Cuando en 2014 el Estado Islámico cometió la matanza de Camp Speicher, el segundo mayor atentado de la historia, el grupo terrorista llevaba años comerciando con y recibiendo dinero de la compañía francesa Lafarge que hoy, asociada a Holcim, se ha convertido en la principal cementera a nivel mundial.

Los trabajadores de la planta de Lafarge Siria en Jalabiya (Alepo) no pudieron dejar de trabajar a pesar de la guerra bajo la amenaza de perder la única fuente de ingresos y sustento para su familia. Expuestos a grupos yihadistas, teniendo que cruzar la efímera línea del frente para acudir al trabajo, sufrieron amenazas, extorsión e incluso asesinato. Os acercamos al testimonio de las víctimas que trabajaron en la planta de Jalabiya. Unas víctimas que, olvidadas por todos, claman que se les devuelvan los derechos y la dignidad que les arrebató la fábrica anteponiendo los beneficios a sus vidas.

"A Lafarge no le importaba nuestra seguridad. Mis ocho compañeros y yo fuimos los primeros trabajadores secuestrados de la planta"

por Samee

En 2016 el Centro Europeo por los Derechos Constitucionales y Humanos (ECCHR por sus siglas en inglés) junto a Sherpa y 11 ex-empleados de Lafarge denunciaron en París a la empresa por actividades ilegales en Siria entre 2013 y 2014.

Las actividades que denunciaron desde el ECCHR fueron financiación del terrorismo, complicidad en crímenes de guerra, complicidad en crímenes contra la humanidad, poner en peligro deliberadamente a personas y explotación laboral en condiciones indignas de trabajo forzoso. Paralelos a esta denuncia, un centenar de antiguos trabajadores de la planta de Jalabiya ahora dentro y fuera de Siria se han organizado para tomar medidas legales contra la compañía. Pero para entender los abusos y crímenes de los que se acusa a Lafarge, es importante conocer cómo llegaron a Siria, cómo funcionaban, en qué contexto se movían y qué cabos unían a la compañía con los grupos terroristas de la región.

Mahmoud al-Khaled y Bruno Pescheux con los trabajadores de Lafarge Siria

El origen de Lafarge Siria

A finales de los 2000, con las reformas del gobierno de Bashar al-Assad, que tras la Guerra Fría e inspirados por las ideas del economista Mohammad al-Imadi tendieron hacia la tecnocratización y liberalización el estado, la economía de la república estaba más abierta a inversiones extranjeras.

En ese contexto el magnate Firas Tlass, hijo del anterior Ministro de Defensa sirio Mustafa Tlass (1972-2004), llegó a un acuerdo con el multimillonario egipcio Nagueb Sawiris, presidente ejecutivo y dueño del 50% de Orascom (telecomunicaciones, construcción, hoteles, holding y tecnología) para abrir una cementera en Siria.

Durante la construcción de la nueva planta de cemento en Jalabiya, a 150 kilómetros de la ciudad de Alepo, entre Manbij, Raqqa y Kobane, Lafarge comenzó a interesarse por el proyecto hasta que se asociaron con Orascom, creando de esta unión Lafarge Siria; donde Firas Tlass pasó a ser parte de la junta directiva.

Con sede en París y fundada en1833, Lafarge ya pasaba en 2007 por uno de sus mejores momentos, con activos en 61 países, beneficios mil millonarios y destacando como empresa líder en materiales de construcción; concretamente el cemento.

Financiación de la re-construcción de la planta cementera de Jalabiya*

*Información obtenida desde Wikileaks

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Banco de Inversiones Europeo

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Otras instituciones como AFD y KfW

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Patrocinadores de capital privado

