Una noche en un documental hablaban del cártel de Sinaloa y por mi mente pasaban miles de preguntas, nuevas ideas y series como Narcos. Me preguntaba si el mundo del narco era como en las películas o era algo más complejo, más cruel… o tal vez era una realidad mucho más cruda y sin filtros como lo era David Beriain. Después de aquella noche decidimos contactar con él, queríamos saber cómo era el mundo en el que se movía y sus razones para jugarse la vida a cada instante.
Pasaron dos noches más, poco después recibimos su llamada. Nos contactó desde Colombia, era enero, él echaba de menos a su familia y me contaba que para poder hacer un trabajo tan peligroso la mayor parte del tiempo había que esperar.
De fondo se escuchaba música colombiana mientras que Beriain le gritaba en tono bromista al camarero que bajara la música. Sin embargo, no le hacía caso.
A David Beriain se le conoce por su programa de documentales llamado Clandestino, pero su comienzo fue otro. Comenzó en un pequeño periódico, y no se dio realmente famoso hasta la publicación un corto que hizo sobre los percebeiros.
¿Qué es para ti una buena historia? Le preguntamos mientras nos cuenta que tiene una pésima cobertura
“Yo hago las historias que amo, cada historia me permite el acceso a un mundo en el que descubro la verdadera naturaleza humana. ¿Qué es el ser humano?” – nos pregunta y a la vez se pregunta a sí mismo mientras nos mira desde el otro lado del mundo… a continuación nos dice que la mejor forma de saberlo es encontrarse a las personas en situaciones extremas donde no existe esa hipocresía en la que la gente se esfuerza por ser quien no es. «Esto pasa en la guerra, pero también entre las rocas recogiendo percebes. Sabes, yo a una historia lo que le pido es que me enseñe”.
En sus documentales, sobre todo en Clandestino resalta el ser humano, la persona auténtica en su estado más natural ¿Por qué te fascina esa naturaleza humana David?
“Me fascina por todo. Se trata de sobrevivir y de contarlo. Si hay un problema se resuelve, y si no se puede resolver se olvida. Si me caes bien eres mi hermano, y si no me caes bien pues no pierdo el tiempo contigo. ¿Que te ametrallan el coche? Pues buscas otro, y si te quedas sin dinero o pides más o te vas a casa. Son esas cosas.” – Me lo cuenta de una manera sencilla, tanto que parece algo irreal. Me pregunto si de verdad es tan fácil resolver los problemas y sino, olvidarlos. Me parece que en un mundo salvaje en donde las reglas las dictan tan pocos no queda otra que sobrevivir o morir.
Después de vivir situaciones tan extremas no ha de ser fácil vivir una vida común. Ver tu programa en la televisión y que los problemas sean absurdos e incomparables con otros que viviste. ¿Cómo te adaptas? Le pregunto mientras le doy vueltas a lo que me está contando.
“Bueno, mi primera experiencia fuerte fue en 2003 en Irak. Primero había estado en Afganistán pero no fue tan intenso. Al volver todo me importaba una mierda. Se trata del umbral de adaptabilidad, en el te acostumbras a vivir siempre arriba y cuando vuelves estás abajo. Volver nunca es fácil y me tuvieron que enseñar.”
¿Enseñar, a qué te refieres? Le pregunto intrigada
“Este mundo es adictivo y hay que saber poner unos límites, hay que saber cuando parar. Conocí a un periodista estadounidense que decidió dejarlo y a mi por aquel entonces me parecía una locura y un error porque pensaba que el corresponsal era la verdadera esencia del periodista.”
Nos quedamos mirando mutuamente y un suspiro rompe nuestro silencio, continua diciendo:
“Que equivocado estaba, ahora entiendo que su decisión fue la más valiente. Nosotros cuando vamos a un conflicto somos los representantes de nuestro mundo allí, y tienes que tenerlo en mente todo el rato. Cuando eres incapaz de vivir en tu mundo es que estás teniendo un problema. A mi ese periodista me contó que un día su mujer le llamó preocupadísima porque se había roto la lavadora y el vecino estaba hecho un basilisco. Él, que venía de un conflicto en África en el que había visto literalmente montañas de cadáveres lo que sintió fue odio. Odio a su mujer, ganas de hacer daño físico a su propia esposa.
