En un artículo titulado “La guerra por el agua” escrito para Política Exterior en 1984, el periodista estadounidense John K. Cooley advirtió que Oriente Medio y África Oriental podrían ser testigos de conflictos debido a la escasez de agua.
Con tres mil millones de personas más en la tierra para 2050, es probable que el consumo de agua aumente a pasos agigantados. Agreguemos a eso el calentamiento global, la deforestación, la salinización del suelo, los cambios en las precipitaciones, la contaminación y la emisión de desechos en el agua dulce, y estamos ante una crisis de agua que se avecina. Estos factores se ven agravados por las crecientes tensiones entre los países donde el agua sigue siendo un recurso escaso.
Todos estos factores están generando tensiones entre los países por cuestiones relacionadas con el agua. En 1998, una guerra casi estalló entre Siria y Turquía porque esta última decidió construir una presa en el río Éufrates. Hoy en día, Irak corre el riesgo de perder entre el 40 y el 45 por ciento de su agua si se continúa con la construcción de la Pesa del Tigre Turco de Ilisu, ubicada a 100 kilómetros de la frontera de Irak en el lado turco.
Turquía había anunciado inicialmente que permitiría 600 mil millones de metros cúbicos de agua en Irak, pero las autoridades iraquíes exigieron más, ya que las ciudades al borde del Tigris solo requieren 90 mil millones de metros cúbicos de agua, lo que obligó a Ankara a ceder a esta demanda. Sin embargo, más presas significan tensiones crecientes entre los países de la región. Mientras que Turquía asegura que la construcción de estas represas creará más oportunidades de empleo, otros afirman que dichas presas pretenden aplastar las aspiraciones políticas kurdas y obligar a la población a abandonar las áreas rurales y, por lo tanto, asegurar las fronteras de Turquía.
En los últimos 30 años, Ankara ha construido alrededor de 22 presas en el Tigris y el Éufrates. E Irak, la ‘Tierra entre los dos ríos’ ha sido testigo de la reducción de los ríos debido a las presas en Turquía, Siria e Irán. Las consecuencias son catastróficas y hoy la crisis del agua afecta a todo el país, siendo Basora la región más perjudicada.
Las personas lucharán por el agua más que por el petróleo.
Ubicada en el Shatt Al Arab, entre Kuwait e Irán, Basora es el principal puerto de Irak y también es la ciudad más afectada por la crisis del agua. Las precipitaciones estacionales han disminuido en la gobernación de la cercana región del Golfo. La región, antaño una de las más fértiles de Irak, se está convirtiendo en un desierto. La situación cada vez es más precaria y el gobierno no está respondiendo a las necesidades de la gente, no solo en la escasez de agua, sino también en otros servicios básicos como la electricidad y las instalaciones de infraestructura.
La crisis del agua también implica un riesgo en el colapso de la pesca y la destrucción del medio ambiente, sino también el conflicto, un escenario en el que las personas lucharán por el agua más que por el petróleo.
En un planeta donde dos tercios de su superficie está cubierta de agua, algunos países se están quedando sin agua. Esto podría provocar una crisis más grave que el problema de los refugiados que el mundo enfrenta ahora.
Por otro lado, Israel se dio cuenta desde el inicio del establecimiento de su Estado que su supervivencia depende de sus planes para obtener agua.
En 1947, David Ben-Gurion aconsejó en su libro «La tierra de Israel» incluir las fuentes del Jordán y el río Litani a las fuentes de agua que provienen de la nieve que se derrite del Monte Hermon y Yarmouk. En 1955 afirmó: «Los judíos están luchando contra los árabes en la batalla del agua, y el resultado de esta batalla depende del futuro de Israel».
Israel, desde el momento de su ocupación, se había dado cuenta de que su supervivencia dependía de esquemas para aprovechar el agua. A fines de 2009, Israel estaba robando 600 millones de metros cúbicos de agua al año, 100 millones de metros cúbicos de Siria y 500 millones de metros cúbicos de Líbano. El robo de agua es un tema de preocupación internacional que lleva a muchos países al borde de la guerra. Por ejemplo, si Kirguistán y Tayikistán continúan construyendo centrales hidroeléctricas en las cabeceras de los ríos Amu-Darya y Syr-Darya compartidos, podría haber una guerra entre ellos y Uzbekistán.
«Los judíos están luchando contra los árabes en la batalla del agua, y el resultado de esta batalla depende del futuro de Israel».
La zona más peligrosa y disputada por el control del agua es el norte de África. Los afluentes del Nilo y la Cuenca de Awash en Etiopía, donde los gobiernos han lanzado varios proyectos de represas a gran escala en la cuenca del Nilo. Esto puede afectar significativamente la cantidad de agua recibida por Egipto y provocar un conflicto entre El Cairo y Addis Abeba. La pelota está en la corte de Etiopía quien solo puede disipar -o al menos controlar- la crisis bajando la altura de su presa de silla..
China está trabajando en un proyecto de desviación de agua increíblemente ambicioso que involucra al Brahmaputra, uno de los ríos más grandes de la India, que puede convertirse en otro punto de tensión entre los dos vecinos asiáticos.
Cuando los gobiernos no pueden garantizar a su población necesidades tan básicas como el agua potable, se cuestiona su legitimidad, lo que resulta en trastornos importantes como disturbios por alimentos, migraciones y conflictos internos que muchas veces terminan en violencia.
Los grupos extremistas como Daesh y los talibanes se alimentan de éstas debilidades y la explotan para reclutar a nuevos militantes. Es deber de la comunidad internacional proteger a los países vulnerables como Palestina, Líbano, India y Sudán mediante la creación de canales de comunicación y la participación de los líderes para encontrar mecanismos de cooperación y negociar concesiones.
La comunidad internacional debe trabajar para proporcionar soluciones prácticas que mejoren las técnicas de gestión del agua y proporcionen tecnologías para aumentar la eficiencia del uso del agua. Los gobiernos y las ONG’s deben hacer su parte intensificando las campañas de agua en las escuelas e instituciones para crear conciencia, de modo que los esfuerzos de ahorro de agua comiencen en casa.
No hay ganadores en el juego del agua. Si los gobiernos lo hacen de manera justa, no solo protegerán a la población, sino también a sí mismos de los conflictos que la región puede evitar.
Los diplomáticos deben demostrar sus habilidades para abordar temas tan delicados.