Introducir a Lafarge en el acuerdo hizo que en 2009 el Banco de Inversiones Europeo financiase el 25% de la construcción de la planta. En correos electrónicos publicados por Wikileaks, añaden que el 75% restante lo financiaron un 25% otras instituciones y un 50% patrocinadores de capital privado. Segun Syrian Report, la Agencia Francesa para el Desarrollo (AFD) prestó 40 millones de dólares a Lafarge Siria en un proyecto que, de acuerdo al Financial Times costó 680 millones de dólares y tres años. Un antiguo empleado nos confirma que la construcción de la planta de Jalabiya empezó a mediados de 2007. La AFD comenzó sus operaciones en Damasco en 2009, con una inauguración oficial en octubre del mismo año, en un contexto político sirio que los franceses consideraban “favorable”. El proyecto de Lafarge Siria atrajo a otros inversores europeos como el Banco Europeo de Inversiones (EIB) y el banco alemán para el desarrollo KfW. Así pues, el 14 de octubre de 2010 la cementera de Jalabiya estaba totalmente operativa y empiezó a funcionar.

“Empecé en 2010. Entonces no había ningún peligro en Siria, así que acepté el trabajo porque pagaban mucho mejor que las compañías nacionales. Tenían una oficina en Damasco y una planta en Alepo, así que tuve que viajar con mi familia de Hama a Manbij y alrededores. Después de noviembre de 2011 todo empezó a cambiar. El gobierno sirio empezó a debilitarse en este área, y algunos hombres comenzaron a armarse. A la compañía (Lafarge) eso nunca le importó. Empezaron a financiarlos sin importar el grupo; primero PKK (YPG), luego el Ejército Libre Sirio y después al Estado Islámico” cuenta Samee antiguo, trabajador de la planta.

No es de extrañar que las relaciones entre Lafarge la oposición o insurgencia al estado sirio empezasen con las YPG. Su brazo político, el Partido de la Unión Democrática (PYD) mantiene una buena relación con Francia. Las YPG y el PYD además de haber recibido apoyo directo de los franceses, han llegado a estar reunidos en el Palacio del Elíseo con François Hollande primero y Emanuelle Macron después. Una investigación en Jalabiya realizada en 2018 por el programa Complément d’enquête para France 2 demostró que Lafarge había entregado entre 2011 y 2013 5,5 millones de dólares a las YPG primero (los primeros en establecerse) y Jabhat al-Nusra e ISIS después (a partir de 2012).

Empieza la guerra

A finales de 2011 las protestas en Siria derivaron en un conflicto armado y la guerra total para 2012. En este momento Lafarge emitió órdenes de repatriación para sus empleados extranjeros, pero los trabajadores sirios tuvieron que quedarse y seguir desempeñando sus funciones a pesar de tener que cruzar checkpoints de los distintos bandos que había en la guerra. Lafarge amenazaba a sus empleados sirios con suspenderles los salarios o echarlos si no acudían a la fábrica. Eso llevó a que algunos trabajadores como Samee fuesen secuestrados y torturados. Otros con menos suerte, terminaron ejecutados.

“Cuando estalló la guerra, mi mujer y yo tuvimos que escondernos para que no nos decapitasen porque pertenecemos a una minoría religiosa. Lafarge no me apoyó ni siquiera con una palabra, así que en agosto de 2012 saqué a mi familia de la ciudad en la que residíamos… aunque yo me quedé para seguir trabajando. Mis manager insistieron en que todo estaba bien y que no me pasaría nada” explica Samee.

Samee lamenta cómo con el tiempo descubrió que les mintieron. Cómo aunque su manager le insistía en que todo iba bien, en la zona había grupos sectarios como Ansar al-Islam y Jabhat al-Nusra. Al preguntarle sobre la relación de Lafarge con estos grupos, Samee explica que había una colaboración directa: “cuando ellos necesitaban cemento para construir sus túneles y trincheras, el manager se lo daba”.

Actualmente desde Lafarge han reconocido haber llegado a “acuerdos inaceptables” para mantener el funcionamiento de la cementera, aunque se niegan a explicar la magnitud de estos acuerdos.

Varios ex-empleados de Lafarge Siria nos aseguran que “no se trata de acuerdos para seguir funcionando” sino de “colaboración directa y financiación”. Varios correos electrónicos filtrados por el medio Zaman al-Wasl en 2016 confirman que Lafarge estuvo comprando petróleo a ISIS. Según los documentos a los que hemos tenido acceso gracias a los trabajadores, Lafarge Siria movía a diario toneladas de cemento incluso con el frente cerca de la localización de la planta.