Ahí es cuando tienes que parar y aprender a volver a vivir abajo en lugar de estar constantemente arriba. No puedes dejar que tu persona se pierda en el personaje del corresponsal. Yo solo espero que si me pasa alguna vez, tenga el valor que tuvo esta persona para poder dejarlo porque es un problema mayúsculo.”
“Cuando algo te hace demasiado daño o no sientes nada, es el momento de irse”
Le escucho y me pregunto cómo una se da cuenta de que es el momento de ponerle freno, ¿acaso ver la realidad, o ver otras realidades trastornará algún día la nuestra? Da la sensación de que vivimos en una bonita mentira en la que si nos quitamos la venda de los ojos corremos el riesgo de volvernos locos. Puede que no locos, pero si que conoceríamos a un ‘’yo’’ salvaje que no sabíamos que llevábamos dentro.
David, ¿cómo te das cuenta que has llegado al límite?
“En mi experiencia eso ocurre cuando ya no eres capaz de ver los grises, cuando ya todos te parecen unos hijosdeputa y no ves los matices en esa hijoputez. Tienes que encontrar un equilibrio en el que no eres demasiado sensible, porque sino te paralizas e incluso te pueden matar porque no gestionas bien las cosas, pero tienes que seguir teniendo sensibilidad para contar a las personas un relato en el que puedan entender qué sentirían en las situaciones que tratas. Cuando algo te hace demasiado daño o no sientes nada, es el momento de irse.”
Me lo cuenta de nuevo de una manera sencilla, tanto que parece que a cualquiera nos podría pasar por lo que me pregunto si llegó a empatizar alguna vez con sicarios que el mismo entrevistó a lo que me contesta que él lo que precisamente intenta es comprender. – A continuación matiza:
“No hay que confundirlo con justificar, apoyar o defender. Incluso si queremos terminar con un enemigo tenemos que comprenderlo, porque solo podemos cambiar lo que conocemos. Entonces, desde luego que es un vértigo muy grande; es el abismo más grande al que me enfrento como periodista, más allá del que me disparen.
Cuando tu te pones delante de esa persona que ha asesinado, que es un criminal de guerra o lo que sea, te esfuerzas en pensar que es diferente a ti. Sin embargo, cuando te miras en su espejo te das cuenta de que eres muy parecido a él y eso realmente da mucho miedo. El bien y el mal y todo lo contrario está en nosotros todos los días. La violencia y la guerra creemos que es algo que le cae encima al ser humano cuando en realidad, cuando te analizas, te das cuenta que es algo que vive dentro de nosotros y dependiendo de las circunstancias, las experiencias y las decisiones personales, esa parte se libera más o se libera menos. Si tu entras a un foro de periódicos deportivos verás que tardan tres comentarios en desearse la muerte.”
Puede que las condiciones de vida sean las culpables pero ¿hasta qué punto podemos echarle la culpa al azar? ¿Qué opinas?
“A veces también son elecciones, no todos son víctimas. A veces lo son, sí, pero otras eligen el camino. Es un cúmulo de elecciones y de circunstancias. Me cambió bastante la vida cuando entrevisté a un niño sicario que se llamaba Felipe. El mataba por unos 75 euros más o menos y cuando encendimos la cámara antes de que yo le hiciese ninguna pregunta él lo que me dijo fue:
Si usted estuviera en el lugar mío, entendería cómo soy. Ensimismado me dice que no es que sea un argumento muy complejo, pero que cuando lo oyes de la boca de un niño de doce años, te golpea en todas las paredes de tu ser. Si usted estuviera en el lugar mío– David lo repite una vez más con la voz algo más apagada y sentencia: “porque gracias a Dios no lo estoy.”
Al final parece que no todo es tan fácil de olvidar, da la sensación de que la naturaleza nos ha condenado para recordar y sobre todo no olvidar nunca que tenemos aún una parte de nosotros sin descubrir. Una parte que tal vez sea mejor que se quede oculta toda la vida.
