introducir un sistema de visas para los ciudadanos del Cáucaso y Asia Central, además de simplificar el proceso de obtención de permiso de trabajo en Rusia, pero solamente para ciudadanos “de países desarrollados.”
- Se defiende el diálogo con Occidente, la retirada de sanciones para así volver a impulsar la inversión exterior y el freno a todo tipo de operaciones exteriores y contra el terrorismo global.
- Se celebraría un hipotético referéndum (otro) en Crimea en torno a la cuestión de la permanencia en Rusia.
- Quizá una de las medidas más particulares es la de acabar con el fondo de pensiones actual. En cambio, se impulsaría la creación de un sistema de pensiones apoyado en el excedente procedente de la venta de recursos nacionales como el petróleo. El plan parece vincular las pensiones a las acciones en bolsa de empresas como Gazprom y Rosneft, convirtiendo a los pensionistas en una especie de inversores en bolsa.
- Se propugna también la abolición del servicio militar obligatorio, la reducción del número de efectivos y la creación de un ejército de, máximo, medio millón de voluntarios cuyas pagas rondarían el equivalente a 3000€.
- Se descentralizarán ciertos sectores en cuanto a gestión económica y se dará a las regiones más poder para gestionar sus cuentas, sin intervención directa del gobierno central.
En resumen, se trata de un programa liberal e incluso con tintes de libertarismo que depende fuertemente del libre mercado, de las inversiones extranjeras y que parece querer poner énfasis en los derechos, la autonomía de los individuos y la propiedad privada. Muchas de las promesas del programa son eso, simples promesas de un futuro mejor sin Putin y el gobierno actual. Basar un programa político en decir que todo será mejor una vez se cambie de gobierno no ofrece gran seguridad en un país donde las campañas políticas tienen un marcado carácter individualista. La descentralización que propone el programa de Navalny intentaría revertir la centralización y burocratización desarrollada en tiempos de Putin, pero ésto ya se intentó en los 90, sin mucho éxito. De momento, el programa presenta muchas más incógnitas que certezas para un país acostumbrado a la estabilidad. La figura mediática de Navalny como activista-político anticorrupción y «enemigo del Kremlin» suele hacer que se ignoren muchos aspectos de su persona y sus propuestas.
La principal diferencia que parece guardar la naciente generación de opositores rusos con la élite gobernante desde el año 2000 es que ésta elite que se crió en la Unión Soviética aboga por un mayor, o al menos, cierto control estatal. Teniendo en cuenta que gran parte de los problemas que lastra Rusia se deben al deficiente liberalismo que se aplicó en la década de los 90, este programa político no parece ofrecer soluciones a largo plazo, sino que simplemente se aprovecha de los aspectos mal atendidos o errores que comete el gobierno para sacar rédito, sin llegar a soluciones claras. Uno de los mayores problemas de la Rusia postsoviética, es su falta de innovación respecto a Occidente y la dependencia económica de recursos energéticos como el gas o el petróleo. El programa presentado por Navalny y sus compañeros de partido apenas parece tratar éste tema, y en cambio prefiere dejar el país otra vez en manos del mercado y los inversores extranjeros, todo se «solucionará» en un futuro.
Es evidente que el hecho de que Rusia persiga sus intereses nacionales y defienda su área de influencia a través del retorno al juego de la geopolítica no es bien recibido. El deseo de crear un mundo más multipolar (o de bipolaridad irregular) con países de Oriente Medio, Asia o América Latina levanta recelos entre el bloque Occidental. La perspectiva de un mundo no dominado por los “vencedores” de la Guerra Fría asusta a muchos. Por eso la guerra económica y de información contra dicho país es tan grande, algo que, quieran sus dirigentes o no, afecta directamente a la población de Rusia. Por eso, políticos como Navalny parecen estar dispuestos a intentar retrotraer a su país a la era Yeltsin, con la ingenuidad de que esto se llevará a cabo sin pagar un precio.
No está del todo claro cómo evolucionará el panorama político ruso una vez se produzca definitivamente el cambio generacional. Se marche o no Putin en 2024, es innegable que una nueva generación de votantes y de políticos educados e influenciados en una Rusia postsoviética serán los que tengan en sus manos gran poder de decisión sobre el futuro del país. Veremos si estarán a la altura para enfrentar los nuevos desafíos.
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Muy interesante articulo, bien escrito. Desde luego, dan ganas de informarse más, sobre todo por la actual noticias del supuesto envenenamiento. ¿Recomienda algún periódico digital -en inglés o español- con su peculiar opinión sobre la actualidad política rusa? De momento le seguiré por aquí. Un saludo´
la única oposición rusa son las feministas que se desnudan y defecan sobre los altares de las iglesias. Sería una pesadilla un gobierno ruso afín a la UE y a EEUU, no quedaría ninguna parte del mundo occidental infectada por el liberalismo de izquierdas que promueve la homosexualidad, niños drag queen de 9 años de edad, programas de cambio de sexo de menores de edad en vivo, desfiles gay con sexo en las calles, drag queens lavando el cerebro a niños de 2 y 3 años de edad, el feminismo misándrico que destruye la vida de hombres inocentes con las mentiras de las mujeres, la cacareada globalización que en realidad es la dependencia total con china que ha quedado demostrado con la pandemia que atraviesa el mundo entero, con China nacionalizando la producción de EPP de sus fabricas en Australia o condicionando la venta de mascarillas que salvan vidas a cambio de que les compren torres y equipos 5G los dispositivos de nuestra futura esclavitud que enviarán información a China de todo lo que hacemos, dónde estamos, sin los que no se podrá comprar ni vender nada, es decir: la marca de la bestia.