Es importante abrir un paréntesis para explicar que el Estado Islámico hizo del contrabando de petróleo una de sus mayores fuentes de financiación; llegando a vender entre 47.000 y 100.000 barriles diarios a contrabandistas en 2015 según el autor del Global Initiative Against Transnational Organized Crime Mahmut Cengiz.

"Lafarge no respetaba a sus empleados. Yo trabajaba con equipamiento pesado, cargando más de 100kg con mis hombros por distancias de más de 120 metros. Eso me dañó la espina dorsal y de hecho me tuvieron que operar. Ahora tengo una discapacidad en la columna vertebral (...) la fábrica estaba rodeada de grupos terroristas. Nos hacían vivir en la fábrica y en Manbij, a 75 kilómetros, viajando en autobuses de 55 pasajeros a merced de los accidentes. Existía otro peligro al ir a la fábrica, y eran los puestos de control de los terroristas en el camino. Yo mismo fui arrestado en uno de ISIS por 24 horas para presionar a la compañía y que pagasen dinero. Lafarge no hizo nada por mí, y hay muchos empleados que fueron arrestados también por los grupos terroristas. Abdul Rahman Akrab fue capturado por el PKK cerca de la fábrica. Abdul Latif Zayata fue capturado por ISIS. Hay otros que eran cristianos y fueron capturados por ISIS durante mucho más tiempo."

por Hassan

Uno de los correos electrónicos filtrados por Zaman al-Wasl muestra una conversación entre Mahmoud al-Khalid (manager de Lafarge Siria, gerente general de la empresa y director de compras) y Bruno Pescheux (CEO de la planta de Jalabiya) en la que hablan de los “problemas a futuro” que podía dar comprar petróleo al Estado Islámico; siendo conscientes en todo momento de lo que hacían, intentando preparar una defensa (coartada) y justificándose en que necesitaban hacerlo para mantener la planta y que era una cantidad ínfima en comparación con lo que llegaba de contrabando a Turquía.

“Hizo que siguiéramos trabajando sin parar a pesar de los riesgos mientras él estaba a salvo” sentencia Khaled, ex-empleado de Lafarge, tras preguntarle por Mahmoud al-Khalid. “A este hombre le encanta el dinero, y solo busca que su imagen frente a la empresa sea buena; quiere lucirse. Solo piensa en él, en el negocio, en el poder” concluye.

Varios empleados piensan que los secuestros era otra forma de financiar a los grupos rebeldes aprovechando un limbo legal. La ONG Sherpa que ha llevado la empresa a juicio también ha denunciado que Lafarge es cómplice de los secuestros de sus empleados.

Samee asegura que su manager mentía cuando le decía que todo iría bien y que los empleados estaban seguros. Le preguntamos por qué piensa eso y responde:

“Después de 30 días sin trabajar, mi manager me llamó para ir a la planta. También llamaron a algunos compañeros míos.

Mi hijo me pidió por favor que no fuese, que era peligroso y que me iban a matar, pero no le escuché así que mis ocho amigos y yo subimos al autobús que nos llevaba a la planta. Todo iba bien, así que unos kilómetros antes de llegar le llamé a mi mujer para tranquilizarla y decirle que ya habíamos llegado.

De repente un grupo de hombres horribles, armados, pararon el autobús. Eran musulmanes, y empezaron a disparar al aire mientras decían frases sectarias terroríficas porque todos pertenecíamos a minorías religiosas. Subieron al autobús, y mientras nos ponían sus armas en la cara. Nos llevaron lejos, no sé a donde, pero puede que Manbij. Nos metieron en una habitación pequeña mientras nos seguían apuntando. A algunos nos pusieron el cuchillo en el cuello mientras decían que nos iban a decapitar. Recé para que mi muerte fuese rápida.

