• Con los años nos damos cuenta de que a menudo la muerte avisa antes de venir. Nuestros abuelos, padres… en ocasiones parece que ya sabían que esa noche iba a ser la última, que iba a ser la noche para despedirse de lo que fue una buena vida. O tal vez una mala, pero su vida al fin y al cabo. 

Muchos se han ido y hoy tan solo viven en el recuerdo de quienes les conocían, pero a veces, hay quienes se marchan dejando una importante huella en la historia. Isaam Zahreddine ‘el druso’, se marchó convirtiéndose en parte de la historia de Siria.

Issam Zahreddine en el frente I Fotografía exclusiva cedida por Ali Salami

Zahreddine fue general de la 104 Brigada de la Guardia Republicana, una de las divisiones de élite del Ejército Sirio del que fue oficial Bashar al-Assad durante sus años de servicio militar. A lo largo de cinco años demostró su arrojo y valentía en numerosos frentes de la guerra en Siria, pero fue su liderazgo durante la resistencia de Deir Ezzor – que estaba cercado primero por los rebeldes y luego por el Estado Islámico – lo que realmente le hizo destacar. La batalla de Deir Ezzor se convirtió en una de las más importantes de la guerra.

Fue un hombre querido y respetado por el pueblo sirio. Aún recuerdo cómo por las calles de Damasco veía su retrato impreso en carteles colgados en prácticamente todos los check-point. A cada paso que daba veía cómo su pueblo estaba hecho de guerra, pero que aun así intentaban hacérmelo olvidar. La guerra había destruido Siria, aunque consiguió que fuera un país más unido que nunca. Me di cuenta de que el orgullo y la cultura la llevan por bandera, y a sus héroes como escudo.  Recuerdo cuando entré en una calle en la que el silencio acompañaba cientos de fotografías… una tras otra. Todas eran los retratos de mártires que habían luchado y muerto por la victoria de Siria. 

Issam Zahreddine junto con el general Ghassan Iskander Tarraf, quien asumiría el liderazgo de la 104 Brigada de la Guardia Republicana tras la muerte del druso,ambos son dos de los mandos más condecorados de la guerra. De hecho, Ghassan no ha perdido ni una sola batalla I Fotografía exclusiva cedida por Ali Salami

Nunca olvidaré ese silencio junto al barullo de las personas que vendían tabaco en las calles, las miradas de curiosidad recíprocas… nunca había visto la guerra impresa en metros y metros de un frío muro que conectaba con otra calle llena de alegría.

Isaam Zagreddine fue el hombre más amado, pero también el más odiado. En 2017 la Unión Europea le sancionó junto a otros 16 sirios más por “estar detrás del ataque con agentes químicos a civiles en Jan Seijun”. Al margen de que la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas no ha encontrado pruebas que incriminen al gobierno sirio como autor del ataque químico de Jan Seijun, en ese momento Zahreddine se encontraba en Deir Ezzor, asediado por el Estado Islámico e intentando repeler los ataques de la organización terrorista que amenazaba la vida de más de 100.000 personas.

Cuando la Unión Europea sancionó a Zahreddine no tenían pruebas contra él, por lo que se intentaron justificar apelando a su participación en el asedio del barrio de Baba Amr en Homs y su represión contra opositores islamistas en Douma.

Su forma de ser no estaba libre de polémica. Era un guerrero al que no le importaba decir que pronto limpiaría las tierras de terroristas para empezar a vivir de nuevo. 

Un 18 de octubre del 2017, mientras el ‘Druso’ se dirigía a una operación contra ISIS en su coche, pasó por encima de una mina que fue la que le causó la muerte. 

Zahreddine había prometido que liberaría Deir Ezzor y lo había conseguido a cambio de su vida y la de sus mejores guerreros. Él sabía que su última batalla iba a ser la que haría historia.

A lo largo de estas semanas estuve hablando con amigos sirios, soldados, reporteros y gente de a pie sobre Issam Zahreddine. Algunos me decían que era un héroe, un mártir para la patria, alguien a quien nunca olvidarían, mientras que otros me decían que el ‘druso’ era alguien al que o se le quería mucho o se el odiaba puesto que era un hombre que conseguía ganar las batallas, sí, pero teniendo que convertirse en un monstruo para sus enemigos. 

Issam Zahreddine en las trincheras del frente I Fotografía exclusiva cedida por Ali Salami

La guerra es un punto y a parte, a veces punto y final. La guerra es muerte, sufrimiento y valentía. Issam Zahreddine tenía el coraje de ser el primero en avanzar, el primero en disparar y el primero en aceptar su martirio para salvar a una nación. Era un soldado leal a sus hombres y a su país, y por esa razón nunca se retiraba. Él sabía que tan solo si Dios quería podría volver a ver su país en paz; un país que hoy en día le recuerda como el héroe nacional en el que se convirtió. 

A menudo parece que en la guerra no puede haber muertos, por lo menos no a manos del bando gubernamental. La gente olvida que han pasado casi 8 años de guerra, cientos de miles de personas han muerto, y que la población quiere tener una vida. Sea buena o mala, la gente quiere tener una vida en paz. Tantos años de destrucción no se arreglan dejándose matar, sino defendiendo hasta la muerte lo que es de uno. 

La última carta de Issam Zahreddine: “El manuscrito permanece después del escritor, aunque éste esté enterrado bajo el suelo. Te hemos elegido como nuestro pionero, te hemos elegido como nuestro líder, te hemos elegido para siempre Bashar al-Assad” I Fotografía exclusiva cedida por Ali Salami

Hablo de héroes que luchan, mártires que aunque desde fuera cueste comprender, buscan venganza porque ya no tienen nada que perder, porque ya les han quitado todo. Isaam Zahreddine sonreía a sus compañeros dos horas antes de morir. Para él era un día más, pero para el resto iba a ser un día de luto.

Vestido de azul y sentado en el sofá escribía en una tabla de madera que la escritura permanecía más tiempo que el escritor que lo escribía, que aquello seguiría estando vivo aunque el escritor estuviera enterrado bajo la tierra. Sentenciaba con un: “Te hemos elegido como nuestro pionero, te hemos elegido como nuestro líder, te hemos elegido para siempre, Bashar al- Assad”.

Aquella frase junto con la fotografía que podéis ver, fue tomada dos horas antes de que muriera el 18 de octubre de 2017 cuando su vehículo pasó sobre una mina. Parece que sabía que tenía que escribir algo que quedase en el recuerdo de sus compañeros más cercanos. Como recitó antes de morir, de forma casi premonitoria, sus palabras y sus logros permanecerán toda la vida. Aunque él ya esté enterrado bajo tierra.