“Si usted estuviera en el lugar mío entendería cómo soy”
Se nos corta la llamada y unos minutos después nos llamamos de nuevo, puede que la casualidad no ha brindado un descanso para dejar de pensar en que podríamos comprender a Felipe. Que tal vez algún día podríamos ser él.
Estamos de vuelta, comencemos de nuevo.
¿Cómo logras no derrumbarte en entrevistas tan impactantes?
“Al principio de mi carrera tenía que escribir a la noche una crónica que sonase imparcial, ecuánime, y además fuese honesta, así que tenía que medir mucho más la distancia. Ahora puedo permitirme eliminar esa distancia cuando estoy grabando, porque los documentales son algo que cuesta mucho tiempo realizarlos y además en el proceso de edición entran muchas más personas, por lo que adquieres el tiempo suficiente para distanciarte y corregir los prejuicios que pudieran dar una proximidad excesiva.”
¿Sueles trabajar con un guión sabiendo la historia que quieres contar?
“La verdad es que hay mucha gente que hace documentales y da la sensación de que lo que hacen es llevar su esquema mental y lo que piensas que hacen es: bueno, yo vengo aquí a contar esto entonces y lo que necesito es que pongas tu nombre y me des dos declaraciones. Yo creo que ahí lo único que están haciendo es confirmar sus prejuicios.
Si en una experiencia de inmersión lo que haces es eso, es que estás haciendo muy mal tu trabajo. Normalmente llevamos una idea y un guión o una estructura mental que nos oriente, pero ineludiblemente eso va a saltar por los aires porque es lo que hace la realidad. Cuando hablas de algo lo haces de lo que no conoces y de los matices en los que te fijas.”
Le escucho y da la sensación de que cualquier persona con valentía podría hacerlo pero luego en un ápice de realidad me doy cuenta que casi nadie tiene el valor de jugarse la vida, y menos la cabeza, por una historia. Casi nadie quiere conocer otras realidades de uno mismo.
Él está enamorado de América Latina y me pregunto si después de viajar tanto aún le sorprende algo. Me cuenta que gracias a Dios todavía y cada vez que llega a una historia se enamora.
“Cada vez que llego a una historia me obsesiono, y cada vez que llego a una historia siento que esa es. Aquí en América Latina pero también en todo el mundo.
En América Latina especialmente porque yo me considero latino, Por cultura, porque nací aquí como periodista y porque aquí aprendí el periodismo como yo lo entiendo, que es estar a pie de calle con las personas. Es mirarlas a los ojos y preguntarles, ganarse su confianza, rastrear los contactos… El periodismo de toda la puñetera vida, vamos.
Aquí me han pasado las cosas mas importantes, aquí conocí a mi mujer que es venezolana y es que esta tierra, como decía Sabina, me calienta el alma.”
Pensativa le digo que parece que es un lugar que le sigue fascinando a lo que me cuenta que si, pero también le gustan otros territorios. Me cuenta que uno de los mejores trabajos que ha hecho en su vida fue El ejército perdido de la CIA en Laos.
“Cada vez que llego a una historia me obsesiono, y cada vez que llego a una historia siento que esa es. Aquí en América Latina pero también en todo el mundo”
Hablando de aquello, ¿qué te pasaba por la cabeza cuando estabas yendo a conocer a los Hmong y estabas en mitad de la selva aislado y sabiendo que un ataque del ejército era inminente?
“Se te pasa por la cabeza que quieres hacer esa historia, que se tiene que contar la historia de ese micro universo de personas que siguen ahí luchando en esa guerra por encargo que diseñó la CIA durante la época de Vietnam.
El ejército perdido de la CIA trata sobre cómo a veces la historia se traga pueblos enteros en su devenir y de cómo hay personas en este mundo que nacen con una especie de pecado original por las elecciones que tomaron sus abuelos que se equivocaron, o por lo menos, se afiliaron al bando perdedor. En todo eso pensaba. En la convicción de hacer una historia que quise hacer durante cinco años y que conseguí hacer finalmente gracias al apoyo que nos dio Discovery.