Entonces nos desnudaron. Uno me quemó con un cigarro en la cara. En el primer momento nos dijeron que llamásemos a la compañía (Lafarge), y nos dieron el número del gestor de riesgos,Jacob Waerness, pero nadie contestaba. Los que nos habían secuestrado nos mordían y se comían nuestra piel. Nos la arrancaban, eran como monstruos. Recuerdo el mordisco en mi espalda…” es suficiente, Samee no puede seguir, pero tras un rato y hablar de otros temas decide continuar:

“Ellos (secuestradores) utilizaron todo tipo de herramientas para cortarnos. Empecé a odiar este país porque no podía salir de él. Tras tres días secuestrados me hicieron llamar a mi esposa. Me obligaron a llamarla y decirle que me iban a cortar la cabeza. En ese momento tenía dos hijos, uno de 6 años y otro bebé. Mi esposa estaba embarazada de siete meses y esperábamos al tercero, pero después de la llamada lo perdió. No puedo explicarte el dolor. Nadie de los que mandan en Lafarge podría soportar este dolor” concluye.

Según Samee, la liberación de sus compañeros y él fue un simple trámite para la empresa. Explica que el intermediario apareció con dos maletas llenas de dólares (unos 200.000) y que la empresa nunca más se preocupó por ellos más que para obligarles a seguir trabajando o dejar el puesto. La tercera alternativa que les quedaba era denunciar en la corte siria, pero los empleados sabían que enfrentarse a una empresa tan fuerte en el contexto sirio no iba a salir adelante.

“Estuve secuestrado 21 días, casi siempre con los ojos tapados. Nos movían a menudo de lugar, pero siempre estábamos juntos en el mismo sitio. Después de los 21 días, sin previo aviso, nos ataron de madrugada y nos llevaron a una torre cerca de la planta de cemento. Nos llamaron por nuestros nombres y nos metieron en un gran coche. Cuando nuestros secuestradores recibieron las maletas, nos llevaron a la planta. En la mañana Jacob nos entregó al Ejército Sirio y sucedió el milagro. Por fin estábamos a salvo” termina de explicar Samee. Al preguntarle por el gerente de riesgos Jacob Warness, ex-oficial del ejército noruego, Samee cuenta que volvió a la fábrica porque sabía que estaba seguro. Los trabajadores secuestrados jamás recibieron una indemnización. La familia de Samee se quedó sin ingresos pero con estrés post-traumático y el sentimiento de que no le importaban a nadie.

Otro ex-empleado, Khaled, afirma que los secuestros no fueron algo exclusivo de ISIS y que los practicaban todos los grupos rebeldes presentes en la zona. “En la zona había muchos grupos armados con muchos nombres. Eran los llamados rebeldes. Recuerdo los secuestros y al principio no eran ISIS” comenta Khaled.

"Sufrí agorafobia, sin dinero, sin esperanza y habiendo perdido a mi bebé. Lafarge destruyó mi vida y mi familia. Deben devolverme mis derechos. Mis compañeros y yo no nos rendiremos. Hasta ahora estoy sin trabajo, porque ninguna empresa quiere contratarme por el hecho de haber trabajado para Lafarge. Pido a todo el mundo que, por justicia, nos apoye."

por Samee

Firas Tlass: la primera conexión entre los rebeldes y Lafarge

“Controlaba el 40% de Lafarge Siria; él era el padrino del proyecto y pudo haber hecho cualquier cosa. Le vi unas cinco veces en la planta. Él tenía el poder” cuenta Samee al preguntarle por Firas Tlass. “Aunque no volvió a la planta desde que huyó de Siria, él sabía en todo momento lo que estaba pasando. Su hermana que ahora vive en Francia tenía también un pequeño porcentaje, un 4% si no recuerdo mal” añade Khaled.

El magnate de los negocios sirios Firas Tlass pertenece a una de las familias suníes más importantes del país desde tiempos del Imperio Otomano. Siendo uno de los hombres más ricos de Siria y habiéndose beneficiado de la liberalización de parte de su economía, discrepaba con el ala más socialista del Partido Baaz (el partido de gobierno de Siria hasta las reformas de 2011 y 2012), mostrando simpatías por mejorar las relaciones con EEUU.

