En Túnez todavía existe ese atisbo de esperanza desde que, a finales de 2010, Mohamed Bouazizi, un joven vendedor de frutas e informático, se prendiera fuego ante la impotencia de ver cómo la policía confiscaba su mercancía. La muerte de Bouazizi fue la mecha que encendió las revueltas del norte de África conocidas como `Primaveras Árabes ́, unos levantamientos ciudadanos que terminaron con las dictaduras de Ben Alí en Túnez, Gadafi en Libia y Mubarak en Egipto. Años después, las sociedades que buscaban un cambio democrático convirtieron las primaveras en largos inviernos que dieron lugar a las guerras de Siria y Yemen.
Hoy, la Constitución tunecina se encuentra entre las más desarrolladas del Magreb con una clara igualdad entre las diferentes fuerzas políticas y entre mujeres y hombres. Allí, el islamismo se limita a su vertiente política sin que en las instituciones haya un peso excesivo de la religión, la seguridad en el país es notoria y el tejido social es rico en organizaciones y sindicatos.
Bechir Labidi es una de las voces disidentes que destacan por su lucha a favor de la justicia social en Túnez. Durante su etapa de líder sindical, cuando trabajaba como minero en una zona rica en minerales, formó parte de las revueltas en un territorio en 2008 con creciente pobreza y desempleo. “El dinero ganado con el fosfato ha ido a bolsillos de gente que está en el poder, incluso a bolsillos extranjeros y colonizadores, en vez de que servir para crear puestos de trabajo y estar al servicio del país”, explica. Ese tipo de ideas no gustaron al dictador Zinedine Ben Alí, hasta el punto de llevar a la cárcel a Labidi y uno de sus hijos. La prisión no amedrentó el carácter de este activista, que se mantuvo activo durante la transición hacia la democracia en Túnez.
A sus 60 años, Labidi luce un rostro repleto de arrugas que reflejan años de lucha, desgaste y tortura. Pero este activista se mantiene infatigable. Con el paso del tiempo, su voz se mantiene firme y no deja atisbo al arrepentimiento de sus convicciones políticas: “Las torturas que vivieron mi mujer, mi hija y mi otro hijo mientras mi hijo y yo estábamos en la cárcel fueron incluso mayores que las que sufrimos nosotros”. Esos años fueron un completo infierno para la mujer de Labidi que, para poder ver a su marido y a su hijo, encerrados en cárceles diferentes, “tenía que recorrer más de mil kilómetros semanales”.
Estos detalles, no pudieron con Labidi. El entrevistado reconoció que si volviera atrás en el tiempo, repetiría cada una de sus acciones aunque volvieran a costarle la libertad: “Aquello fue un honor. Más que un honor, fue un deber nacional en nuestra lucha contra la pobreza, contra el desempleo, contra la situación laboral precaria y la falta de libertades”.
Labidi, alguien desconocido para los medios hasta entonces, saltó a los telediarios internacionales por la polémica declaración en su segunda comparecencia en la Comisión de Verdad y Dignidad de Túnez: “La historia no la escriben los habitantes de los palacios ni los gobernantes, sino que la escriben los pueblos”. Preguntado por esta cuestión, Labidi reconoce que es posible cambiar la historia: “Por supuesto que se puede cambiar la historia. Se hace a través de revoluciones, de intifadas y de acciones acontecidas por el pueblo. Con todos estos mecanismos se puede cambiar la historia”.
Actualmente, Labidi es secretario general de la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH) galardonada con el premio Nobel de la Paz en 2015 por formar parte del `Cuarteto para el Diálogo Nacional de Túnez ́. El directivo de la LTDH explica que “tras conseguir el Nobel se les abrieron muchas puertas”. “Hemos trazado una estrategia nueva que consiste en la defensa de los derechos humanos”, argumenta. Dicha táctica se ha visto traducida en la creación de organismos constitucionales para luchar contra la corrupción y la trata de mujeres. Además, la LTDH también ha jugado un papel importante en la creación del Tribunal Constitucional que hoy por hoy, está en vías de constituirse.
La visita España por parte del secretario general de la liga se debe a su condición de observador internacional en el juicio al procés de la mano de la plataforma Trial Watch. El cometido de Labidi es vigilar que se respete el artículo 6 de la Carta Europea de Derechos Humanos. Del juicio Labidi resalta que “el Fiscal plantea siempre las mismas preguntas y los agentes policiales responden prácticamente lo mismo. Da la sensación que los testigos están preparados con anterioridad”. Cuando es preguntado sobre la existencia de presos políticos en nuestro país, decide esquivar la cuestión para mantener su neutralidad como observador internacional: “Nosotros no estamos aquí para intermediar en conflictos políticos. Estamos para tratar el tema de los derechos humanos y sobre todo el acuerdo con la carta europea de los derechos humanos y en particular el artículo 6”, argumenta el líder activista tunecino.
Túnez es un país de tránsito para la inmigración irregular subsahariana por su cercanía con Libia, Argelia y Marruecos en la ruta del sur de Mediterráneo. En materia de leyes de extranjería son más estrictos que en sus homólogos europeos, en Túnez viajar sin documentos se representa en la legislación con penas de hasta dos meses de cárcel.
Tras el acuerdo de Libia con Italia en materia migratoria, las previsiones apuntaban a que los flujos migratorios iban a trasladarse a Túnez, el país vecino, para iniciar desde allí su viaje a Europa, sin embargo, eso no ha sucedido. Labidi es partidario de aplicar los acuerdos internacionales de materia de migración, aunque reconoce no estar de acuerdo con el modelo europeo de gestión de las migraciones: “No creo que construir muros sea la solución. La solución es abrir negociaciones con las organizaciones civiles”, también hace énfasis en la `fuga de cerebros que está viviendo el norte de África: “La fuga de cerebros es un hecho real. Nosotros tenemos médicos, ingenieros, arquitectos que emigran desde Túnez, sobre todo a países europeos, debido a la situación actual que estamos viviendo: La fuga de cerebros es un hecho real. Nosotros tenemos médicos, ingenieros, arquitectos que emigran desde Túnez, sobre todo a países europeos, debido a la situación actual que estamos viviendo”.
El encuentro llega a su final y Bechir Labidi se despide con una importante reflexión en materia de género. Túnez es el único país del Norte de áfrica cuyo Parlamento está compuesto por un 20% de mujeres, una tasa histórica para un país en vías de desarrollo democrático, un hecho que Bechir Labidi valora como positivo: “La mujer ha jugado un papel muy importante, y ha sido muy cuidadosa con los movimientos islamistas”, finaliza con la sonrisa más pronunciada de toda la entrevista.
Joseba Torronteras y Álvaro Bravo