Pensaba en todo eso consciente de dónde me metía, de lo que podía pasar y aceptándolo. Cada vez que salgo a un sitio intento hacer las paces conmigo mismo y con la gente que quiero sabiendo que quiero volver y que no soy ningún mártir ni ningún héroe. Mi trabajo considero que es una ecuación y la incógnita es el riesgo.
No se trata de correr riesgos porque sí, sino de hacer una historia. ¿Me da miedo morir? Pues claro, pero me da mucho más miedo vivir sin sentido, y el sentido que he encontrado en mi vida es hacer este tipo de periodismo que no definiría por el riesgo sino por el contacto con esas personas que tanto me aportan y de las que tanto aprendo. Yo hago este trabajo por las conversaciones con esas personas.”
Su pregunta que tanto se ha hecho a si mismo ronda por mi menta ¿me da miedo morir?
Es una pregunta sencilla que se complica conforme nos paramos a analizarla por lo que decido dejar de darle vueltas, descubro de nuevo que olvidar no es tan fácil.
Dices que vale la pena jugarse la vida por las historias pero ¿qué pasa después? ¿Has mantenido contacto con esas personas?
“Intento hacerlo, a veces hay más y a veces hay menos, pero intento mantenerlo. Sobre los Hmong yo sé que el grueso del grupo consiguió sobrevivir al asedio aunque murieron varios. Sé que siguen en una situación muy precaria a pesar del documental, porque parece que no se ha tomado ningún tipo de acción para ayudarles por parte de las Naciones Unidas.”
¿Cómo consigues que la gente se abra a ti?
“Cada persona tiene una motivación para hablar y la cuestión es encontrarla. Sobre todo hay que ser honesto, y por eso nosotros tenemos tres reglas:
La primera es que no mentimos nunca, porque en este mundo la mentira tiene patas muy cortas y no te puedes permitir mentir a esa gente. No se lo van a tomar muy bien. Son gente con la que no se juega.
La segunda es que no robamos planos. Todo el mundo que sale en Clandestino sabe que va a salir en Clandestino y sabe a lo que se expone. Con esto te quiero decir que somos totalmente directos con la gente.
Y tercero, todas las personas que participan en el proceso de producción saben que tienen que regirse y hacer el documental como si las personas que salen en el documental fuesen a verlo a su lado por primera vez. No quiere decir que sea apologético de esas personas, sino que tiene que ser justo. Esto tampoco quiere decir que vayamos a dejar de contar las cosas; simplemente las vamos a contar de otra forma.
Piensa que mucha gente con la que tratamos jamás ha recibido una aproximación real y honesta, y por eso hay muchos que después de la entrevista nos dan las gracias. A mi me sorprende mucho porque nadie les ha preguntado antes qué les pasaba. Entonces, las razones por las hablan son muy diversas.
A veces es la difusión de su causa política y sus intereses, a veces es querer llevar un mensaje a alguien, a veces solo quieren satisfacer su ego, otras desahogarse… lo que hay que hacer es encontrar esa razón, conectar con ella y ser honesto. No hay más que eso y mucho trabajo del equipo. Y aunque yo sea el que pone el careto, la gente más importante del equipo son los productores locales, que son los que abren la puerta y los que más se exponen porque luego se quedan en el lugar a pagar las consecuencias.”
Consecuencias, me pregunto hasta qué punto tenemos el mando, hasta qué punto podemos decidir y contar la historia de alguien sin que nadie sufra ninguna consecuencia. ¿Cómo es asumir la responsabilidad de saber que como haya un error en el equipo se puede pagar con una ejecución?
“La verdad es que es muy duro. Por eso tomé el camino de ser dueño de lo que hago, porque así puedo ser yo el responsable y encargarme de los compromisos en materia de seguridad. Así soy yo el que tiene que cumplir, no hay nadie por delante de mi ni me tengo que escudar detrás de nadie; si alguien tiene que hacerse responsable de los errores, soy esa persona.”