En 2012 Firas Tlass y su padre Mustafá Tlass abandonaron una Siria ya sumida en la guerra para dar apoyo abiertamente a la oposición financiando a las milicias rebeldes. Ello no impidió -sino que más bien impulsó- que siguiese recibiendo dinero de Lafarge Siria. Según explica en su libro Risikosjef i Syria el gerente de riesgos de la compañía en la República Árabe hasta 2013 Jacob Waerness, Firas Tlass recibía al menos 100.000 dólares mensuales de Lafarge para pagar a los grupos rebeldes.

El Libération citando un informe interno de Lafarge realizado por Baker&McKenzie, informó de que Firas Tlass recibió más de 8,5 millones de euros por parte de la cementera para distribuirlos entre los grupos rebeldes y terroristas que controlaban el norte de Siria. De este dinero al menos medio millón fue para el Estado Islámico entre julio de 2012 y 2014. La ONG Sherpa eleva la cifra a 12 946 000 euros.

Según el programa ‘Complément d’enquête: les sombres affaires d’unt geant du ciment’ de France 2, la agencia de inteligencia francesa, la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE) estaba al tanto de estas transacciones, habiendo mantenido una comunicación regular con Lafarge Siria entre 2011 y 2014. En el juicio contra Lafarge actualmente en curso ya se ha demostrado que dos agentes de la DGSI estuvieron asistiendo al comité ejecutivo de Lafarge en abril de 2012, y que el director de seguridad de la empresa Jean-Claude Veillard tenía contacto directo con ‘múltiples interlocutores’ para dar cuenta de todas las incidencias relacionadas con las instalaciones de Jalabiya.

Estas transacciones entre Lafarge y rebeldes se siguieron realizando a pesar de que grupos como el Estado Islámico y Jabhat al-Nusra ya estaban sancionados por la Unión Europea por estar directamente asociados a al-Qaeda.

Tanto la figura de Firas Tlass como su familia están muy ligados a los rebeldes sirios. Si el magnate en 2012 ofrecía su fortuna “para la revolución”, su hermano pequeño Abdel Razzak Tlass optó por ofrecer su formación militar, uniéndose al Ejército Libre Sirio y llegando a comandar la Brigada Farouq. Abdel Razzak se uniría más tarde al Frente de Autenticidad y el Desarrollo (Jabhat al-Asala wal-Tanmuya), que financiado por Arabia Saudí y siendo parte del Ejército de los Mujahidines, es uno de los grupos salafistas más radicales de la oposición siria. Esto, en cierto modo, explica que Firas fuese el primer nexo que unía Lafarge Siria con los rebeldes. Según el propio Firas, 45 miembros de su familia desertaron para unirse directa o indirectamente a los rebeldes.

Ibrahim Muhammad perdió parte de su mano en agosto de 2012, cuando trabajando con unas máquinas se resbaló y sufrió la amputación de tres dedos. A pesar de las nulas medidas de seguridad que provocaron el accidente, Lafarge nunca ha indemnizado a Ibrahim.

"En 2012 me tomé un tiempo de descanso del trabajo. Al poco me llamaron de la compañía y me dijeron que debía presentarme en la fábrica. De camino, cuando cruzaba un checkpoint de Jabhat al-Nusra con mi hija, nos secuestraron a los dos. Pidieron 10.000$ para liberar a mi hija y se pagaron. Por mi pidieron 15.000$, pero mi familia tardó cinco meses que estuve capturado en poder pagarlos. La compañía nunca se involucró, todo lo tuvo que hacer y pagar mi familia. Me echaron de Lafarge diez días después del secuestro. Nunca se preocuparon por mi seguridad."

por I. M. Zubaida

El fin del negocio

Aunque la planta de Lafarge Siria en Jalabiya estaba en una zona rebelde y rodeada por rebeldes en un país azotado por la guerra, el negocio nunca dejó de funcionar, y es que la guerra requiere de cemento. Aunque la empresa justifica su actividad apelando a unas supuestas pérdidas y un simple mantenimiento de la planta para no abandonarla, documentos a los que ha accedido 14 Milímetros demuestran que en 2012, en los momentos más duros de la guerra, el volumen de negocio era millonario, sacando alrededor de 8.500 toneladas diarias.

Según cuentan antiguos empleados de la planta en Siria, Lafarge pagaba salarios a terroristas para que estos moviesen el cemento.