Consecuencias, recuerdos y miedo. Todo aquello es lo que se esconde detrás de esas historias que parecen compañeras para un viaje de toda la vida, pero que sin ellas ya nada sería igual. Una adicción al riesgo que se paga con la con la vida.
Hablemos del miedo. ¿Has tenido miedo alguna vez de realizar alguna entrevista ?
“Yo paso mucho miedo, muchas veces y en todos los programas. Yo no creo en la formulación esta del a ver cuantos huevos o ovarios tiene cada uno. Creo que ese punto de vista ha hecho mucho daño a la profesión, porque ha valorado más el arrojo que el conocimiento.
Yo lo que creo es que el miedo es bueno porque es un mecanismo de alerta para decirte que no deberías estar ahí. Si no tienes miedo a perder la vida es que tienes algo seriamente jodido dentro de ti. La cosa es cómo manejes ese miedo. Otra cosa es como sepas manejar, aislar, entender, usar… ese miedo, pero miedo vas a tener.
Te pongo un ejemplo: Soy el comandante Talibán que has intentado entrevistar durante meses. Yo estoy aquí, te doy la entrevista, pero te advierto que no te puedo asegurar la seguridad en el camino porque hay otros comandantes talibanes y no sé si vas a sobrevivir. Entonces tu haces tus investigaciones y llega una pregunta: ¿Vas o no vas? ¿Tú qué harías?”
“¿Vas o no vas?” Esa pregunta que tanto nos hemos hecho, valorando experiencias, aventuras, peligros. Le contesto que yo sí iría a lo que me contesta que ahí lo que está mal es la pregunta.
Me mira con una sonrisa y continua:
“El error es caer en esa pregunta. Hay que hacer la historia. Hay que intentar hacer la historia, pero la pregunta no tiene que ser si voy o no voy, la pregunta tiene que ser si hay alguna forma segura de hacer esa historia. A lo mejor no hace falta ni ir.
Yo en este caso lo que hice fue decirle al tipo que viniese. Cuando había hablado por teléfono me dijo que era capaz de moverse con total libertad sin que le detuviesen en ningún lado. Le dije que me lo probase, y a cambio yo lo contaría. Y así sucedió.
Jugué con su ego y su necesidad de mostrar poder y me dio la entrevista. Además, no solo fue mucho más segura para mi sino que fue muy significativa porque hicimos la entrevista a diez minutos de la base española. Pero eso pasa por no sucumbir a la dialéctica del valor y el miedo. No tienes que probar tu valentía a nadie, porque el periodismo es la religión de el otro. Lo importante es la historia del otro.
Yo claro me meto en lugares peligrosos. Ostras, que te metes en el Cartel de Sinaloa, ¡cómo no va a ser peligroso! Pero detrás de eso hay muchísimas horas y muchísimo trabajo por disminuir los riesgos. Detrás de esa pregunta de vamos o no vamos lo que hay es falta de trabajo o al menos, de dar un paso más.”
Por mi mente pasan miles de preguntas. Es cierto que a veces es mejor que el otro venga. Sin embargo, me pregunto si para conseguir esas historias hay que dejarse una vida. A fin de cuentas parece que el peligro acecha en cada esquina y que tarde o temprano nos atrapará si seguimos buscando relatos que contar.
¿Cómo es el proceso ese de una vez está decidido que quieres contar la historia, trabajar en poder contarla? ¿Cuáles son los pasos?
Entre risas me responde que el secreto está en trabajar, trabajar, trabajar. Trabajar en muchos temas para terminar eligiendo uno. Leer absolutamente todo lo que hay, ver todo lo que hay, encontrar las mejores personas, empezar a tejer una red de contactos, ser ambicioso en el mejor de los sentidos, en el sentido de honrar la historia, seguir trabajando, emplear más tiempo, más recursos… Trabajar. Hacer una pregunta más, otra reunión más, fracasar más veces que los demás… oh y por si no te lo he dicho, trabajar.
Al principio de la entrevista os conté que cada vez hay más series y documentales enfocados al mundo de la droga y que da la sensación de que es un mundo en el que vale la pena entrar, que parece que desde fuera es puro lujo y nada más. ¿Qué opinas tu de eso David? Le pregunto mientras observo el reloj, las horas pasan, llevamos horas hablando y parece que tan solo han pasado unos breves minutos.
“Es un fenómeno global, y muy distintos los unos de los otros, pero precisamente porque cada uno tiene su forma de ser. Tampoco es lo mismo que alguien de abajo en la cadena como un agricultor peruano que cultiva coca que un capo mexicano. Hay una cultura que cambia de país en país pero que tiene características comunes. En general me he encontrado a las personas muy normales y cercanas. Son personas que quieren a alguien y que alguien les quiere a ellos. Personas como tu y como yo. Pero luego si es cierto que tienen una relación muy curiosa con las series. Da la sensación de que los narcos alimentan la realidad, pero luego éstos imitan a la ficción.
Te pongo como ejemplo una anécdota, y es que en uno de lo moteles más concurridos por esta gente, la habitación más demandada tiene un mural de Scarface. ¿Qué necesidad tienen de emularlo si tu ya son unos narcos? Pero pasa, ellos también quieren parecerse a las películas. Se retroalimentan.”
¿Has encontrado algún tipo de patrón común entre lo que lleva a alguien a integrarse a una Mara o un Cartel?
“Son mundos totalmente distintos, estos fenómenos suceden en todo el mundo y desde que el mundo es mundo. Pero si que es verdad que se dan con más frecuencia en aquellos lugares donde el estado ha fallado. Se vuelven realmente fuertes e influyentes en la vida de las personas.
Una Mara por ejemplo no es otra cosa que el regreso de la sociedad a la tribu. En la violencia y la marginación de un mundo que no te acepta y que te hostiga tienes que elegir entre ser víctima o victimario, y por instinto de supervivencia a lo mejor elijo ser victimario aunque esto me convierta también en víctima, porque me vuelvo soldado de una guerra por el poder que no es la mía.
El mundo del Narco por ejemplo es más bien una estructura de negocios ilegales que utiliza la violencia para posibilitar su negocio. Es un riesgo pensar que todas las guerras son iguales, que todos los crímenes son iguales y que todos los tráficos son iguales.”
Le doy vueltas a lo que David me cuenta, me quedo observando el entorno detrás suyo. Es cierto que hay que organizarlo todo bien, pero los errores forman parte del ser humano. Nos define la imperfección, nos resaltan los errores a bien o a mal y a menudo nos cierran puertas sin querer… y a menudo también matan.
Decido lanzarle una última pregunta:
¿Alguna vez has hecho algo de lo que te arrepientas a la hora de entrevistar a alguien?
“Si, se comenten muchos errores que no son intencionados pero claro, es que trabajamos con una sustancia muy sensible y muy volátil.
Afortunadamente son errores que se han podido subsanar pero por eso mismo no hay que dejar de trabajar y hay que tener en mente siempre que esto no es ningún juego y que cada ventana que abres ya no la vas a cerrar nunca más.
Los errores me han hecho cambiar, todos los días he aprendido algo por eso me adapto a la vida. El que no cambia su visión o se mantiene pétreo en sus ideas a mi me da la sensación de que no ha vivido.”
“Hay que tener en mente siempre que esto no es ningún juego y que cada ventana que abres ya no la vas a cerrar nunca más”
Después de esa última respuesta nos miramos mútuamente y nos dimos cuenta que en esta larga charla habíamos aprendido todos, vimos una visión del miedo que tal vez no la teníamos presente y recordamos aquellas cosas que dimos por olvidadas… con un silencio y un hasta luego nos despedimos mientras cada uno siguió pensando en si iría o no iría, en si la vida valía lo que vale la mejor de las historias… y en que tal vez vivir para nada era desaprovechar la vida.
Creo q la nota le hace honor a quien era David. Lo pude acompañar en sus primeros pasos periodisticos aqui en la Argentina. Lamento muchisimo lo que pasó. Gran abrazo a su familia