En 2014 sin embargo el escenario sirio cambió completamente, y con ello, la realidad en la que debía trabajar Lafarge Siria. El 29 de junio de 2014 Abu Bakr al-Baghdadi se auto-proclamó desde Mosul califa, desafiando así al líder de al-Qaeda Ayman al-Zahawiri y convirtiendo al Estado Islámico de Irak y el Levante en el grupo terrorista del mundo con más territorio estable bajo su control. Ello llevó al grupo a una mayor intransigencia respecto a Lafarge y a mayores demandas. Además, los hombres que habían conseguido normalizar las relaciones con los grupos terroristas del norte de Siria, Jacob Waerness y Bruno Pescheux ya no estaban, y sus sustitutos, Ahmed J. y Frédéric Jolibois pecaban de extremista uno y asustadizo el otro.

Correos electrónicos filtrados por Zaman al-Wasl demuestran que para 2014 la situación se le había ido de las manos a la directiva de Lafarge Siria.

El 9 de septiembre de 2014 Ahmed J, el contacto del Estado Islámico con la planta de Jalabiya exigía al nuevo CEO Frédéric Jolibois el pago atrasado de dos meses que debía al grupo terrorista; equivalente a siete millones y medio de libras sirias. En el mail, Ahmed J. incidía en que ISIS era el grupo islamista más fuerte sobre el terreno, por lo que “es mejor no meterse con ellos”. Un detalle importante es que la cuenta en la que se debía ingresar el dinero al grupo terroristas era libanesa. Khaled, de los ex-empleados de la planta de Jalabiya, asegura que Jolibois nunca entró a Siria, y que todas las reuniones las realizaba en Líbano y Turquía.

En otro correo electrónico interno de la empresa, Frédéric Jolibois se mostraba preocupado por las formas de Ahmed, temiendo que el intermediario de ISIS lo estuviese poniendo en peligro. La respuesta que recibió Jolibois fue que se relajase y siguiese comerciando con el Estado Islámico. Diez días después del correo en el que Ahmed J. amenazaba a Jolibois sin embargo, ISIS asaltó definitivamente la cementera y se hizo con el control de la misma robando piezas, equipos e Hidrazina que Lafarge había introducido poco antes de contrabando desde Turquía. La hidrazina es un compuesto químico muy tóxico utilizado como combustible para misiles y como explosivo para los SVBIED (vehículos suicida) que el Estado Islámico convirtió en una de sus armas más temidas.

El 19 de septiembre de 2014 Lafarge Siria era víctima del mismo monstruo que estuvo tres años ayudando a crecer. Hay trabajadores sin embargo que están convencidos de que no era una simple relación comercial entre una empresa que ofrecía cemento y grupos terroristas que necesitaban dinero y cemento para sus posiciones defensivas y túneles. “Podían hacer cualquier cosa. Tenían tratos con ISIS. Tenían que tener algún poder detrás” sentencia Samee.

"Lafarge nos ha tratado mal, y carece de los derechos humanos básicos. Retrasó la evacuación de la fábrica tras el ataque de ISIS, lo que nos expuso a una enorme presión psicológica. El Estado Islámico nos detuvo en un control en la Presa de Tishreen, antes de llegar a Manbij; éramos vulnerables a asesinatos o secuestros (...) la compañía pagaba los salarios en Libra Siria, cuyo valor caía día tras día."

por Samir

El dinero de la muerte

Durante al menos tres años, Lafarge Siria y sus cargos directivos estuvieron apoyando a grupos armados opositores al estado sirio, criminales y yihadistas de línea dura. De todos ellos destaca el Estado Islámico, que mientras mantenían el contacto con y recibían dinero de Lafarge, cometieron algunas de las mayores matanzas de Oriente Medio y el mundo.

Dos atentados simultáneos en Bagdad y Kirkuk, asesinando a más de 35 personas y dejando más de 200 heridos en enero de 2013. Utilizaron camiones cargados de explosivos. El mismo mes de ese año, un terrorista se inmoló en un funeral en Tuz Khurmato, asesinando a 42.

El 19 de marzo de 2013, coincidiendo con el décimo aniversario de la invasión estadounidense de Irak, realizaron múltiples atentados que dejaron un centenar de muertos. Este tipo de atentados llegaron a ser tan comunes que solo en 2013 asesinaron a 450 personas.

El 24 de mayo de 2014, un fanático del Estado Islámico asesinó a cuatro personas en Bruselas tras asaltar el museo judío. El tirador había estado en Siria.

Pero es el 12 de junio de 2014 cuando el Estado Islámico comete la segunda operación terrorista más letal de la historia. El grupo atacó el campamento de Camp Speicher (Tikrit) donde se encontraban no menos de 4.000 cadetes desarmados. Los que no fueron capturados en el ataque, los secuestraron cuando se dirigían a Bagdad.

Ese día los terroristas hicieron más de 1.500 prisioneros, todos chiíes. Y ese mismo día, los terroristas ejecutaron a todos. Las relaciones entre Estado Islámico y Lafarge no se detuvieron hasta tres meses más tarde por decisión de los terroristas.

«Secuestraron a Yassin de camino al trabajo en la planta de Jalabiya. Después de un mes sin saber de él, escuchamos la noticia de que ISIS lo había decapitado.

 

Los manager nunca preguntaron por él. Lafarge, nunca preguntó por él. Sus hijos ni siquiera recibieron una compensación por perder a su padre.»

 

– Los compañeros de Yassin

 

Procedimiento del caso

En septiembre de 2016, después de que Le Monde hablase de unos documentos filtrados por Zaman al-Wasl que conectaban a Lafarge directamente con ISIS, el Ministro de Finanzas francés presentó una denuncia ante el fiscal de París para investigar la compra ilegal de petróleo en Siria por parte de Lafarge. Esta decisión se debe a que el 18 de enero de 2012 la Unión Europea impuso sanciones a Siria que prohibían la compra y venta de su petróleo.

En noviembre de ese mismo 2016, Sherpa, el ECCHR y 11 ex-trabajadores de Lafarge pusieron una querella criminal en París contra Cement Syria (la empresa de Firas Tlass), Lafarge Syria y sus anteriores CEO por financiación del terrorismo, crímenes contra la humanidad y violación de la legislación laboral.

El 9 de julio de 2017 tres jueces del Tribunal de París iniciaron la investigación aunque Lafarge presentó una moción en octubre del mismo año.

El 7 de noviembre de 2019 se acepta la acusación de que Lafarge pudo haber financiado al Estado Islámico y puso en peligro la vida de sus trabajadores, pero se rechaza que hayan sido cómplices de crímenes contra la humanidad; algo que jamás se ha demostrado contra una compañía internacional hasta la fecha.

Uno de los abogados encargados de defender a Lafarge en los tribunales es el que fuera asesor de Nicolás Sarkozy entre 2007 y 2010; cuando el ex-presidente francés obtuvo financiación ilegal para su campaña.

El Centro Europeo por los Derechos Constitucionales y Humanos exige a Lafarge un fondo de compensación para todos los ex-empleados de la empresa en Siria y sus familiares; vivan en el país o fuera por el daño moral que han sufrido.

Un centenar de empleados busca iniciar otro proceso judicial por su cuenta. Cuando le preguntamos a Samee por qué lo hace, responde que tanto él como sus compañeros solo buscan justicia. “Nunca he pensado en rendirme. El alma de mi bebé me da fuerzas para no hacerlo. Lucharé para alzar mi dignidad y para que me devuelvan mis derechos”, concluye.

"Lo que quiero de Lafarge es poder preguntar a los manager por qué nos pusieron en peligro, por qué no se hicieron responsables de los obreros y después ni siquiera nos dieron nuestro dinero. Nuestra vida, nuestra dignidad, valía menos que un saco de cemento."

por Duraid

Más de 100 ex-trabajadores de Lafarge Siria han decidido emprender por su cuenta una batalla legal contra la compañía. Este 2020 se ha aceptado la denuncia. Independientemente de ideas políticas, han decidido unirse para, aseguran, hacer justicia; sin rendirse, hasta que Lafarge les devuelva sus derechos.